Big bang en las salas alternativas
Fernando Sánchez Cabezudo en Metro cúbico, de la sala Kubik Fabrik. Foto: Paula Anta.
En estos tiempos críticos un tejido de salas de reducidas dimensiones no ha dejado de extenderse por Madrid. Actores, directores, autores... han decidido jugársela para no quedarse cruzados de brazos ante las dificultades. Espacios como Sol de York, Kubik Fabrik y Nave 73 suman su oferta a la de escenarios alternativos ya asentados (Guindalera y Tribueñe celebran su X aniversario). Sobre sus tablas se encuentra la esperanza de renovación del teatro de la capital. Cada día luchan por la supervivencia y ganan más peso específico en la cartelera.
Pero lo cierto es que buena parte de los teatros que configuran la escena alternativa han hecho camino impulsados por el idealismo y el amor hacia su oficio. Si cae una subvención, bienvenida sea. Si se consigue recaudar en taquilla una cifra boyante, mucho mejor. Pero el motor que les mueve es la pasión por las tablas. Y si las circunstancias cierran la posibilidad de subirse a ellas, como está ocurriendo en estos años críticos, pues se buscan las mañas para evitar quedarse en sus casas lamentando su suerte. Esa perseverancia en su vocación (la de autores, directores, actores...) ha propiciado el alumbramiento de un abigarrado circuito de espacios de pequeño formato que se suma a otros emblemáticos del off madrileño: Cuarta Pared, Triángulo, Alfil, Pradillo...
Como pioneros del nuevo boom, figura Microteatro por dinero, donde a cambio de un módico precio de cuatro euros puede disfrutarse de microobras de una duración de un cuarto de hora. La fórmula ha cosechado un éxito comercial sorprendente. El universo de salas de dimensiones reducidas se encuentra en continua expansión. Y recorriéndolo podemos dar con un amplio número de relucientes planetas con nombres como La Casa de la Portera, Nave 73, AZarte, Sol de York, Teatro del Arte. Sala Tú... Es ahí donde la pujanza imaginativa de nuestros creadores, incesante, suele encontrar su primera oportunidad para confrontar sus espectáculos con el público. Son un laboratorio perfecto en el que experimentar con nuevos lenguajes escénicos. O, como explica a El Cultural Javier Ortiz, de Sol de York, "un refugio para la creación emergente, a la que los centros públicos no presta suficiente atención". Ortiz, además, se jacta de dar un trato laboral a los intérpretes ceñido minuciosamente al convenio de la Unión de Actores: "Aquí, por cada actuación, cobran los 79, 4 euros que estipula, lleguemos o no con lo recaudado en taquilla". La presencia de Daniel Veronese y su montaje Cena con amigos, a partir del 7 de noviembre en su modesta sede de la calle Arapiles, prueba, sin embargo, que ya empiezan a ejercer un influjo de atracción sobre las primeras figuras. Buena señal. El relevo de estilos y perspectivas en nuestro teatro empieza a garantizarse en este primer escalón. De ahí la conveniencia de preservarlo.
Yacobi y Leidental, en la Sala Tú. Foto: Lluis Salvadó.
Tomar la periferia
El mérito atribuible a los impulsores de estas salas se redobla en aquellos que han decidido sacarlas del cogollo del centro de la ciudad, donde están más arropadas en todos los sentidos (por otros teatros, por los bares de moda...). Es el caso de Kubik Fabrik, nave industrial habilitada en Usera para fines escénicos por Fernando Sánchez Cabezudo y sus hermanos Jorge (guionista de Crematorio) y Alberto (arquitecto y escenógrafo). "Llegamos aquí porque un edificio de estas características en el centro no hubiéramos podido costearlo. Pero ahora estamos implicadísimos en el barrio, esforzándonos por crear cada vez más público con gusto e interés por el teatro. Poco a poco lo vamos consiguiendo. Si al principio la gente de la zona que venía era como mucho un 3%, ahora ronda el 55%".En este distrito va germinando un tejido teatral que comprende, aparte de Kubik, con 70 butacas de aforo, dos estudios destinados al ensayo que están explotando diversas compañías. Son La brújula y La ventana. Los tres espacios ya han establecido alianzas que se traducirán en residencias itinerantes de formaciones que luego exhibirán sus obras en Kubik. Por ahí se empieza a ganar el pulso a la desidia y la desesperación.
La política de programación establecida por Sánchez Cabezudo pretende dar cabida a los máximos montajes posibles, a fin de brindar a sus parroquianos un menú variado que les despierte el hambre de escena. En las próximas semanas mostrarán obras como Tape (con 'exquisita' dramaturgia de Stephen Belbel), Penal de Ocaña (dirigido por Ana Zamora, que adapta una novela de su abuela), El tiempo inmóvil (monólogo de una mujer enclaustrada en una caseta de un peaje), La virtud de la torpeza (fusión de teatro y danza) y Metro cúbico (protagonizada por el propio Sánchez Cabezudo)... Los tres hermanos miran otra vez con optimismo el futuro, después del laberinto burocrático que han debido recorrer hasta adecuar sus instalaciones a las exigencias de la normativa municipal. Tras la tragedia del Madrid Arena, los inspectores del ayuntamiento decretaron la clausura del local. Hechas las reformas pertinentes, se disponen a ganarse Usera para la causa teatral, con iniciativas que se apoyan también en las nuevas tecnologías: "Pronto tendremos una aplicación cargada de relatos vinculados a la historia del barrio. Saltarán en la pantalla del móvil cuando te encuentres en determinados rincones. Por ejemplo, Miguel del Arco ha escrito una en la que recuerda el concierto que dio Lou Reed en el estadio del Moscardó, en 1979, y en el que él estaba entre el público".
