'Victoria', de Paloma Sánchez-Garnica: un folletín dirigido al gran público que vale un Premio Planeta
- La novela cuenta la historia de una mujer que subsiste en Berlín tras la Segunda Guerra Mundial junto a su hermana Rebecca y su hija Hedy.
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Desde hace un tiempo los premios literarios no gozan de buena salud porque los lectores perciben que en algunos de ellos no siempre triunfa la calidad. Entre los diferentes tipos de galardones se pueden distinguir los institucionales y los comerciales. Los primeros son otorgados por un organismo público cuyo jurado debería ser fiel a criterios de carácter exclusivamente literario.
El problema en estos casos suele ser de índole política porque lo habitual es que se concedan a escritores cuya ideología está en sintonía con la del gobierno de turno, lo que afecta tanto a la administración estatal como a las comunidades autónomas.
En los premios comerciales las dificultades son otras. Al ser creados por empresas, prevalece en ellos la finalidad crematística, de modo que las editoriales que los convocan esperan no solo recuperar la gratificación que reciben los ganadores, sino que confían en poder aumentar sus beneficios.
De ahí que, comúnmente, distingan a escritores cuyas obras puedan devolver con creces el coste invertido porque van a ser adquiridas por un número importante de compradores. Dado que se trata de entidades privadas, no hay nada que objetar a sus campañas de marketing. La misión de la crítica, no obstante, consiste en orientar a los lectores sobre los valores estéticos de las obras que se publican.
Victoria, el último Premio Planeta, cuenta la historia de una mujer que subsiste en Berlín tras la Segunda Guerra Mundial junto a su hermana Rebecca y su hija Hedy. El mundo parece desmoronarse y los ciudadanos malviven en una urbe arrasada y dividida en sectores por la que es difícil transitar y en la que, para conseguir cualquier producto de primera necesidad, hay que recurrir al mercado negro.
La situación de Victoria, que así se llama la protagonista, es tan difícil y comprometida como cualquiera pueda imaginar. A lo largo de la trama se verá envuelta en abundantes peripecias que la llevarán a los Estados Unidos y tendrá que tomar decisiones de consecuencias terribles para ella y para su familia.
Victoria es una novela bien escrita, ambientada y documentada, compuesta con mucho oficio y dedicación (menos acusada, sin embargo, hacia el final), con una clara voluntad constructiva. En este sentido, su autora pone atención en cerrar todas las intrigas, aunque sean secundarias, para no dejar cabos sueltos. La acción, demasiado compleja, está plagada de lances que se explican de forma pormenorizada.
'Victoria' es una novela bien escrita, ambientada y documentada, compuesta con mucho oficio y dedicación
De ello se encarga un narrador omnisciente que, como decía Delibes, coge de la mano al lector y no lo suelta, dirigiendo su interpretación de los hechos y cerrándole la posibilidad de dejar libre su imaginación. Victoria es, en gran medida, un texto heredero de los folletines decimonónicos (se mezclan en él, además, diversos subgéneros como la novela de aventuras, la política, la histórica, la de espías o la de amor romántico) que resultará fácilmente adaptable a una serie televisiva de época.
Sus personajes, incluso los principales, encajan en una clasificación maniquea de buenos y malos y, según la denominación de Forster, se definen como planos. Muestra de ello son el perverso Lugovoy o el marido de Katie, pero también el juez Coleman y su mujer, e incluso Rebecca, Hedy y Victoria –cuyo comportamiento a veces peca de incoherente–, a pesar de ciertos esfuerzos por lo contrario que no siempre se consuman.
Compuesta por numerosos argumentos, como señalé, algunos resultan inverosímiles en exceso. No es creíble, por ejemplo, que después de los terribles hechos de Nueva York la protagonista rehaga su vida en Berlín y apenas rememore su vida anterior, como tampoco lo es el desenlace de Lugovoy. Una novela, en definitiva, dirigida al gran público.