David Trueba se pasa al teatro: "La presencia del público lo cambia todo"
El escritor y cineasta debuta en las tablas con 'Los guapos', una historia protagonizada por una pareja que se reencuentra tras años sin verse.
24 abril, 2024 01:44Solo le faltaba el teatro a David Trueba (Madrid, 1969) para convertirse en un todoterreno de la creación. A sus éxitos literarios (Saber perder, Queridos niños, Cuatro amigos, Tierra de campos...) y cinematográficos (Soldados de Salamina, La buena vida, Vivir es fácil con los ojos cerrados, Madrid, 1987, A este lado del mundo o el reciente Saben aquell sobre la vida de Eugenio) cabe añadir ahora a su inabarcable currículum la obra Los guapos, un relato generacional que firma como autor y director protagonizado por Anna Alarcón y Vito Sanz (los actores que le animaron a hacer esta obra durante el rodaje de A este lado del mundo).
Desde este miércoles podrá verse en el Teatro María Guerrero una historia que “vuelve al barrio”, a una edad en la que todo estaba por hacer y a la época en la que el futuro era una incógnita. Asistiremos al reencuentro entre Nuria y Pablo, procedentes ambos del mismo entorno obrero, marginal.
Él es un abogado especializado en causas solidarias. Ella sigue anclada en aquellas calles ajenas a las oportunidades. Ahora necesita de sus conocimientos legales para salir de un conflicto. No tardará en emerger lo que fueron y lo que son.
“En mis obras nunca se añora el pasado, sino que se refuta y se sacude. Me parece más sano vitalmente”. David Trueba
Trueba continúa así expresando sus obsesiones sin importarle el formato: la amistad, el amor, el paso del tiempo sin nostalgia... “Es una visión compleja donde dos maneras de recordar el pasado se confrontan. Eso no es algo habitual en la vida porque construimos nuestra memoria sin apenas contrastarla con los personajes secundarios. En este caso, dos personas que se conocieron en la infancia y adolescencia intercambian las diferencias de sus recuerdos personales”.
Una puesta en escena “clásica” le ha llevado a situarse en el escenario con la humildad del debutante: “Quizá por dedicarme al cine y la literatura he tenido menos necesidad que otros directores de contaminar la puesta en escena con esos dos oficios, ya sea a través de músicas, elementos disruptivos y proyecciones o desde la adaptación de la novela al lenguaje teatral".
"He tratado de disfrutar de lo que el teatro es y era -añade-. Obviamente soy un primerizo, por lo que he tratado de no perder la humildad en todo el proceso, pero acercándome a la esencia de la palabra y la luz en escena”.
A un letraherido como el nuevo dramaturgo le preguntamos si ha tenido la tentación de reproducir el espíritu que atraviesa el poema Esplendor en la hierba, de William Wordsworth: “No demasiado. Pertenezco a una tradición menos nostálgica y más orgánica. Le diría que en mis obras nunca se añora el pasado, sino que se refuta y sacude. Me parece más sano vitalmente”.
Avanzar es, entonces, la única receta. Como lo hacen, a su manera, Nuria y Pablo en Los guapos, una obra en la que Trueba no reconoce de forma abierta elementos autobiográficos.
“Siempre hay alguno en lo que escribimos. Es inevitable. Pero no soy muy partidario de infectar la ficción con esa especie de impunidad que da la realidad. Todo lo que contamos está manipulado por nuestra visión y, por lo tanto, me lo habrá oído más veces, todo lo que pones en escena o describes es fruto siempre de una versión interesada y parcial. Por eso la ficción es hermosa, porque no lucha con la realidad sino con la verdad, que está en otra esfera”.
Sucumbimos así a la lucidez con la que Trueba se enfrenta al hecho creativo. Parece instalado, de forma insobornable, en unos relatos que saltan a la ficción bien definidos y resueltos, listos para su ejecución (al menos en cine y literatura).
“El teatro, frente a esos dos géneros, cuenta con la presencia del público. Eso lo cambia todo. Lo convierte en un espectáculo directo, de estimulación. Y luego, creo además, que aún se notan sus 300 años de ventaja respecto a la literatura y sus mil años respecto al cine. En este caso, la experiencia es una virtud. Ha pasado por crisis, escándalos y esplendores sin hincar la rodilla nunca”.
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Por todo ello, montar Los guapos ha sido una de las experiencias profesionales más plenas y placenteras de su vida: “Quizá haya sido también por la compañía que me he buscado, que ha sido perfecta. Los dos actores están en ese momento que tanto me gusta en un intérprete: a punto de crecer hasta estar seguros de sí mismos. También ha sido maravilloso pisar el escenario del Teatro María Guerrero, lugar en el que tantas veces, desde niño, he sido espectador”.
Nos hacemos, le hacemos, una pregunta casi inevitable teniendo en cuenta las sinergias de sus trabajos: ¿Pasaría Los guapos al cine o a la novela? “Lo veo complicado. Tendría que reescribirse desde su origen. Me gusta la pureza de la escritura para el teatro. El sitio de Chéjov es un escenario, igual que el de Tolstói es un sillón de lectura y el de John Ford una sala de cine. A veces se producen esos trasvases, pero no creo que deba ser algo buscado o forzado”.
Finalmente, le pedimos un diagnóstico de nuestro teatro: “Hay un nivel muy alto. En estos momentos, uno puede disfrutar de talentos maduros y al mismo tiempo encontrar compañías y autores más jóvenes. En muchas ocasiones he echado de menos sentirme tan identificado con mis compañeros del cine como me siento con algunos de los autores de teatro que andan rondando mi edad”.