Rodrigo García
"Hay que expresar ideas incorrectas en escena"
8 noviembre, 2007 01:00Rodrigo García. Foto: Paco Toledo
Apenas actúa en España, pero Rodrigo García recorre el mundo con su compañía. Hoy debuta en el Festival de Otoño de París con Arrojad cenizas sobre Michey y ha estrenado en Florencia En algún momento de tu vida deberías plantearte seriamente dejar de hacer el ridículo.
En España, García apenas tiene posibilidad de representar sus obras. El próximo año actuará en el Lliure y en la Laboral de Gijón. Sin embargo, asegura que si no lo hace más es porque no le ofrecen "lugares adecuados por el espacio y las condiciones técnicas", para añadir a continuación que si alguien le ofrece buenas condiciones y le dice "venga usted con su equipo", se planta enseguida en el sitio. Como ocurrirá también en la próxima edición del madrileño Escena Contemporánea, donde estará con un montaje en La Casa Encendida para enero-febrero del año próximo.
Lo "asquerosamente explícito". Al Festival parisino acude con una obra alejada de lo "asquerosamente explícito", como define a sus producciones de los últimos años. Frente a una radicalidad que caminó imparable desde La historia de Ronald, el payaso de McDonalds, este trabajo descansa sobre "un discurso más callado, más íntimo, que cuenta con bastante literatura", según asegura el autor y director. Aunque algo no cuadra, ya que por los materiales que emplea y la idea -el barro con el que esculpir cuerpos y la crítica hiperrealista a la sociedad de consumo- apuntan a una obra dura, salvaje y comprometida con su intención de "provocar desde el título", como considera que hay que hacer.
Esta es una característica del teatro de García. El creador cree que "es necesario expresar ideas incorrectas desde la escena". Para ese viaje no sirve cualquiera. "Exijo mucho a los actores, no deben tener ningún pudor ni miedo a sus reacciones ni a las del público si alaban al fascismo". Como ejemplo de las provocaciones de sus obras recuerda con risas las que surgieron en una representación de Compré una pala en Ikea para cavar mi propia tumba. Entonces, con unos espectadores entre los que estaban amigos del propio García, "se produjo un ‘shock’ al preguntar quiénes eran los mayores cien hijos de puta y responder La Pasionaria, Jimmy Hendrix... La gente no se lo creía, les rompimos todo". Y es que "no es lo mismo buscar las contradicciones y las barbaridades de los personajes de una obra, que decirlas en primera persona, en el nombre del actor", sin personajes ficticios que enmascaren lo que se dice desde un escenario.
Esa exploración de las contradicciones de uno mismo y de los espectadores es lo que persigue García con sus obras. El autor anima a los jóvenes creadores a "olvidarse de los clásicos" y a que muestren su versión de las cosas. "Para hacer Shakespeare o Molière siempre habrá gente dispuesta, pero para ofrecer otros puntos de vista siempre falta". García considera que "cada artista tiene un compromiso con su momento", que se puede expresar de una manera u otra, pero es bueno que el público pueda ver que "no existe un punto de vista único sobre la sociedad". Pero no se lleva a engaño, ya que es consciente, sin embargo, de que una obra de teatro no cambia la realidad: "Pero entre la utopía y estar callado, escojo la utopía", concluye el autor español.