Image: Terenci Moix, redivivo

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Teatro

Terenci Moix, redivivo

Xavier Albertí dirige la autobiografía de Terenci Moix que firma Lluïsa Cunillé

18 noviembre, 2004 01:00

Julio Manrique interpreta a Terenci en El peso de la paja. Foto: Pilar Aymerich

El Romea de Barcelona estrena El peso de la paja, adaptación de la autobiografía de Terenci Moix que firma Lluïsa Cunillé y dirige Xavier Albertí. No se trata de una reconstrucción de su vida, sino de una lectura teatral de la biografía que él mismo fabuló.

Al escenario no subirá Ramon. Lo hará Terenci. El Terenci construido, fabulado, recreado e inventado por Ramon Moix i Messeguer: el Terenci del Nilo, el de El peso de la paja. Terenci, con su sonrisa pícara, su mirada traviesa, la seducción en cada caída de pestaña, regresa al Raval. "Cuando yo nací, las comadres creían que Kartum se llamaba Addis Abeba. La Virgen de Fátima aseguraba que Rusia se convertiría. Un amigo de la Pasionaria mantenía que la virgen estaba borracha. Y, a todo esto, la tía Florencia decía que la Pasionaria era una cerda", recuerda el autor, acodado en un sofá. Sólo que este Terenci ya no es sólo Terenci, ni tampoco es sólo Ramón. Terenci ahora dice y seduce por obra y gracia de Julio Manrique, el actor que protagoniza El peso de la paja. éste es el título de las memorias del escritor barcelonés fallecido en abril del año pasado y que ahora llegan al teatro -el Romea, el escenario barcelonés de Calixto Bieito- de la mano del director Xavier Albertí y con adaptación de Lluïsa Cunillé.

Albertí no ha querido cambiar del Terenci reinventado ni tan sólo una coma. Ni un guiño. Ni una mueca. Tendrá las que él quiso tener, las que él fabuló para pintar su vida y la de la Barcelona de su infancia y de su juventud -el Raval de las décadas de los 40 y los 50- con los más brillantes colores de las películas de Hollywood. Ni Xavier Albertí ni Lluïsa Cunillé se han salido del guión que el escritor fijó en la memoria -la propia y la de todos los ajenos con quien quiso compartirla- en su precoz El peso de la paja, sobre todo en los dos primeros volúmenes de esta trilogía que logró escandalizar y enternecer a partes iguales a una sociedad que, por aquel entonces, todavía tenía capacidad de sorpresa. "No tratamos de reconstruir la vida de Terenci, sino de realizar una lectura teatral de la biografía que él fabuló", reconoce Xavier Albertí, quien ha intentado evitar que nadie pueda exigir a su actor, a Julio Manrique, que sea o se parezca físicamente al escritor catalán.

Para huir de las comparaciones, el Terenci teatral no será el de sus últimos años de vida, el que ha quedado fijado en la retina de sus lectores, sino un Terenci en la treintena, un Terenci que rememora cómo fueron sus principios. Primero en un largo monólogo -construído básicamente a través del material del primer volumen de la trilogía, El cine de los sábados (1990)-; pero que luego se convierte en tertulia de calle, en diálogo, en coro de voces -allí están sus tías, su padre, su madre y la ciudad canalla- con la ayuda de cuatro actores -Lurdes Barba, Lina Lambert, Xavier Pujolràs y Pirondelo- y de muchas palabras: las del segundo volumen de las memorias, El beso de Peter Pan (1993), y las de El día que murió Marilyn (1970), según Albertí, dos maneras de explicar la misma historia: la de su juventud.

"Terenci se sabía un bufón, tal y como lo entendía William Shakespeare, un loco pagado por el poder para divertirle. Sus amigos recuerdan que le encantaba hacerles reír. Era un gran seductor, pero de sus palabras también se desprende una infinita tristeza", apunta el director teatral. "Las suyas son unas memorias valientes y desvergonzadas, pero también repletas de tristeza", añade también Albertí .

Unas memorias valientes.
El director de este montaje, pese a que casi no conoció a Terenci en vida, se reconoce fascinado por la fuerza literaria de estas memorias que ha podido subir al escenario gracias al consentimiento de la hermana del escritor, Ana María Moix. "Hemos pasado página de los años 50 demasiado deprisa y es necesario que conozcamos y respetemos a nuestros verdaderos padres literarios", justifica el director su decisión de afrontar este proyecto, "pero además el texto de El peso de la paja construye un maravilloso retrato de una época que hemos de conocer para poder entender quiénes somos nosotros".

"El peso de la paja es como un acto notarial del proceso de construcción, de la creación de Terenci, de alguien que no quiso aceptar su destino y luchó para cambiarlo", explica el director Xavier Albertí que ve en el título de las memorias no sólo una referencia geográfica -el escritor nació en la calle Ponent, cerca de la plaza Peso de la Paja-, sino también una metáfora del "onanismo", del "juego de masturbación" que practicó en la construcción de su propio yo. Un yo diverso que, ahora, en el Teatro Romea de Barcelona mostrará uno de sus rostros. "Una cara del enorme poliedro que fue Terenci Moix".