José Carlos Plaza, seis décadas de teatro español en unas emotivas memorias llenas de anécdotas
El veterano director repasa su trayectoria en su libro 'Haz. Otra mirada a la vida desde el escenario'.
20 junio, 2024 01:34“Mire a donde mire, teatro y siempre teatro”, escribe José Carlos Plaza (Madrid, 1943) hacia el final de sus memorias. A esas alturas –del libro y de su vida– uno ya sabe que el director de escena no lo dice solo por decir. Haz. Otra mirada a la vida desde el escenario (Alianza) es una declaración de amor. El testimonio de toda una vida dedicada a las tablas desde que, siendo pequeño, sus padres le regalaron un teatro de cartón.
Profesor de actores, Premio Nacional de Teatro en tres ocasiones (1966, 1970 y 1987) y fundador del Teatro Experimental Independiente y del Laboratorio William Layton, pocos como Plaza pueden realizar un mosaico tan completo de la vida entre bambalinas.
Desde que siendo estudiante de Derecho, y a espaldas de su familia, empezó las clases con Miguel Narros y William Layton –quien ejercería una imprescindible influencia en su trayectoria– y el famoso Método, el director comparte en estas páginas curiosidades como su primera frase como actor –“qué hermosa está esta noche la princesa Salomé”, de Oscar Wilde–, y su primera obra como director, Proceso por la sombra de un burro, de Dürrenmatt.
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"Nos dieron el Premio Nacional de Teatro en 1966 y supe que iba a dirigir –cuenta-. Fue una decisión colectiva. Sin la fe y el apoyo incondicional de mis compañeros y la certeza del señor Layton no sé si me hubiera atrevido. (...). Y uno de esos domingos en plena comida familiar, mi padre, con el ABC en la mano, dijo, creo recordar que no muy serio: Al parecer tendré que felicitarte por tu estreno”.
Anécdotas curiosas como cuando conoció a Mel Ferrer y Audrey Hepburn en el rodaje de una película o el día en que Lola Flores le contestó al teléfono: “¡Qué alegría hablar contigo porque eres un gran talento, de los mejores directores de España! –sin transición–, ¿cómo has dicho que te llamabas?”.
“Cuando venían los censores hacíamos la versión blanca y cuando se marchaban, la de verdad". José Carlos Plaza
Son historias tras el telón, de focos apagados, pero que brillan. Como aquella vez que Concha Velasco, ante el fracaso de taquilla del Cándido de Voltaire en Valencia, “acudió” en su ayuda. “Gracias a ella volvimos a Madrid, pagamos hoteles, viajes y alguna que otra deuda”, recuerda.
Hombre comprometido, el director repasa, además, los acontecimientos sociopolíticos de la historia reciente de nuestro país –el franquismo, la Transición y la democracia–. “Aprendimos a sortear la censura. Presentábamos ante la Junta de Censura Teatral un texto corregido y ensayábamos el real –recuerda–. Cuando venían los censores hacíamos la versión blanca y cuando se marchaban, volvíamos a ensayar la de verdad”.
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Más tarde, durante la segunda huelga de actores (1975), fue detenido junto a Antonio Malonda por participar en un piquete en el Teatro Bellas Artes. “La cárcel para nosotros, unos privilegiados, fueron dos días y medio de tranquilidad en los que nos aislaron y no nos hicieron nada”, confiesa, lo que no impidió que Plaza lo viviera con cierto desazón: “Dentro es un pozo negro que te ahoga y te obliga a agarrarte a la mínima posibilidad de respirar”, describe.
Aunque, sin duda, uno de los momentos más complicados de digerir en la vida del director fue el día de la muerte de su maestro y amigo William Layton. “La noticia me llegó a las diez de la mañana, tras uno de los últimos ensayos de La bella Helena –en Mérida–. Sin decir nada a nadie, ni a Ana o Charo ni siquiera a Paco, Mariano o a Pedro, pedí un taxi y me marché a Madrid sin maleta ni cartera ni papel alguno. No pensé ni sentí nada”, escribe.
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Director de actrices como Ana Belén, Concha Velasco, Berta Riaza o Charo López, con más de 80 óperas y 100 obras entre las que se encuentran éxitos como las Comedias bárbaras o La casa de Bernarda Alba, Plaza reconoce: “He pasado alternativamente de montar grandes tragedias en Mérida ante tres mil espectadores diarios, miles en alguna ópera, y decenas de miles en los conciertos de Ana y Víctor, a pequeños y oscuros locales, a veces antros, donde True West, La noche de las tríbadas o mi querida Historia del zoo constituyen broches de oro de mi carrera”.
Su historia es la historia de los escenarios. Ya lo decía él. “Teatro y siempre teatro”. Que siga la función.
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