Javier Velaza, ganador del XXXVII Premio Loewe. Foto cedida por la Fundación Loewe

Javier Velaza, ganador del XXXVII Premio Loewe. Foto cedida por la Fundación Loewe

Letras

Javier Velaza, Premio Loewe: "Trump no se entiende sin la influencia de la 'Eneida' en la fundación de Estados Unidos"

El poeta recoge este miércoles en el madrileño Hotel Ritz el prestigioso galardón, dotado con 30.000 euros, por su libro 'Las ignorancias'.

Más información: Javier Velaza gana el Premio Loewe de Poesía con un libro que explora la ignorancia del ser humano

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Javier Velaza (Tudela, Navarra, 1963) ha consagrado su obra poética al elogio del no saber, "el don que hace sublime / cada cosa sencilla que acontece". Son algunos de los versos que nos deslumbran de su último libro, Las ignorancias, reconocido con el prestigio Premio Loewe, dotado con 30.000 euros en su XXXVII edición. Un canto a lo mínimo, al vuelo de un ave, a la ilusión que cabe en "Una millonésima de segundo" —el título de un poema— y consiste en contemplar un rostro que "se convierte en la única razón de todo lo existente y lo existido".

Se equivocará quien piense que esta propensión a lo liviano, a lo frágil, está reñida con la profundidad. El jurado del Loewe, presidido por Víctor García de la Concha e integrado por Gioconda Belli, Carme Riera, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena y Diego Roel, ganador de la anterior edición, reflejó en el acta las virtudes de este libro "clásico pero moderno", escrito con un "absoluto dominio del ritmo y la versificación", además de "un alto contenido moral, con una arquitectura muy bien trabada y sólidamente construida, que le da una rotunda firmeza".

"¿Para qué empezaría alguien a escribir un poema cuyo final conozca?", sugiere Velaza, como una declaración de intenciones. El autor de El campamento de los aqueos (Premio Ciudad de Melilla 2020) vuelve a invocar a los clásicos para referirse a Dios, con dosificada ironía, como el ente "bondadoso que genera el mal" y es "tan omnipotente que no existe". Consciente de que todo es imperfecto, nos lega un luminoso poema a la "Tara" y, entre otros hallazgos bellísimos, define a la orilla como "ese sitio donde desiste el mar por un instante". Este miércoles recogerá el premio a las 12:30 horas en el madrileño Hotel Ritz.

Pregunta. La ignorancia o la incomprensión del mundo es una constante en su obra. ¿Qué le inquieta y qué le seduce?

Respuesta. La ignorancia es una noción muy compleja y por eso el libro lleva el título de Las ignorancias, en plural. Por un lado, el ser humano no sabe, pero sabe que no sabe: es lo que se llamó la "docta ignorancia", que viene desde Sócrates a través de Nicolás de Cusa y que es la base de todo conocimiento y de la ciencia en sí misma. Por otro lado, existe una ignorancia que podríamos llamar física, es decir, una imposibilidad de conocer mediante nuestras herramientas, que son la percepción y el lenguaje.

»Y también existe una ignorancia metafísica, que es la de los místicos, lo que un tratado anónimo inglés del siglo XIV denominó The Cloud of Unknowing, 'La nube del No-saber', y que Juan de la Cruz sintetizó en su "no saber sabiendo". Y existe asimismo una ignorancia voluntaria, la del homo ignorans, que elige no saber para evitar la angustia que provoca el conocimiento. Todas esas ignorancias son las que explora este poemario, con la intención de extraer de ellas un compromiso vital y humanístico.

P. Es muy interesante su conciencia de la imperfección, teniendo en cuenta su pasión por la estética griega, tan proclive a la búsqueda de la armonía y la excelencia, la proporción áurea…

R. Conviene no simplificar el pensamiento griego, que fue extraordinariamente variado. Gorgias, por ejemplo, un sofista siciliano que vivió entre los siglos V y IV a. C, dijo: Nada existe. Si algo existiera, sería incognoscible. Si algo existiera y fuera cognoscible, sería incomunicable.

»Son tres tesis modernísimas, porque se adelantan casi veinticinco siglos a tres de los problemas más radicales que tienen hoy planteadas nuestras ciencias y nuestra filosofía: el de si existe una "realidad", el de si tenemos medios para conocerla y el de si el lenguaje, que es nuestra herramienta de conocimiento y comunicación, es suficientemente capaz de abordarla. Pero de Gorgias me interesa, sobre todo, que esa visión negativa no le condujo al nihilismo, sino que dedicó su vida a la enseñanza. Me parece una apuesta ética y estética muy hermosa, que siempre he hecho mía.

"Los clásicos son estrictamente contemporáneos nuestros. En realidad, solo nos separan de ellos unos cuantos progresos técnicos"

P. Imagino que de su formación se derivan las referencias constantes a la cultura clásica: figuras como Gorgias, precisamente, personajes como las nereidas, alusiones a los mitos… ¿Qué pueden hacer los clásicos por nosotros en un mundo que les da la espalda?

R. Desde el punto de vista humano, los clásicos son estrictamente contemporáneos nuestros. En realidad, solo nos separan de ellos unos cuantos progresos técnicos, pero nada significativo o trascendente: sus preocupaciones, sus ignorancias, sus grandezas y sus miserias son las mismas que las que nos afectan hoy mismo a todos.

