Samantha Schweblin. Foto: Ivan Giménez / Seix Barral

Samantha Schweblin. Foto: Ivan Giménez / Seix Barral

Letras

Samanta Schweblin publica 'El buen mal': "Si una historia no es perturbadora, ¿qué sentido tiene escribirla?"

La escritora argentina, que en 2022 ganó el National Book Award por 'Siete casas vacías', vuelve con una nueva hornada de cuentos inquietantes.

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Ángel Mora
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Al comienzo del cuento que inaugura El buen mal (Seix Barral), la nueva obra de Samanta Schweblin, una mujer se ahoga mientras sus pies arañan el lecho marino. Como una Virginia Woolf moderna y argentina, ha llegado hasta allí gracias al peso de unas piedras. Solo que al contrario que la autora de La señora Dalloway, de pronto decide que sus pulmones ya han tenido suficiente agua y sube a la superficie. "Me preguntaba qué nos pasaba con la muerte, que obsesiona tanto a la literatura. Pero siempre está al final. Decidí ver hasta dónde llegaba si comenzaba con una muerte y me mantenía en el realismo", apuntaba la escritora afincada en Berlín durante la presentación de su libro.

Samanta Schweblin es una maestra en eso de encapsular en historias una buena dosis de tensión perturbadora. Así lo hizo en Siete casas vacías, el trabajo que publicó en 2015 y le valió el premio Ribera del Duero y, más tarde, en 2022, el National Book Award cuando la traducción al inglés llegó a las librerías estadounidenses. Ahora, y tras su novela Kentukis, repite formato con El buen mal, publicado en España el pasado 5 de marzo.

Pero aun así, Schweblin no ve diferencia entre una novela y un cuento. "No pienso en la extensión cuando escribo. Que una historia tenga 20 páginas y otra 250 es sencillamente porque lo pide", afirma. "Yo quiero ver cómo una historia colapsa. Es ahí y solo ahí cuando decido acabar".

La escritora porteña defiende además el poder del cuento. A la posibilidad que se le plantea de que la escritura de un relato breve puede hacer que su autor pueda ser tachado de "perezoso", ella responde con una rotunda negativa: "Es todo lo contrario, cuando escribes una historia larga, es más fácil continuar con los mismos personajes y lugares. Ya los tienes creados, los conoces. Pero con el cuento es totalmente distinto, tienes que volver a crear desde cero continuamente".

Obedeciendo a su título, Siete casas vacías contenía siete historias donde el terror se trasladaba a los aspectos cotidianos de la vida. En esta ocasión el número de cuentos se reduce a seis pero mantiene esa incomodidad que reside en lo humano y le es propia a la prosa de Schweblin. La autora, de hecho, no encuentra otra razón para seguir creando: "¿Si una historia no es perturbadora qué sentido tiene escribirla?", le pregunta al aire o a sí misma.

"Un texto es una serie de comandos extremadamente específicos que a lo largo de 20 paginas logra colocar esa emoción en el interior de alguien más".

A ese extrañamiento incómodo lo acompaña la imperante necesidad de compartir lo que cada uno de nosotros tenemos en nuestro interior: "Lo que sentimos es terriblemente específico. La razón por la que yo escribo es que un texto es una serie de comandos extremadamente específicos que a lo largo de 20 páginas logra colocar esa emoción en el interior de alguien más”, señala la autora argentina. "Necesitas hacer una serie terrible de movimientos para que el lector empiece a sentir eso”.

En cuanto a su forma de trabajar, Schweblin dice que lo primero que necesita para comenzar a escribir una nueva obra es "descubrir cuál es el lugar emocional que van a compartir los relatos" y al que quiere llevar al lector. "Un cuento no es una antología de cositas que voy escribiendo —apostilla—, sino que es en sí un mensaje. Están juntos por una razón. Tienen una energía unificada que los lleva hacia ese lugar".

Portada española de 'El buen mal', de Samantha Schweblin

Portada española de 'El buen mal', de Samantha Schweblin

Es la del "cuentista" una tradición muy arraigada en la literatura argentina. Schweblin reconoce la influencia de una serie de autores como Bioy Casares, Cortázar o Borges que, dice, no son sus padres, sino sus abuelos y, como tales, "no tienes la misma relación como con tus padres, con los abuelos te diviertes, juegas, no tienes las peleas ni la necesidad de responderles y enfrentarles como tienes con tus padres".

Pero Schweblin no se olvida de las mujeres autoras que antes no le habían influenciado "sencillamente porque no existió la oportunidad de conocerlas hasta muy tarde". "Creo que las generaciones que se están formando ahora serán capaces de demostrar la importancia de estas autoras y podremos ver efectos en su literatura que no vemos en la de hoy, porque han tenido la suerte de conocerlas en su proceso formativo". Silvina Ocampo, María Luisa Bombal o Lucía Berlín son algunos de los nombres que la autora de El buen mal admite haber conocido "demasiado tarde".

Autoras, afirma, "de primer nivel, que no se entiende que no estuvieran en lo más alto". "Eran las tías locas que estaban encerradas en el sótano". Pero pese a la reivindicación que lleva consigo esta afirmación, Schweblin rechaza la idea que se escucha hoy en día de que la mejor literatura que se está escribiendo hoy en día sea obra de mujeres: "Yo creo que antes esas voces no se escuchaban y ofrecen perspectivas diferentes, pero no creo que sea necesariamente mejor".

Schweblin, que ahora mismo está trabajando en una nueva novela y en varios cuentos, ha terminado hablando de la situación que se está viviendo en Argentina: "Yo siempre digo que en mi país estamos viviendo en el futuro, porque se está viendo en la política lo que en un año se verá en Europa".