A tope también se encuentra la cartelera de la Escalera de Jacob, ubicada en Lavapiés. Esa plenitud es una constante en sus nueve años de vida, sobre todo porque combina diversas disciplinas escénicas: teatro, magia, circo, danza... El cóctel cuenta con el respaldo del público, que suele llenar los asientos de las dos salas (60 butacas cada una) de que dispone Jorge de las Heras, su director. "Este último mes de septiembre ha sido el mejor de nuestra historia. Hemos facturado 18.000 euros más que el año pasado", confiesa. Los números de La Escalera dan vértigo. "Un sábado podemos hacer 14 funciones de espectáculos diferentes, siete en cada sala, comenzando desde la mañana con los niños". De las Heras, en su día estudiante de Estética en la facultad de Filosofía, no quiere que ese volumen de exhibición se confunda con una rebaja en la exigencia artística: "Yo veo todo antes de programarlo. Y no me vale que una compañía me asegure que va a llenar la sala con sus amigos y conocidos". Para las próximas fechas destaca la vuelta de Ignatius Farray, "el mejor monologuista del país, una máquina de la improvisación". "Su monólogos no tienen nada que ver con los stands up televisivos; son un trabajo verdaderamente drámatico, de un humor fronterizo que te inocula una dosis de inquietud, al estilo de Leo Bassi", añade. Y también Sketchófrénicos, de Manuel Burque y Eva Redondo, "tan irreverentes e inteligentes como los Monty Phyton".
Roberto de las Heras revela a El Cultural que busca un nuevo edificio en Madrid para levantar lo que vendrían a ser unos multicines teatrales ("Como los Ideal pero en teatro"), con cuatro salas bombeando obras sin pausa. Una de ellas daría cobijo a la compañía liderada por Sanchis Sinisterra, Nuevo Teatro Fronterizo, de la que él mismo forma parte del elenco actoral. Frente a este frenesí programático se alzan los postulados con que Juan Pastor, director y exprofesor de la RESAD y su mujer Teresa Valentín, exdirectora del Centro de Tecnología del Espectáculo, dieron a luz a La Guindalera en 2003. También estuvieron al frente de la Joven Escena Nacional, conjunto del que salió, por ejemplo, Blanca Portillo. Nada menos. "Nosotros hicimos el camino inverso a lo que marcaban los tiempos de bonanza, en los que se pusieron de moda las grandes escenografías, la inclusión de caras conocidas de la televisión en los repartos sin más méritos que su popularidad, la hiperprogramación... Huimos de esa moda y nos vinimos a las catacumbas", recuerda Teresa Valentín.
Teatro a fuego lento
Las catacumbas se han convertido en un templo al que peregrinan los militantes del teatro cocinado a fuego lento: con mimo, cariño y tiempo. La contemporaneidad líquida y embalada asedia estos focos de resistencia. Teresa Valentín reconoce que los apuros son cada vez más angustiosos: "Antes teníamos trabajos fuera que nos permitían mantener elencos con grandes actores y producir nuestros propios montajes pero ahora ya no lo hay". Durante varios años han desarrollado programas de fomento del teatro entre alumnos de secundaria financiados por Caja Madrid y la Comunidad. Pero ambas iniciativas se han visto bloqueadas. A pesar de los pesares, el matrimonio continúa manteniendo en lo alto el estandarte del teatro humilde pero auténtico. A Valentín le gusta citar a Nina, de La gaviota de Chejov: "Hemos resistido manteniendo nuestra fe". Ahora celebran el 10° aniversario de su periplo a contracorriente con Duet for One, inspirada en Jaqueline du Pré, esposa de Daniel Barenboim, que tuvo que dejar la música a causa de la esclerosis múltiple. En la pieza de Tom Kempinski, interpretada por su hija María Pastor y Juan Pastor, la violenchelista visita a un psiquiatra, con el ánimo hundido. "Vemos esta historia como una analogía con La Guindalera: para nosotros sería igual de terrible tener que cerrar".Duet for One, en La Guindalera.
Ese tránsito de un espacio del territorio off a teatros de mayor peso específico en la cartelera resulta cada vez más frecuente. "A nosotros nos saquean constantemente", señala, sin rencor, Jorge de las Heras. Mendigando amor y Carnívoros fueron obras bautizadas en La escalera de Jacob que recalaron después en el Compac Gran Vía. Albert Boadella, gran fan guindaleriano, repescó para el Canal estas navidades Odio a Hamlet (Paul Rudnick) y Larga cena de navidad (Thornton Wilder), producciones originales de la factoría Pastor-Valentín. Desde Kubik Fabrik, Sergio Peris Mencheta saltó a las Naves del Español con Incrementum (Georges Pérec). Y Fernando Sánchez Cabezudo revela que Miguel del Arco, hombre de moda del teatro español, dio forma a Deseo, estrenada en el Cofidis con Emma Suárez y Gonzalo de Castro, ensayando entre los ladrillos de su nave. Hay motivos pues para conservar las ganas de hacer teatro en este país. Y desde luego para ir a verlo.