
Fer Rivas (izquierda) y Lucy Sante coinciden en las librerías con 'Yo era un chico' y 'Ella era yo', respectivamente
Fer Rivas y Lucy Sante, cuando la transexualidad deviene viaje, superación y, finalmente, libro
Las dos escritoras trans se suman a un universo literario en expansión que explora las complejidades de la identidad para visibilizar sus luchas y experiencias.
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"De repente, fue muy fácil, algo completamente natural. Me adentré en un lugar con muchísima luz", cuenta Fer Rivas (Barcelona, 1994), escritora, directora de escena y dramaturga, a El Cultural en una cafetería madrileña. "La gente asocia la transexualidad con la hormonación, las operaciones, la performance, cuando para mí es todo lo contrario".
Transitar: viajar o caminar, hacer tránsitos. Implica la posibilidad de elegir entre múltiples opciones. "Es dejar de hacer muchísimas cosas violentas y empezar a conectar conmigo misma, con la gente con la que me identifico, con mis emociones", explica con voz vibrante, narrando su proceso y su historia.
Para ella, la transexualidad es habitar la identidad de género desde un lugar más libre. Sin embargo, el modelo capitalista en el que vivimos necesita etiquetarlo todo, generando narrativas estancadas. Rivas, con sus gafas grandes enmarcando la mirada, su pelo ondulado y una voz llena de fuerza, acaba de publicar Yo era un chico (Sexto Piso), un libro que se suma a la creciente literatura sobre la transición de género.

Alana S. Portero, Camila Sosa Villada, Miquel Missé y Lucy Sante han abierto una cuestión fundamental: cómo la literatura LGTBIQ+ sigue estando arrinconada, sin posibilidad de conquistar la literatura universal. Pero la narrativa trans no solo habla de quienes han transitado su identidad de género sino que nos interpela a todos.
"No quiero que toda la literatura que aborde estos temas tenga que ser escrita únicamente por personas trans. Es para todos", afirma Lucy Sante (Verviers, Bélgica, 1954). Su libro Ella era yo (Libros del K.O.) acaba de publicarse en España y, en una entrevista con El Cultural, reflexiona sobre cómo uno de sus amigos más antiguos, Gary, solía decir: "No soy un escritor gay. Soy un escritor que es gay". De la misma manera, Sante no es una escritora trans. Es, ante todo, una escritora que cuenta historias.
Sesenta años
"De alguna u otra manera, he estado escribiendo este libro en mi cabeza durante 60 años. Entonces fluyó como una gran inundación". Lucy Sante cuenta que salió del armario a los 66 años y que quiso narrar la historia de su transición junto con el resto de su vida antes de tomar esta decisión. "Nunca había escrito un libro como este", afirma la autora. Ella era yo es la historia de su vida, de su exploración de las identidades de género y de su transición.
Tuvo que condensar 69 años en 224 páginas. Pero, finalmente, estaba hablando de eso. Escribió el libro en dos meses, sin descanso, durante mañanas, tardes y noches. "Fue parte del proceso de transición. Salí del armario para mí misma, para mi terapeuta, para mi pareja, para mi hijo, para Instagram, para Vanity Fair. Y esto fue una reafirmación constante de decir: 'Sí, esta soy yo y esta es mi historia'".
Sante señala que ahora existe mucha literatura trans, escrita por y para personas trans, pero que, debido a su edad y a la sociedad en la que ha vivido, no encontraba referentes más allá de sí misma. "Aún sigo en este mundo", suspira. Sesenta años después, encontró el coraje para gritar su mayor secreto, aquel que pensaba llevarse a la tumba.
Su vida siguió casi igual, "excepto que perdí mi relación de 14 años. Eso fue difícil". Sin embargo, su familia y sus amigos la apoyaron. Aunque sigue siendo 40 años mayor que la mayoría de las personas trans, su libro es un testimonio de la importancia de reflexionar sobre estas cuestiones.
Escribir para romper barreras
Más joven, pero con el mismo espíritu inquieto, Fer Rivas tenía claro que esa historia solo podía contarla desde el yo. Escribió Yo era un chico en su lengua materna, el catalán, y en primera persona, porque para ella era necesario ese yo para construir un nosotros. "Quería hablar de temas que me atravesaban y preocupaban, pero siempre con una mirada literaria, trascendiendo mi propia experiencia".
La novela es una exploración profunda de la adolescencia, la identidad y el duelo por la muerte del padre. La historia se centra en un joven de dieciséis años que visita a su padre en coma en el hospital y se enfrenta a la posibilidad de revelarle su verdadera identidad, junto con los sentimientos de vergüenza y miedo que siempre ha albergado hacia él.

