La cultura frente al éxodo digital: los libros que reflexionan sobre el pasado y el futuro de Internet
- El debate sobre abandonar X gana fuerza en el ámbito cultural, con ensayos que exploran la crisis de las redes sociales y el papel de figuras como Elon Musk.
- Más información: Bluesky, el 'Twitter de siempre', no usa tus mensajes para entrenar IA, pero no puede evitar que otros lo hagan
¿Bluesky o X? ¿Alejarse de la toxicidad de la red social dominada por el magnate Elon Musk o quedarse para combatir la desinformación desde dentro? La disyuntiva sobre si merece la pena permanecer en una plataforma que parece más perjudicial que beneficiosa ha resurgido con fuerza, especialmente después de que medios internacionales como The Guardian, junto a otros nacionales como La Vanguardia, decidieran abandonar X (antiguo Twitter) tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Otros, como maldita.es, medio enfocado a desmentir bulos informativos, han defendido su permanencia en X como única forma de resistencia.
Este debate ha salpicado inevitablemente al mundo de la cultura. Mientras que escritores como Stephen King han decidido directamente abandonar la red social ("Me voy de Twitter. He intentado quedarme, pero el ambiente se ha vuelto demasiado tóxico"), otros como Gioconda Belli ("Me quiero ir de X. Me da mucha rabia tanta palabra que he dicho en Twitter, tantos que sigo y me siguen por años, para encontrarme que se ha convertido en un arma de Musk") o Jorge Carrión se han replanteado su continuidad y han decidido explorar alternativas como Threads (plataforma de Meta, que controla Instagram) o Bluesky, que promete ser "el Twitter de siempre".
Carrión, periodista, crítico cultural y autor de libros como Lo viral (2020), reflexionaba en Solaris, su newsletter quincenal, sobre el perfil de usuarios que han huido en desbandada a esta última plataforma: "La mayoría somos refugiados ideológicos parciales (nos sentimos muy incómodos con el hecho de que el dueño de X sea parte del gobierno de Trump, pero no renunciamos a nuestro capital simbólico ni a nuestro hábito en la vieja Twitter, con la que nos une un vínculo tanto de datos como al cabo sentimental)".
Gran parte de los usuarios de X han desarrollado en esta plataforma una identidad online a la que no están dispuestos a renunciar. Tampoco a esa antigüedad ni a un círculo de contactos tan necesarios para muchos oficios (véase freelance) en la era del networking.
Para Marta G. Franco, autora del ensayo Las redes son nuestras (Consonni, 2024),"cada vez más gente sabe aquello de 'cuando algo es gratis, es que el producto eres tú', pero sigue usando esas plataformas porque las necesita para su vida cotidiana. Necesitamos sin duda una visión más crítica, pero también alternativas accesibles y usables para que la crítica pueda llevarnos a cambiar nuestras realidades digitales".
La periodista y activista, en cuyo libro desgrana la historia de Internet y da pistas sobre cómo podemos recuperar nuestro espacio digital, cuenta a El Cultural su visión sobre esta nueva alternativa y por qué está funcionando tan bien (ya supera los 22 millones de usuarios en todo el mundo): "Bluesky tiene algunas ventajas sobre X porque da a sus usuarios mayor libertad para configurar los contenidos que ven y los que quieren bloquear. Quizá también resulte atractivo que el proyecto se presente con el propósito de llegar a ser descentralizado, de manera que se podría llegar a utilizar sin depender de la empresa propietaria. Lo que ocurre es que por ahora no es así", asegura.
"Su arquitectura implica que, a día de hoy, todos los usuarios dependen de un directorio que está en manos de esa empresa. Es decir, si en el futuro decidieran cambiar las condiciones del servicio, o cayera en manos de alguien como Elon Musk, sus usuarios estarían atrapados y no podrían irse fácilmente. Entiendo a quienes van a ella porque es un producto atractivo, pero tienen que ser conscientes que están metiéndose en una nueva plataforma comercial que podría acabar igual que todas las anteriores que han surgido de Silicon Valley", incide.
Uno de los grandes motivos de la desbandada de X es arrebatarle el control al emporio del líder ultraderechista Musk, nombrado recientemente director del Departamento de Eficiencia Gubernamental de EE. UU. En Las redes son nuestras, Franco defiende cómo la creación de Internet no solo estuvo en manos de un par de hombres “hechos a sí mismos”, sino que fue también un proceso colectivo y público. ¿Por qué ha calado tanto el mensaje de Silicon Valley?
"Resulta más atractivo contar historias con héroes y acciones simples de manera épica. Nos gusta pensar en grandes genios inventores, en lugar de un relato de colaboración y conocimiento compartido que avanza lentamente, que sería más aburrido pero más fiel a cómo ocurre el desarrollo científico", asegura la autora. Publicidad, inversores y marketing. "No es casualidad que tengamos tantas biografías de Steve Jobs y Mark Zuckerberg y ninguna de Tim Berners Lee o Vinton Cerf, por ejemplo", incide.
En los últimos años, además de memorias de emprendedores y tiburones empresariales, el sector editorial también ha acogido numerosos ensayos que han intentado analizar los comportamientos, casi sociopáticos, de estos personajes. Entre ellos, el filósofo argentino Michel Nieva, autor de Ciencia ficción capitalista (Anagrama, 2024) o Douglas Rushkoff , escritor y experto en tecnología, en La supervivencia de los más ricos (Capitán Swing, 2023), quienes reflexionan en sus obras sobre los "delirios capitalistas" de Jeff Bezos, fundador de Amazon, o el propio Musk, que no conformes con haber conquistado el planeta Tierra, ya están buscando alternativas para colonizar el espacio exterior.
