Teatro

Pinter es Krapp

El Nobel protagoniza en el Royal Court de Londres la obra de Beckett

5 octubre, 2006 02:00

Pinter pasa a ser actor. Foto: Urdo Macleod

El 11 de octubre Harold Pinter subirá al íntimo escenario del Jerwood Theatre Upstairs de Londres para protagonizar La última cinta de Krapp, de su maestro Beckett. La obra está basada en las reacciones que un viejo tiene cuando escucha sus recuerdos grabados.

Durante años el joven Harold Pinter solía mandar sus manuscritos al maestro Beckett que se los devolvía corregidos después de compartir alguna que otra partida de billar en los boulevares parisinos. Cuando el autor de Esperando a Godot leyó el manuscrito de One for the road (1985) llegó a decir que Pinter "estaba obsesionado con las amenazas a la libertad". De esta manera Beckett se anticipaba a las palabras que Pinter pronunciaría veinte años después en el discurso de aceptación del Nobel: "Las estructuras políticas se están enfrentando constantemente y ninguno de nosotros puede escapar. Es responsabilidad nuestra ser consciente de ello". Esta pertinaz determinación del escritor inglés por definir la verdad real de nuestras sociedades frente al tapiz de mentiras que los políticos tejen a nuestro alrededor "constituye una obligación que recae sobre todos nosotros", afirma Pinter. Y quizá sea ésta una de las razones por las que el autor de Old Times ha decidido volver a alzar su voz en el íntimo espacio del Jerwood Theatre Upstairs de Londres dando vida al viejo Krapp e intentando, como el personaje beckettiano, recuperar su memoria y saldar una vieja deuda con Beckett y con uno de los teatros más representativos de la autoría contemporánea: el Royal Court Theatre.

Romper el espejo
La última cinta de Krapp fue estrenada en el Royal Court en 1958 bajo la dirección de Donald McWhinnie e interpretada por Patrick Magee. La obra transcurre en el destartalado y apenas iluminado cuchitril de un viejo y fracasado escritor, Krapp, que durante años ha venido almacenando sus recuerdos en cintas con el fin de salvar su memoria del efecto destructor del tiempo. "Toda la obra está basada en las reacciones de viejo Krapp ante lo que escucha. El personaje cambia al oír su propia voz del pasado. Pero la memoria no se puede recuperar aunque la archives en cintas... por eso la voz que oye Krapp no deja de ser la de un extraño al que no reconoce. En el momento en el que hablamos de nuestro pasado estamos inventado nuestra propia historia", explica Antonia Rodriguez Gago, experta en teatro inglés contemporáneo y en la obra de Beckett.

Casi medio siglo más tarde y en el mismo escenario, la interpretación del Pinter actor será puesta a prueba por la partitura del autor irlandés: "Beckett coloca a sus personajes en situaciones extremas y a partir de ahí los hace correr. Por eso podemos considerar la obra de Beckett como un canto a la resistencia humana frente a cualquier adversidad", señala Rodríguez Gago ante el halo de pesimismo que suele caracterizar su obra. Con la esperanza de restaurar la dignidad de su voz como hombre, Pinter se mirará en el espejo de Beckett para encontrarse con la imagen de Krapp. Pero "la precisión de las imágenes", como Pinter afirma, "no deja de ser un reflejo móvil y pasajero": si Pinter se mueve un sólo milímetro, Krapp desaparecerá y Pinter se encontrará con su propia imagen. "A veces el escritor tiene que romper el espejo porque la verdad nos contempla desde el otro lado", afirma el dramaturgo. En este caso será Ian Rickson, director artístico, quien se encargará de romper el espejo y hacer que Pinter saque fuerzas de su debilidad para encontrarse con Krapp. Y es que, quizá, Pinter sea realmente Krapp.

El portero, en La Abadía de Madrid

Esta noche se estrena en La Abadía de Madrid, con dirección de Carlos Alfaro, El portero, obra con la que Pinter fue reconocido a nivel internacional. En esta pieza, el autor nos sumerge en la historia de un sin techo que irrumpe en la vida de dos hermanos y termina instalándose en la casa de uno de ellos con sorprendente naturalidad. Pero la desinteresada acogida de uno de ellos no tardará en entrar en fricción con el rechazo del otro. Pinter escribió la obra cuando vivía, azorado por problemas económicos y familiares, en la casa londinense del hombre que le inspiró el personaje de Mick y cuyo hermano residía en el mismo hogar. Un día este hombre apareció acompañado por un vagabundo que convivió con ellos un mes. "La imagen que permaneció conmigo durante largo tiempo fue la de una puerta abierta con los dos hombres en distintas partes de la estancia haciendo cosas diferentes, el vagabundo escarbando en una bolsa y el otro mirando por la ventana sin hablar... Como un momento congelado en el tiempo", ha explicado el autor. La obra nos convierte en voyeurs de un auténtico tour de force entre los tres personajes. J.M.M.