
Julio Camba. Foto de archivo
Corresponsal, 'gourmet' y anarquista: Julio Camba, 'el hombre que no quería ser nada' y lo fue todo
El Círculo de Bellas Artes de Madrid acoge el viernes 28 de febrero la 'première' de un nuevo documental sobre el columnista gallego dirigido por Asier Álvarez.
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Imagínense a un hombre vestido con un chaqué muy mal cortado. Avanza hacia ustedes arrastrando los pies. De pronto se para en seco, se inclina marcialmente, como a la espera de una orden militar, y exclama, no sin cierta prosopopeya: "Mi nombre es Camba".
Su nombre, realmente, era Julio, de apellido Camba, y fue uno de los mejores y más fecundos columnistas del panorama periodístico español del siglo XX. Exortando a sus lectores a imaginar esta escena, se presentaba en su primera columna en el periódico ABC, titulada Mi nombre es Camba. "La idea que yo les dé a ustedes de Alemania, desde este Berlín, será casi siempre una idea personal, y por esto necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que ustedes no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma", concluía.
Camba pedía que lo conocieran antes de seguir leyéndole y, en cambio, no se dejaba ver mas que a través de sus textos. De estos hay cientos; de documentos gráficos o sonoros en el que el autor dé cuenta de su forma de ser más allá de la tinta y el papel, más bien pocos (las únicas imágenes en movimiento que se conocen de Camba son de su entierro). Es este misterio que envuelve a la persona detrás del personaje —que, para más inri, vertía descaradamente su subjetividad en cada uno de sus escritos— el que, probablemente, esté detrás del creciente interés que despierta su figura.

A las biografías, recopilatorios y exposiciones que han llegado estos últimos años se le suma ahora el documental Julio Camba, el hombre que no quería ser nada, una obra de Asier Álvarez que se estrena el 28 de febrero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Que no quisiera ser nada ni nadie, lo descubriría Camba con el paso del tiempo y durante los muchos viajes a los que le llevó su oficio. Pero antes de esa ligera misantropía aderezada con diletantismo y retranca que le era tan propia, hubo un incipiente anarquista que soñaba con salir de su tierra. "Julio Camba fue un niño rebelde, incorregible, que era capaz de sacar de sus casillas tanto a sus padres, como al maestro, como al cura", apunta Benito Leiro, periodista y biógrafo, al principio del documental. Un rapaz tan indomable que a los 13 años decidió viajar como polizón en un barco a Buenos Aires para huir de la disciplina que le intentaban imponer en la escuela y en su casa".
"La escuela rural es un lugar de tortura donde me enviaban mis padres para castigarme. [...] Lo malo es que de la escuela se sale con un odio terrible al estudio", explicaba Camba en una de sus columnas. Nacido en Vilanova de Arousa en 1882, cultivó desde pequeño un rechazo a la autoridad que, creciendo y formándose entre círculos revolucionarios de Argentina, se tradujo durante su juventud en una convencida postura anarquista.
Pese al enfoque biográfico de la obra, el documental no comienza con el primer período del joven Camba en Galicia o en su precoz periplo en Argentina, sino en el crepúsculo de su vida. Durante casi 13 años, el columnista vivió sólo en una habitación del Hotel Palace de Madrid. Allí, comenta el documental que "siguió dándose su habitual baño diario", algo sagrado para él. Vida de ermitaño anacoreta, sí, pero burgués. El joven anarquista había sido reemplazado, al final de su vida, por un anciano que gustaba de vivir entre los oros y algodones del lujo.
Lo que había sucedido entre medias es, sencillamente, la vida, y es en lo que se centra el grueso del documental de Asier Álvarez. La labor como escritor y articulista de Camba comenzó incluso antes de su primera travesía por el Atlántico, en los periódicos locales, pero fue en Argentina donde "hizo callo" en los medios afines al movimiento revolucionario, además de escribiendo panfletos y proclamas. No obstante, en 1902 es expulsado del país por una nueva iniciativa del gobierno argentino que expulsaba a los extranjeros por la equivocada creencia de que el anarquismo era un "mal" que venía de fuera. "Camba fue —señala el documental de Álvarez— el primer inmigrante al que le salió gratis el viaje de ida y el de vuelta".
De vuelta en España continuó publicando artículos en distintos medios, entre los que se encuentra Rebelde, un periódico fundado por él mismo junto a Antonio Apolo. Pero el idilio ácrata no le duraría mucho. En 1906, un tal Antonio Morral lanzaba un ramo de flores con una bomba de fabricación casera en su interior contra la carroza que transportaba al rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia en el día de su boda. El objeto chocó en su trayectoria con el cableado del tranvia. El regicidio quedó frustrado, pero segó por el camino la vida de 25 de personas. El terrorista, que fue arrestado y murió en extrañas circunstancias días después, llevaba en sus bolsillos la credencial que había sacado Camba para cubrir la ceremonia.
"[La de Camba] es la transición del hombre que cree, y cree mucho, en la revolución, al hombre que no cree en nada". Carlos Plusvalías
Aunque más tarde se pudo demostrar que Camba no tenía relación con Morral, esta experiencia traumática marca el cambio de rumbo en la ideología del gallego. Con todo, no es la única razón que remarca el documental de Álvarez: "Camba se da cuenta de que esa revolución que está buscando no va a suceder y dice 'mis artículos van a ser leídos y no van a provocar ni un motín ni un levantamiento'". "Es la transición del hombre que cree, y cree mucho, en la revolución, al hombre que no cree en nada", sentencia el guionista Carlos Plusvalías, uno de los participantes en Julio Camba, el hombre que no quería ser nada.
A partir de entonces se sucedieron sus colaboraciones en distintos medios de tirada nacional, como El País o el ABC, cumpliendo principalmente la función de corresponsal en el extranjero. Famosas son sus crónicas de viajes en las que, más que París, Estambul, Londres o Nueva York, el lector conoce las impresiones profundamente subjetivas e irónicas de un hombre. Fue tal su distanciamiento de la izquierda revolucionaria, que durante la Guerra Civil expresó sus simpatías hacia el franquismo en el ABC Sevilla. A esto le siguió un cada vez más acusado aislamiento voluntario.
Tal y como subralla el título del documental, Camba, llegado a un punto, ya no quería ser nada. Ni la ambición ni las utopías le quitaban el sueño al columnista. Como mucho, lo que más deseaba era sentarse frente a un suculento plato de comida. Famosas son sus columnas dedicadas a su desaforada pasión culinaria. La revolución, el futuro y las desavenencias del ser humano le traían sin cuidado. Solo le preocupaba su baño diario y seguir profundizando en el sibarita arte del buen comer. ¿Y alguien le puede culpar?