Remedios Zafra, Greta García y Sara Mesa. Diseño: Rubén Vique

Remedios Zafra, Greta García y Sara Mesa. Diseño: Rubén Vique

Letras

Burocracia, ¿el enemigo invisible de la cultura?: debaten Remedios Zafra, Greta García y Sara Mesa

Las escritoras, que han abordado esta ingrata realidad en algunas de sus obras, reflexionan acerca de cómo el papeleo administrativo nos condiciona la vida.

Más información: 'Oposición': perdidos en el laberinto funcionarial con Sara Mesa

Publicada

Desde el "Vuelva usted mañana" de Larra, la burocracia condiciona nuestras vidas y nuestra cultura. ¿Hasta qué punto desactiva vocaciones creativas y lastra carreras, arrebatando tiempo y empujándonos hacia sinsentidos kafkianos?

Sara Mesa (Madrid, 1976), que convierte a la protagonista de su última novela, Oposición, en una funcionaria desocupada; Remedios Zafra (Zuheros, 1973), que en El informe explica su rebelión contra el papeleo; y Greta García (Sevilla, 1992), autora de Solo quería bailar, sátira desopilante contra la Administración, toman la palabra.

Las escritoras aceptan de buen grado el reto de buscarle las cosquillas a la burocracia, esa que el Diccionario de la Real Academia define, en su cuarta acepción, como "Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas". Pero ¿de qué manera define la realidad y determina nuestra existencia?

Sara Mesa. La burocracia, que no es exclusiva del sector público, inunda nuestras vidas por completo. Sin embargo, no está tan presente en la conversación global, la hemos asimilado como parte inevitable de nuestras obligaciones. Es, como dijo David Graeber, el agua en la que nadamos.

Greta García. Toda acción humana está regida por una norma que requiere de un archivo de una forma x de unas consecuencias que vienen reguladas en el apartado z. Hasta morir es un trámite burocrático. Es una de las cosas más desagradables del duelo. La burocracia no te deja en paz.

Remedios Zafra. Bueno, hasta tal punto nos condiciona que la ultraderecha se vale de la crítica a la burocracia como una de sus banderas más efectistas. Pero en la situación actual la tecnología tiene mucho que ver, porque la tecnología define nuestra realidad y la burocracia ha aumentado con la tecnología, por tanto la burocracia define en gran medida nuestra vida cotidiana.

Lejos de hacer más sencilla nuestra vida, las gestiones se han multiplicado, en la mayoría de los casos sostenidas en un perverso uso de la "autogestión" tecnológica. Por otra parte, la burocracia se extiende también desde la normalización de una vida-trabajo en la que estamos permanentemente compitiendo o concursando, y para ello presentando, justificando, evaluando y siendo evaluados.

"El poder es tan manipulador que me pierdo en su funcionamiento y me veo haciendo cosas que no sé por qué hago". Greta García

P. Pero ¿cómo hemos permitido que se haya hecho omnipresente, que nos domine?

G. García. Igual que permitimos que haya un boquete en la capa de ozono e igual que permitimos que nos lideren imbéciles. Yo no lo entiendo. El poder es tan manipulador que me pierdo en su funcionamiento y me veo haciendo cosas que no sé por qué hago.

R. Zafra. Antes las burocracias podían ocupar una parte de nuestras vidas porque los trabajos y los horarios de gestión estaban más acotados, pero la contrapartida de que vidas y trabajos desdibujen sus límites con la tecnología supone que "siempre es de día" para la burocracia, de forma que la gestión de impresos, trámites y requerimientos no entiende de horario.

»En la práctica, además, hay un componente de desigualdad importante y es que mientras los más privilegiados cuentan con asesores humanos que realizan sus gestiones, las clases medias y humildes deben sumar a sus vidas y trabajos su propia gestión administrativa mediada por tecnología.

S. Mesa. Quizá nos hemos creído la utopía de que la burocracia, como sistema de organización social, garantiza la objetividad y la equidad. Hemos caído en la erótica del lenguaje enrevesado y de la complicación de los mecanismos burocráticos, pensando que cuanto más complejo es un proceso, más eficaz es. Pero hay errores monumentales. Es sorprendente cómo la burocracia sigue en pie a pesar de todo, su capacidad de adaptación y crecimiento.

P. En la pandemia descubrimos que había muchos marginados invisibles para la burocracia. Usted misma, Sara, en Silencio administrativo explicaba las trabas que encontró al ayudar a una sintecho. ¿La deshumanización es inevitable?

S. Mesa. Las barreras burocráticas han crecido. Puede que la digitalización haya aligerado algunos pasos, pero también ha creado una gran brecha social y ha multiplicado los trámites que hay que realizar. A fuerza de acumular capas de papeleo, la burocracia instaura una distancia cada vez mayor en el trato personal y abre el camino para la indiferencia.

