Ensayo

Un ensayo autobiográfico

Jorge Luis Borges

31 octubre, 1999 02:00

Pról. y trad. de Aníbal González. Epílogo de María Kodama. Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores/Emecé. 1999. 155 páginas, 4.900 pesetas

Este ensayo autobiográfico no dice mucho que no supiéramos, pero lo dice muchísimo mejor: es un "Borges y yo", que no deja de ser un Borges y nosotros, contado por el que Borges fue, visto en su sucesión y en su discurso bajo la luz de sus propias imágenes

Hay muchos Borges bajo el nombre Borges y hay, sobre todo en su vida y en su obra, dos: la serie de personas poemáticas desde las que escribió todos sus libros, y otro Borges, con el que el anterior coincide sólo en las limitaciones del espacio y del tiempo, las propiedades de su lengua y el azar de su fisicidad. Un ensayo autobiográfico da exacta cuenta de la proporcional perplejidad de ambos: de sus imbricaciones e influencias, de sus magisterios e intercambios. Los dos Borges pueden aquí seguirse en la palabra escrita, que es el hilo de este Borges verbal, y en las sucesivas imágenes con que el tiempo moldea otro Borges icónico, en el que se refleja otro Borges no más imaginario que el condenado a vivir en el paraíso de una biblioteca cuyos estantes están llenos de libros con páginas en blanco y de espejos en los que se escuchan los pasos de un tigre que caza en medio de una noche que un hombre ciego intenta descifrar. De esos dos Borges habla este libro que, aun diciendo mucho, nada dice de quien lo escribió. Concebido como Autobiographical Notes y publicado en 1970, en The New Yorker, fue escrito en inglés en colaboración con Norman Thomas de Giovanni para una de las seis conferencias que su autor pronunció en la Universidad de Oklahoma, y se incluyó en la antología The Aleph and Other Stories, con una sola variación: la de su título, reconvertido en An Autobiographical Essay, que es el que ha servido de soporte a esta versión en castellano que Borges mismo nunca autorizó. En 1971 "La Gaceta" del FCE había adelantado, en versión de José Emilio Pacheco y bajo el título Borges: Memorias, una selección parcial de este escrito que, en versión íntegra y anónima, había publicado el 17 de septiembre de 1974 el diario porteño La Opinión. Aceptadas como autobiografía de Borges por la crítica y saqueadas por sus estudiosos, estas páginas tienen un doble y positivo efecto: el de ofrecernos un Borges por él mismo y el de acercarnos a otro Borges que dialoga con las distintas sucesiones de lo que llama "yo". El primer capítulo -"Familia e infancia"- explica su vivir "de puertas adentro" en un universo tan breve como cerrado y circular, en el que su abuela Fanny Haslam le cuenta historias de la vida en la frontera. Lo que, unido al pasado militar de su familia, le hace anhelar un destino épico que no tendrá y que buscará en los "volúmenes rojos con letras doradas" del Quijote de la edición de Garnier y en las Siluetas militares de E. Gutiérrez. Ellos y la biblioteca de su padre ("Si se me pidiera elegir el acontecimiento principal de mi vida, diría que fue la biblioteca de mi padre") hicieron que entre las cosas y él mediaran y se interpusieran los libros y que su experiencia de la vida fuera, sobre todo, de índole verbal; sin embargo, el jardín zoológico o el espacio de Villa Esther ocupan en sus referentes un nivel no inferior al de la biblioteca con la que se le ha querido identificar.

El segundo capítulo - "Europa"- refiere su experiencia suiza, su aprendizaje del francés, del alemán y del latín, su descubrimiento de Schopenhauer y sus primeras lecturas de Meyrink, de Whitman y de Tácito; su estancia en Mallorca y el invierno pasado en Sevilla, donde publica, en la revista "Grecia", su primer poema y traba amistad con el grupo de jóvenes que "se llamaban a sí mismos ultraístas" y que se habían "propuesto renovar la literatura, una rama de las artes de la cual nada sabían". Detalla su encuentro con Cansinos y describe su "perversidad" ("escribir libros que elogiaban excesivamente a escritores de segunda y tercera categoría") y, sobre el talento de Ramón no deja de esbozar una tan reticente como irónica sonrisa. El tercer capítulo -"Buenos Aires"- contiene el acta de defunción del ultraísmo, el hallazgo de un nuevo estilo literario, el descubrimiento o invención de Macedonio Fernández, la historia de dos revistas, "Prisma" y "Proa", y el encuentro con Victoria Ocampo, Mastronardi, Mallea, A. Reyes y Xul-Solar.

El cuarto -"Madurez"- tal vez sea el más interesante. En él explica su técnica del cuento, la creación de "Francisco Bustos", los años oscuros pasados en la sección Miguel Cané de la Biblioteca Municipal, sus lecturas, y los accidentes y alucinaciones que le llevarían a perpetrar su Pierre Menard, autor del Quijote y a descubrir las leyes que rigen Ficciones y El Aleph, sus "dos libros principales". La ceguera había modificado su estilo y el peronismo iba a alterar su realidad. Interesado por la aliteración inicia el estudio del inglés antiguo "no por la vanidad de la maestría sino [por] el placer de estudiar". Sobre todo ello aporta datos, información y pistas; explica la génesis de El hacedor y elabora un catálogo de sus modelos: Poe, Chesterton, Stevenson. "Años Tumultuosos", el último capítulo, abarca desde su nombramiento como director de la Biblioteca Nacional hasta Elogio de la sombra y El Informe de Brodie: el balance y las perspectivas de un hombre ajeno al éxito y al fracaso, que busca "la paz, el disfrute del pensamiento y de la amistad, y aunque sea demasiado ambicioso, la sensación de amar y ser amado". El libro se completa con un texto de María Kodama ["Borges en la memoria. Fragmentos de un retrato", que añade a los otros dos Borges anteriores otro: el Borges moral que es el que aquí destaca] y una cronología detallada. En la pág. 92 hay una fecha mal transcrita [dice 1972 y debe decir 1973] y en la pág. 132 hay un despiste que crea nada menos que un ser imaginario: Luis María Panero, híbrido de Leopoldo María y de Juan Luis. El que aparece en esa foto y en la de la pág. 108, que es la misma, es Juan Luis Panero. Este ensayo autobiográfico no dice mucho que no supiéramos, pero lo dice muchísimo mejor: es un "Borges y yo", que no deja de ser un Borges y nosotros, contado por el que Borges fue, visto en su sucesión y en su discurso bajo la luz de sus propias imágenes.