Seamus Heaney: "El poeta debe dar respuesta a la crisis pero sin traicionar la integridad artística"
El Nobel norirlandés abre el ciclo Voces Europeas en el Círculo de Bellas Artes
5 febrero, 2009 01:00Seamus Heaney.
Alberto OjedaSeamus Heaney se asomaba esta mañana a través de los ventanales de una de las salas más altas del Círculo de Bellas Artes. La lluvia moteaba los cristales y nubes de amenazante grisura lamían los tejados de la ciudad. Un tiempo muy irlandés, debió pensar el poeta, ganador del Nobel en 1995. Y así, sintiéndose como en casa, empezó a hablar de poemas. "No de Poesía", matizó, dando entender su aversión por las grandilocuencias literarias.
Para empezar, explicó que en toda su obra late una tensión de fondo entre dos fuerzas: "el impulso lírico" y "la responsabilidad cívica". Heaney lleva toda la vida intentando que sus versos se mantengan en la frontera, sin caer a uno u otro lado. Cree, sí, que todo artista ha de "dar una respuesta a los desastres de su entorno". Pero para conseguirlo, afirma, "nunca debe traicionar su integridad artística". El autor de poemarios como Norte y El nivel espiritual citó como ejemplo de este equilibrismo indispensable a los poetas de la generación del 27, que con su talento creativo entregaron a la historia de la literatura una valiosa aportación, pero además levantaron acta de una época convulsa. Su obra, concluye el Nobel Irlandés, "un documento acreditativo de lo ocurrido en la Guerra Civil".
A él también le tocó vivir en mitad de un enconado enfrentamiento. Nació en Derry, condado perteneciente a Irlanda del Norte, la porción de la isla esmeralda bajo dominio de la corona británica. Aunque luego se trasladó a Belfast, la capital, para estudiar literatura en la Queen´s University. Allí conoció un ambiente envenado por la ira, la que se profesaban recíprocamente católicos y protestantes. Heaney no podía permanecer callado: "No era mi deber, pero era mi problema". Y no calló. Su voz tomó el cauce de la poesía, aún a sabiendas de que su empeño seguramente fuera esteril. "Escribir sirve para darle sentido a lo que estás viviendo y, aunque no solucione nada, al menos lo clarifica".
Cuestión de perspectiva
La rabia estuvo a punto de hacerle saltarse el pacto que había contraído consigo mismo, el de practicar un impecable funambulismo entre la estética y la política, entre el lirismo lúdico y el mensaje reivindicativo. "Era muy fácil entonces aliar mi poesía con el nacionalismo y escribir contra los ingleses", advierte Heaney. Pero él tenía un antídoto contra el maniqueísmo. Lo encontró, precisamente, en España, la primera vez que estuvo en nuestro país, allá por el año 1969.
En aquella visita a tierras hispánicas, Heaney se internó en el Museo del Prado. Era una visita obligatoria para todo hombre culto que se dejara caer por aquí. Aunque al poeta también le movieron motivos más perentorios para adentrarse en la pinacoteca: "Hacía calor y en Prado había una calma y un frescor muy agradable". Superado el sofoco, el poeta norirlandés llegó a las salas donde se agrupaba la pintura de Goya. Entonces, al encararse con Los fusilamientos del 3 mayo, quedó "fascinado". Cuando en 1972, en su condado natal, se produjo el Bloody Sunday, en el que las tropas británicas mataron 13 manifestantes católicos, Heaney se acordó del cuadro del pintor aragonés. "Aquella pintura me dio algo muy importante: perspectiva".
Ahora la perspectiva se la da el infarto sufrido hace tres años. "De hecho, no fue demasiado grave; a las cinco semanas ya estaba andando. Pero fue como un toque de advertencia", comenta. Aquella experiencia tuvo su reflejo en su labor literaria. La sangrienta disputa entre católicos y protestantes ya no se encuentra entre sus preocupaciones más urgentes. El poeta se ha replegado sobre sí mismo. En su último poemario, que está a punto de completar y que ha titulado Cadena humana, sus preocupaciones están centradas en el "amor, en el deseo de sobrevivir, en la amistad, en los viajes y en sus nietos". Heaney, al fin, ha vuelto a la intimidad.
Posdata
Y tómate tu tiempo alguna vez para ir al oeste,
al condado de Clare, a lo largo de Flaggy Shore,
en septiembre u octubre, cuando el viento
y la luz se trabajan mutuamente
de manera que, a un lado, el mar está revuelto
con espumas y brillos, y tierra adentro, entre las piedras,
los anclados relámpagos de una banda de cisnes
alumbran la extensión pizarrosa de un lago,
su plumaje curtido y encrespado, blanco en lo blanco,
sus cabezas adultas, de apariencia tenaz,
arrebujadas o enhiestas o atareadas bajo el agua.
Es inútil pensar que puedes aparcar y capturarlo
todo con más detalle. No estás ni aquí ni allá,
una urgencia por la que fluyen cosas extrañas y sabidas
mientras grandes y suaves zarandeos alcanzan el lateral del coche
y toman por sorpresa el corazón y lo abren de un soplo.
[Poema perteneciente a su último libro, Cadena humana]