»Por lo demás, en el mundo occidental existe una línea de continuidad histórica intacta, de modo que solo puede comprenderse el presente si se conoce el mundo clásico: lo que está sucediendo estos últimos días, por ejemplo, en Ucrania, o la propia figura de Trump, no se entienden sin conocer la influencia de la Eneida de Virgilio en la fundación de los Estados Unidos.

P. Creo que usted participó en el desciframiento de unas palabras inscritas en una mano de bronce descubierta en un yacimiento arqueológico del valle de Aranguren (Navarra): la inscripción más antigua en lengua vasca que se conoce hasta el momento. ¿Qué relación tiene la arqueología con la poesía: lo perdurable, el desenterramiento…?

R. La arqueología, la historia y la filología son ciencias que buscan el conocimiento del pasado, pero no solo por un anhelo romántico, sino por lo que ese pasado nos pueda explicar de nuestro presente. La poesía es una forma diferente de conocimiento, está en otro plano: no sigue las reglas del método científico, sino las de una razón particular, la razón poética. Pero a veces unas y otra confluyen o se entrecruzan y creo que eso sucede en algunos poemas de Las ignorancias.

P. Como experto en lingüística comparada y estudioso de las lenguas y escrituras antiguas de la península ibérica, suponemos que su relación con el lenguaje es muy intensa. ¿Cómo ha encontrado su propia expresión para la poesía?

R. Seamos o no conscientes de ello, todos tenemos una relación extraordinariamente intensa con el lenguaje. No es solo nuestro principal instrumento de comunicación –mucho más usado y desarrollado que otros como la música y la imagen–, sino que es, sobre todo, nuestra herramienta de conocimiento y construcción del mundo. En buena medida, somos esclavos de nuestro lenguaje: de la capacidad que cada uno tiene de emplear esa herramienta y del modo en que lo hace depende de manera directa su vivencia de la realidad.

»La poesía es a la vez lenguaje y metalenguaje: el poeta crea su propio lenguaje a partir del lenguaje común y con ello determina en gran medida quién es su lector. En mi caso, existe una voluntad de comunicación con un lector amplio, sin que ello suponga renunciar a diversos niveles de lectura, de acceso al poema.

"Nada duradero ni humano se ha construido nunca por la fuerza. Y esa es una lección que nos cuesta mucho asimilar"

P. "Es sobre lo débil donde se sostiene el universo", leemos. Y que "lo fuerte, sin embargo, solo es útil para el designio de la destrucción". Subyace aquí un discurso —"la fuerza insuperable de los débiles"— a la contra del mensaje imperante, ese que nos espolea a cultivar nuestra autoestima para ser aguerridos frente al mundo.

R. En efecto, ese es un poema que hoy puede sonar transgresor, porque impugna la figura del héroe clásico cuyo paradigma puede ser Aquiles –que era poco más que un asesino compulsivo– y elogia la debilidad, el poder de lo frágil. Contra lo que parece creerse, nada duradero ni humano se ha construido nunca por la fuerza. Y esa es una lección que nos cuesta mucho asimilar.

P. Supongo que en más de una ocasión habrán relacionado sus poemas con algunos de sus contemporáneos, como Luis Alberto de Cuenca, Eloy Sánchez Rosillo, Aurora Luque… ¿Se siente vinculado a estos poetas? ¿Los lee, los conoce…?

R. Los que menciona son poetas a los que admiro mucho: añada sin duda a Jaime Siles y a Juan Antonio González Iglesias, pero también a Luis Antonio de Villena, a Antonio Colinas y a Luis García Montero, por más que sus poéticas respectivas sean muy diferentes.

»Como lector, mis gustos poéticos son muy amplios e inclusivos, porque creo que cada poeta representa una experiencia de indagación que solo él puede llevar a cabo: es un explorador que ha ido a un lugar al que nosotros nunca iremos –porque en realidad no existe– y que nos trae de allí algo para ofrecernos generosamente. Toda poesía es así un acto de piedad y de altruismo.

P. En el conjunto se advierte un notable contrapunto entre lo arcaico y lo contemporáneo: de Gorgias, Vitruvio, Ovidio y Hesíodo al turismo o al jogging. ¿Cómo ha manejado ese equilibrio?

R. Como le digo, creo que todo eso es contemporáneo. En la historia de la humanidad, los dos mil años que nos separan de Ovidio no son nada: discrepó de Augusto y fue exiliado, nada nuevo. Tras el poema "Jogging" late en parte el concepto de mens sana in corpore sano que acuñó Juvenal en el siglo I; un contemporáneo suyo, Marcial, se quejaba del ruido insoportable que impedía dormir en Roma o se hacía eco de los desahucios que se llevaban a cabo allí. Pero en Las ignorancias todos esos elementos están triturados y convertidos en materia poética.

P. Por último, una curiosidad: en el poema "Nada", un romance alejandrino, no establece los dos espacios para dividir las tres estrofas que lo componen. ¿Pretendía camuflar la composición?

R. La mayor parte de mi poesía es métrica o, cuando menos, rítmica, y en este libro lo es de manera muy clara, con predominio del endecasílabo y el alejandrino. A pesar de ello, raramente empleo la rima, pero, efectivamente, en eso el poema "Nada" es una excepción, porque está compuesto por doce alejandrinos con rima asonante en los pares. Creo que cada poema reclama, o mejor aún, impone su propia arquitectura y su ritmo específico, y así sucede también en este.