"Vivimos un momento de desajuste entre lo que las normativas exigen y las formas de vida de la ciudadanía". Remedios Zafra

R. Zafra. Pienso que quienes trabajamos para las administraciones públicas somos los primeros interesados en afrontar la complejidad que este problema supone. De hecho, cuando escribo El informe busco argumentar mi crítica a la burocracia desde "el amor a lo público", entendiendo que, si bien el problema afecta a todo el sistema, la administración pública es una de las más afectadas en tanto que a ella le exigimos que garantice principios de justicia, igualdad, transparencia…

»De todas formas, me parecería un error caricaturizar a los empleados públicos o plantear este debate culpándonos entre trabajadores. En todo caso, creo que vivimos un momento de desajuste entre lo que las normativas exigen, lo que las estructuras permiten y las formas de vida de la ciudadanía.

P. Centrándonos en la cultura, ¿la burocracia es hoy un lastre para la creación en España? ¿Está perjudicando que tengamos mejores libros, películas, obras teatrales...?

G. García. No sé si mejores, pero seguro que nos estamos perdiendo obras mucho más divertidas, macabras y diversas. Además, las obras que tienen más repercusión suelen ser las que tienen un mayor apoyo institucional. Se convierten en sellos de calidad, como un vino denominación de origen. Etiquetas para productos embalados. Y esa no es manera de valorar una obra o una artista.

"Hay una visión prejuiciada del sector cultural, maltratado por la temporalidad y dependiente de ayudas". Remedios Zafra

R. Zafra. Ciertamente es un gran problema, pues la cultura sigue siendo un sector muy maltratado por la temporalidad y dependiente de ayudas externas. Pero pienso que hay una visión prejuiciada del sector cultural por el que se hace más presión sobre él que sobre otras profesiones. Insisto, es un sector más sensible y expuesto a la financiación pública. En este sentido, mirar a otros modelos laborales en cultura, como los del norte de Europa, y dedicar energía a pensarlos en el contexto español podría ser interesante para liberar a estos trabajadores de una gran burocracia que se suma a una gran temporalidad.

S. Mesa. No tengo tanto conocimiento en este ámbito concreto. Para mí, el problema no es solo la ingente generación de documentos y formularios que impiden la llegada a una meta, como bien ha descrito Remedios, sino también la aniquilación de las capacidades y talentos propios de los mismos funcionarios, que podrían estar haciendo algo mucho más útil e interesante que rellenar, valorar y archivar documentos que no valen para nada.

"La Administración tiene ideas delirantes sobre la creación, como se ve en la convocatoria de algunas ayudas". Sara Mesa

Tanto Sara Mesa como Greta García coinciden en lamentar la presunta insensibilidad del poder (estatal, local) ante la cultura y sus creadores, sobre todo si son autónomos y necesitan alguna ayuda o están jubilados. Así, Mesa destaca que "la Administración tiene ideas delirantes sobre la creación. Esto se ve en la convocatoria de algunas ayudas, como bien contó Greta en su novela Solo quería bailar. A veces se ponen en marcha medidas bienintencionadas, pero con una burocracia tan esquemática y rígida que rara vez ayuda".

Y recuerda un caso concreto, unas ayudas para escritores que consistían en estancias pagadas en residencias, "basadas, supongo, en la idea romántica de que escribimos fuera de casa, en soledad y mirando un hermoso paisaje. Esas ayudas excluían de partida a todos quienes tienen una familia que cuidar, desdeñaban la vida real de quienes escriben. Aun así, como en casi todo, la situación es peor para quienes menos capacidad de protesta y eco social tienen. Hace unos meses, alegando problemas burocráticos, la Seguridad Social suspendió el ingreso mínimo vital para miles de familias. De esto se ha informado poquísimo y estamos hablando de un dinero mínimo para subsistir".

García, por su parte, tiene clara la razón. "Desde luego –denuncia–, el Estado es insensible porque perder el tiempo no renta. Todo exige un resultado, una repercusión económica justificable. No tiene un precio el pensamiento, el divagar, que son parte fundamental de la creación. No cabe el fracaso tampoco. Ser autónomo es una manera de control, es una solución nefasta a la realidad laboral de los artistas, generalizando y haciendo de todas las profesiones un mismo pack arrastrado por la cinta transportadora del capitalismo".

En cambio, Zafra sostiene que en los últimos años se ha despertado "una nueva sensibilidad por parte de las administraciones y de los trabajadores culturales que ahora (por fin) entienden la importancia de lo 'comunitario', de los sindicatos y de la reivindicación colectiva". Es más, "los mitos sobre los artistas voluntariamente pobres, los prejuicios sobre la gratuidad de la cultura o la perversa legitimación del pago simbólico (aplauso o visibilidad) como pago 'suficiente' junto a otros factores hablan de una urdimbre laboral que precisa ser pensada", afirma.

"Detesto la burocracia, he perdido semanas de trabajo y he tenido miedo a no cobrar porque el papeleo era imposible". Greta García

P. De todas formas, ¿cómo ha sido su relación con la burocracia, alguna vez se han sentido perjudicadas o han salido lastimadas de su enfrentamiento con los burócratas?

