Trágica y sensual Mari Gaila
María Adánez protagoniza la versión de 'Divinas palabras' con la que José Carlos celebra el centenario de la obra de Valle-Inclán en el CDN
13 diciembre, 2019 14:33“Un montaje mucho más hiriente, agresivo y divertido”. Con estas palabras define José Carlos Plaza a El Cultural su nueva aproximación a Divinas palabras, la obra de Valle-Inclán que este año cumple cien años de su publicación en el diario El Sol. Plaza, que considera a Valle muy actual “porque vuela con su poesía y su enorme imaginación hacia una situación social que no ha cambiado”, estrenó su primera versión en 1987 y diez años después la convirtió en ópera de la mano de Francisco Nieva, Antón García Abril y el Teatro Real.
A su experiencia con este texto cabría añadir la “versión alemana” que estrenó en 1995 en Bochum con alumnos de la escuela de Peter Stein. “Sigue dando el mismo mensaje: la incultura y la represión religiosa y económica crean monstruos. Seres que sacan lo peor de la naturaleza humana”, añade Plaza, cuyo montaje estará, precisamente, en el Teatro Valle-Inclán del CDN desde este viernes, 13.
Con un reparto encabezado por María Adánez (Mari Gaila), Divinas palabras se desarrolla, con la escenografía “profunda que muestra la miseria y el teatro dentro del teatro” de Paco Leal, en un pequeño pueblo animalizado, mezquino e inculto al que mueven, siempre según el director, las pasiones y no la razón: “Es exagerado, lúdico y muy maleable. Es un espejo distorsionado de nuestra sociedad actual”. Plaza ha agrupado personajes y eliminado otros pero en ningún momento ha quitado palabra alguna del texto del dramaturgo gallego. “He incluido en forma de diálogo algunas de sus extraordinarias acotaciones”. Adánez encarnará una Mari Gaila dura, tierna, divertida, trágica, soberbia y sensual, que en manos de Plaza se tansforma en un personaje enormemente rico y versátil. “Es una actriz llena de sensibilidad, algo que determina su trabajo”, explica el director, que subirá próximamente a los escenarios La habitación de María, de María Velasco.
“Valle-Inclán sigue dando el mismo mensaje: la incultura y la represión religiosa y económica crean monstruos”
Esta “tragicomedia de aldea” estrenada en 1933 en el Teatro Español por Rivas Cherif, Margarita Xirgu y Enrique Borrás es, para Plaza, el cénit de nuestras tablas, su exponente más moderno y perfecto aún no superado. “A través de un lenguaje exuberante, inventado, mezcla de expresionismo e impresionismo, se transforma en algo poético, de una gran belleza. Su prosa llega a convertirse en música”.
Una borrachera de imágenes
En esta pasión nada disimulada del director por el autor de Luces de bohemia destaca su “modernísima” visión de un teatro donde los espacios se multiplican y donde el realismo, lo arcaico y lo esotérico se mezclan, produciendo, sentencia Plaza, una auténtica borrachera de imágenes: “Es una obra claramente agresiva, a veces brutal. Culmina el ciclo mítico de Valle-Inclán, con una estética muy cercana a los esperpentos. Es evidente la presencia de Goya y sus Pinturas negras, de los Disparates, de Los horrores de la guerra… Su influencia se percibe en toda una corriente española que llega a nuestros días con Buñuel a la cabeza. Entiendo la obra como una sinfonía de colores, sonidos y sentimientos”.
El rezo en latín del final cierra la obra y abre las sendas de la interpretación. Valle encripta algunas claves entre la ambigüedad y la denuncia. “Para mí –dice Plaza–, describe la manipulación de un pueblo adocenado, castrado por falsas creencias ancestrales”.