En 2022, cuando Elon Musk se convirtió en propietario de Twitter, hubo un primer intento de abandonar la plataforma. En ese momento fue Mastodon la gran alternativa al "pájaro azul", una red social similar, pero que funciona utilizando una federación descentralizada de servidores, por lo que no está controlada por una única empresa o servidor. Tras un furor inicial, mucha gente tiró la toalla y y volvió a esa gran "plaza" donde cada vez imperan más los mensajes de odio, bots y trols.
"Creo que Bluesky tendrá más suerte porque se está centrando en construir un Twitter alternativo, con características similares, que será capaz de generar las mismas dinámicas de viralidad y cierta adicción. El hecho de ser una empresa receptora de millones de dólares por parte de inversores de capital de riesgo también supone que tiene mucha más capacidad de enfrentar el reto de la acogida que Mastodon, que gestionan pocas personas sin ánimo de lucro", explica Franco, fiel defensora del "mastodonte" como sustituto.
"Mastodon ha decidido no centrarse en los algoritmos de recomendación de contenidos, lo cual es una apuesta por conseguir un espacio de diálogo más sano, lejos de la estridencia y la polarización, pero evidentemente también hace que sea más difícil iniciarse en la plataforma. Tienes que ir encontrando el contenido que te interesa activamente, poco a poco, y así es más difícil engancharse", reconoce.
Muchos usuarios han bromeado con que no quieren abandonar X por miedo a aburrirse en Bluesky, pero lo cierto es que la plataforma ha cambiado radicalmente con el paso del tiempo. "Hoy Twitter es 90% odio y 10% información. Hay algo en la libertad que ofrece y en su espíritu de puertas abiertas que da rienda suelta a cualquier tipo de expresión sin ningún control, que realmente asusta y abruma", aseguró la dramaturga Anna Serrano a El Cultural.
Tras arrasar en Barcelona, la catalana ha presentado en Madrid Cacophony, una adaptación teatral de la novela homónima de Molly Taylor, inspirada en el libro So You've Been Publicly Shamed (2018) de Jon Ronson. La obra alerta sobre el poder, la crueldad y la rapidez con la que pasamos de encumbrar a lapidar a alguien hoy en día en redes sociales, y reflexiona sobre como todo esto ha contribuido a generar un ambiente nocivo para la salud mental.
Lejos parece haber quedado esa época en la que las redes sociales eran un lugar seguro de bullies, cuyo objetivo no era otro que estrechar lazos y achicar fronteras. Esa década gloriosa, la de los años 90, se refleja en novelas recientes como Fuego en la garganta de Beatriz Serrano, última finalista del Premio Planeta, cuyas protagonistas empiezan forjando una amistad online que trasciende con creces el mundo virtual.
"Los de Blanca eran años en los que las redes eran una vía de escape. Era un lugar donde conectar con gente con tus mismos gustos que de otra manera no podrías haber conocido porque vivía a muchos kilómetros de ti. Era un mundo que, pese a ser vastísimo, era mucho más sencillo, más amigable. Es normal que haya cierta nostalgia en el recuerdo de aquel Internet", aseguró la autora a El Cultural.
Foros como Reddit o Discord recuerdan a ese espíritu colaborativo y comunal, pero, apunta Marta G. Franco, "aunque dentro de ellas existen espacios de diálogo donde se debate y se comparte contenido de una manera no mediada por algoritmos, son plataformas pertenecientes a empresas privadas y por tanto con el mismo problema de centralización y dependencia de sus inversores".
Por eso, para ella, la única forma de regresar a la esencia de la red pasa por apostar por la descentralización y la toma de protagonismo de ciudadanía e instituciones públicas en su desarrollo. "Creo que el fediverso, que es el conjunto de plataformas sociales descentralizadas y federadas entre las que se encuentra Mastodon, tiene más potencial para recuperar el Internet de los inicios, donde la innovación no caía bajo el control de unas pocas empresas", señala.
Una teoría que también defienden escritores como Ekaitz Cancela, periodista e investigador vasco, en Utopías digitales (Verso, 2023), un alegato a favor de la tecnología libre y autónoma, o Ben Tarnoff, fundador de la revista tecnológica Logic, cuyo libro, Internet para la gente: La lucha por nuestro futuro digital (Debate), se publicará en España en febrero de 2025.
También iniciativas como el Proyecto UNA, colectivo milenial de escritura, que desde una perspectiva comunitaria y anticapitalista, exploran las luchas de poder en los medios y el mundo offline, y denuncian cómo Internet se ha convertido más en un centro comercial que en una plaza pública, en el que los participantes son o bien consumidores o bien producto.
A pesar de que el panorama se vislumbra complejo, "las redes sociales son solo una parte de Internet", recuerda Marta G. Franco. "Con todos sus fallos, Internet sigue siendo la herramienta de comunicación y acceso al conocimiento más poderosa, universal y democrática creada por la humanidad. Sigue teniendo un potencial enorme y es por eso por lo que merece la pena luchar por su futuro".