G. García. Yo la detesto. He perdido semanas de trabajo, he tenido miedo a no cobrar y a perder oportunidades laborales porque la burocracia era imposible. He llegado a enfadarme y decir, a la mierda, no trabajo, cosa que no me beneficia, evidentemente. Me han llegado a decir desde altos cargos culturales de determinados ayuntamientos: sé que es imposible este trámite pero lo haces o no te puedo dar el trabajo.

R. Zafra. No creo que hoy se trate tanto, o no solo, de enfrentarnos a burócratas, sino de que el sistema nos convierte, gran parte de nuestro tiempo, en burócratas, y esto es desolador, porque alienta el desapego con lo que hacemos. Hoy una estudiante me preguntaba por qué estaría dispuesta a sufrir, y yo pensaba en los trabajos que amamos y que a menudo nos generan sufrimiento, pero no puedo soportar sufrir por trabajos o causas que no amo o en las que no creo. Esto, como a muchos, no solo nos causa dolor, sino que puede romper nuestros vínculos con los otros y con trabajos que importan.

S. Mesa. En mayor o menor medida, todo el mundo ha tenido experiencias desastrosas con la burocracia, bien al solicitar subvenciones o ayudas, incluso esenciales (como conté en Silencio administrativo), o con la seguridad social, los papeles de autónomo, los impuestos, la universidad, etc. Mi experiencia es como la todo el mundo, pero, además, yo viví algunos años ese sinsentido desde dentro y, desde luego, no me gustó.

»Hubo épocas en las que no se me asignaban tareas y otras en las que trabajé muchísimo haciendo cosas que más tarde vi que no servían para nada; esta es la experiencia en la que me basé para escribir Oposición. Mucha gente tiene la percepción de que el funcionario es un privilegiado, pero, más allá de que hay quien se acomoda –y que el sistema lo formamos todos–, creo que la mayoría de las personas quiere dedicar su vida a algo más que calentar una silla. En mi opinión, se trata de un maltrato institucional en toda regla y un despilfarro injustificable de recursos.

"Yo conocí algunos años ese sinsentido desde dentro y no me gustó. Hubo épocas en las que no se me asignaban tareas...". Sara Mesa

P. Ustedes que conocen tan bien los laberintos burocráticos, ¿creen que tiene solución? ¿Cuáles deberían ser sus prioridades?

G. García. Una escucha real. Una respuesta humana, sensible, empática e incluso didáctica si es necesaria. Una atención paciente. Que las administraciones sean accesibles, que haya cabida a la diversidad y las minorías, que trabajen codo con codo con las asociaciones.

R. Zafra. Los cambios requieren salir de esta prisa hiperproductiva actual y tomarnos seriamente el problema, también colectivamente, pero entendiendo que las responsabilidades no son las mismas. Creo que es esencial romper el bucle de que "todo" lo que hacemos con humanos, cada práctica, cada consulta…, está siendo evaluado, mientras las experiencias de mediación tecnológica con aplicaciones "diabólicas" ahí siguen.

»Si queremos usar la tecnología para facilitarnos la vida y liberarnos de tareas tediosas hay que poner pensamiento en ellas, pensarlas mejor y valorar el trabajo colectivo de la "programación", no delegarlas por defecto en las subcontratas más económicas y precarizadas que bloquean de sinsentido esa base, a menudo estructural. La empatía, que es fundamental, requiere también de un contexto de "no precariedad", entendiendo que la ciudadanía no tiene por qué conocer los códigos de cada empresa o administración

S. Mesa. Lo primero que hay que hacer es romper el tabú. Hablarlo. Reconocer que dentro del funcionariado hay personas dedicadas a tareas completamente inútiles, infrautilizadas y desmotivadas. Decirlo no es dar armas a la ultraderecha; lo que da armas es no hacer nada. La administración debería admitir que tiene un grave, un gravísimo problema de burocracia y tomar medidas, porque si no se lo ponen en bandeja a los Elon Musk del mundo.

Sí, lo tienen claro. Por eso, cuando se les pide que propongan medidas concretas, Sara Mesa plantea simplificar el lenguaje "y dejar de utilizar esa jerga absurda e incomprensible que dificulta las gestiones y crea distancia con la gente"; reducir papeleo y eliminar trámites, no parchear con más burocracia los errores de la burocracia, y volver a la atención personal.

Greta García sugiere que haya un acceso igualitario y realmente fácil, con asistencia humana; más personal especializado y que no exista el silencio administrativo, mientras que Zafra apuesta por "un nuevo pacto de confianza en los trabajadores y más sencillez en los trámites, por abordar seriamente la precariedad y por romper el bucle neoliberal de que los humanos debemos estar permanentemente 'evaluados' y evaluando como productos de mercado y no como sujetos". No está mal, al menos, para empezar. Y sin cita previa, además.