Portada de 'Yo era un chico', de Fer Rivas (Sexto Piso)
Es un libro explícito, pero también poético, que no solo aborda su transición de género, sino que invita a reflexionar sobre la masculinidad sistémica, la memoria juvenil y la revisión de la clase social. En sus primeras entrevistas, su madre le pedía expresamente que no dijera que eran pobres. "Que no lo diga en voz alta y públicamente", recuerda Rivas.
"Durante mucho tiempo me encontré con una cuestión: la literatura ha estado dominada por la clase privilegiada, que ha impuesto un gusto, una forma de narrar, y ha generado una barrera para aquellos que no venimos de esa clase. Nos hace difícil contar nuestras historias". Para escribir Yo era un chico, Rivas tuvo que romper con esos moldes y encontrar un lenguaje desde el cual habitar su propia experiencia.
Memoria y transición
El libro fue un intento de romper con los esquemas de clase social dentro de la literatura a través del relato de un padre. "Mi padre era una persona muy compleja. Escribí esta novela justo en un momento de duelo, pero con profundo amor".
La joven escritora explora el modelo de una masculinidad sistémica, el amor entre padre e hijo y la imposibilidad de trasladarlo, porque "reconocerme, aceptarme, verme, era romper con quién era él". Para Rivas, la masculinidad y la conciencia de clase han adquirido una carga identitaria tan fuerte que desafiarla puede resultar profundamente doloroso.
Comenzó a escribir esta historia cuando aún se identificaba como hombre y, cuando llegó la oportunidad de publicarla, llevaba un año en transición. Por eso decidió mantener la voz masculina en la narración, para que quedara un rastro de su historia. "No quiero renunciar a mi pasado, porque la mujer que soy ahora viene de que en algún momento fui un hombre, y no me avergüenzo en absoluto de eso".
La masculinidad como jaula
Rivas socializó durante 27 años como hombre. Ha experimentado muchas cosas, pero también ha tenido la capacidad de observarlas desde un lugar privilegiado, de outsider. Esto le ha permitido escribir sobre la reproducción de la norma de género.
Según ella, ser hombre es algo muy difícil, profundamente inconquistable. Un lugar incómodo, violento, hostil. Lo que más ha agradecido de su transición es haber encontrado en el género femenino un refugio, un espacio más amable y acogedor. "Hay una fuerza en la comunidad, una energía de colectividad que en los hombres no se nos permite y contra la que todo ataca", reflexiona.
La masculinidad, para ella, exige un sacrificio temprano: matar al niño libre de esquemas, ese que todavía siente el mundo sin miedo. "Adquirir el género es aceptar una promesa que nunca se cumple del todo: renunciar a expresar emociones, desvincularse de manera sana del entorno, acceder a la violencia, a la conquista. Ser hombre es profundamente violento", dice.

Portada de 'Ella era yo', de Lucy Sante (Libros del K.O.)
Por eso cree que es hora de asumir responsabilidades. "Los hombres deberían empezar a reconstruir otro marco de convivencia, porque el que tienen ahora no les funciona a casi ninguno". Así, Rivas, nos invita a reflexionar sobre el paradigma rígido en el cual vivimos que no deja espacio para respirar.
Más allá del binarismo
El género se ha convertido en una batalla cotidiana, un campo de tensiones en el que todos, de una forma u otra, terminan cediendo partes de sí mismos solo para encajar. "La sociedad estaba avanzando, pero luego llegó Trump y ahora todos vivimos con miedo", dice Lucy Sante con un suspiro. Tras las declaraciones del expresidente de EE.UU. insistiendo en que solo existen dos géneros, ella ha comenzado a considerar seriamente la posibilidad de mudarse. En Norteamérica, explica, pueden arrestarte por obtener una receta médica si el género que figura en tu pasaporte no coincide con el que realmente vives.
Se ríe, pero con amargura. Está casi segura de que su libro ya ha sido censurado. "Es posible que muchas bibliotecas o librerías hayan preferido no adquirirlo por evitarse problemas. Aunque no es un libro explícito, probablemente quienes legislan estas cosas ni siquiera se han molestado en leerlo. Me he vuelto invisible. Solo soy una mujer mayor", dice.
Si un árbol cae en el bosque y no hay nadie para escucharlo, ¿hace ruido? Así se siente Lucy Sante hoy. Ella era yo fue para ella un grito, una afirmación de existencia, pero ahora lo ve como lanzar una bandada de palomas al aire sin saber adónde irán.
Fer Rivas, en cambio, encuentra en esta crisis un resquicio de luz. "Esa insistencia feroz en que solo existen dos géneros, en el fondo, no hace más que confirmar que hay quienes piensan que puede haber más. Y eso es profundamente poderoso", señala.
Para ella, el problema no es solo de quienes no encajan en el sistema binario, sino también de quienes sí lo hacen. "El paradigma del género nos está dando más problemas que soluciones. No nos representa a todos y, a quienes encaja, los define de forma rígida, encasillándolos".
Todo el mundo está lidiando con esta cuestión, ajustándose, reprimiéndose, cediendo partes de sí. "Creo que es hora de empezar a imaginar otro paradigma, algo más flexible, menos identitario, que no marque nuestras vidas con consecuencias tan duras", concluye.