Benjamin o la ópera sobre la piel
Toca el turno ahora en el Teatro Real a la ópera de George Benjamin Written on Skin, una de las novedades más significativas de la temporada. La figura de este compositor inglés, nacido en Londres en 1960, ha tomado un especial relieve en los últimos quince años, durante los que ha ofrecido al mundo una importante serie de partituras magistrales, como Palimpsests o Shadowlines o la ópera Into the Little Hill. En todas el músico, continuando una limpia y progresiva trayectoria, ha dado muestras de su talento como directo heredero de los saberes y oficio de Messiaen, de quien fue discípulo.
La carrera compositiva de Benjamin empezó muy pronto. Ya en 1980 había sido reconocido como una brillante promesa tras el estreno, en los Proms, de Ringed by the Flat Horizon, evocadora de las tempestades de arena de los desiertos mexicanos. Un auténtico aldabonazo dada su juventud y que supuso el punto de partida de una trayectoria imparable, en la que la técnica se ha ido haciendo propia hasta servir de base para un alejamiento de los férreos códigos del autor de la Sinfonía Turangalila. El estilo del discípulo es desde hace mucho tiempo personal e intransferible y nace de un sutilísimo tratamiento de la materia sonora, colorista, refinado, delicado, sometido a un verdadero proceso artesanal de altos vuelos.
Las mejores críticas
Hoy, cuando Benjamin es ya un maestro indiscutible, acaparador de premios y distinciones y solicitado por los principales centros de enseñanza, protagonista en 2005 de la Carta Blanca de la Orquesta Nacional, podemos aplaudir esta obra maestra que es Written on Skin, sobre texto de Martin Crimp, estrenada en 2012 en el Festival de Aix-en-Provence. La obra recibió en su momento las mejores críticas. Se habló del poético realismo de la historia y de la magnífica puesta en escena de Katie Mitchell, que ayudaba a la comprensión del refinado mensaje. El talento del compositor quedó nuevamente ratificado con esta creación, que versa sobre una historia antigua recreada a través de una mirada contemporánea, con un planteamiento propio de un juego de doble temporalidad en el que los personajes pertenecen a la vez a un marco contemporáneo y a un marco medieval, dentro del que acaban por convertirse en actores del drama. Una historia basada en una narración del siglo XII atribuida al trovador provenzal Guillem de Cavestany.
En Madrid podrá seguirse la obra en una versión concertante el día 17. La noche anterior se habrá ofrecido en el Liceo con una sucinta puesta en escena firmada por Benjamin Davis. La dirección musical es del propio compositor, que sabe otorgar a su escritura una plasticidad sensacional. Los cantantes son lógicamente los mismos: Christopher Purves (lo recordamos en El perfecto americano de Glass), Barbara Hannigan, Tim Mead, Victoria Simmonds y Robert Murray.