Valle Inclán o las sorpresa continua: el pozo sin fondo de la muerte, la lujuria y la insurgencia; una poética de la radicalidad que no cesa. Esta vez el júbilo de un Valle esencial nos llega de la mano de Irina Kourbeskaia en la sala Tribueñe. La grandeza de Valle está en una arriesgada y peligrosa evolución desde un carlismo conservador y estético a una radicalidad revolucionaria que contemplaba, hiperbólicamente, el fusilamiento de los Quintero y la instalación de la guillotina en la puerta del Sol (Max Estrella). Ese clima de ibérica y barroca esencialidad macabra y sacrílega se recoge en todas las tablas del Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, e Irina lo esencializa en una estética de arte -de Teatro del Arte- que supera estilizando la poética grotesca del esperpento. Dentro de la naturaleza revolucionaria, todavía sin explorar cabalmente de Valle, quedan posibilidades de revelación teatral.Por ejemplo, ese final jubiloso, de fiesta irónica y fastuosa de La rosa de papel, resuelto más groseramente en otros montajes, que alcanza tintes sublimes: la exaltación etílica de Julepe trastornado por la belleza imprevista de la muerta. De idéntica manera, el final de La cabeza del bautista con ecos y resonancias de procesión de Semana Santa que resalta el carácter violentamente ritual de la muerte de Jandalo: amor y muerte, eros y tánatos, lascivia, belleza, desesperación. De "novelas macabras y melodramas para marionetas" fueron calificadas, y siguen siéndolo La cabeza del bautista y La rosa del papel que Irina Kourberkaia ha recreado con un pulso y una belleza ejemplares.