Ensayo

Julien Green

Álvaro de la Rica

31 octubre, 1999 02:00

Ediciones Encuentro. Madrid, 1999. 143 páginas, 1.300 pesetas

Aquí está no sólo la memoria siempre presente del Sur de los EE.UU., sino todo el mundo de la religión y de la sexualidad, su personalidad sacudida por la melancolía

J ulien Green murió en París hace poco más de un año. Algunos dijeron entonces que se iba de las letras francesas una llamarada grande y rabiosa que a su manera había iluminado nuestro siglo. Otros, más venenosos, hirieron en aquel momento su memoria recordando un aforismo del propio Green: "Se muere con la cabeza llena de bellos textos y el corazón absolutamente vacío". No se puede ser más injusto, porque él, que abrazó y desabrazó el catolicismo con la intensidad de un visionario, que relató en su extensa obra novelística, en sus memorias y en los tomos de su formidable Diario el mundo de la pesadilla y de la locura lenta del vivir, merece ser recordado más ecuánimemente como uno de los escritores que mejor alienta la dimensión trágica en la literatura francesa. Realista y alucinante a la vez, en su obra nos muestra esa locura y ese horror que aprisiona a los seres en una casa, en un ambiente, en una ciudad de provincias, en un corazón desequilibrado, y como sus maestros griegos construye un universo y unos personajes (de honda inspiración autobiográfica) que viven encadenados a un destino, soñando una salvación que la fatalidad les niega.

"Todo lo que he escrito procede en línea recta de mi infancia" escribió una vez. A alguien que se propuso ir más allá de la realidad convencional, que mezcló la pureza y la inocencia junto a la fantasía y al miedo, la forma de mirar infantil le proporcionó esa visión suya fantasmagórica, onírica e irreal. Por eso no es raro que en esta estupenda biografía, álvaro de la Rica haya ido a buscar en el mundo familiar de Green, en su infancia, en su adolescencia y en su juventud todo lo que después conformaría sus pautas de escritor. Aquí está no sólo la memoria siempre presente del Sur de los EE.UU, de donde procedían sus padres, sino todo el mundo de la religión y de la sexualidad, su personalidad sacudida por la melancolía y los decaimientos anímicos.
Hombre de una profunda angustia interior, se debatió entre el entusiasmo religioso y la cercanía de un mal que lo acechaba. Y si anheló la santidad, si estuvo a punto de ingresar en un convento, si leía a Pascal de rodillas a sus dieciséis años fue su manera de encauzar el torrente de esos tormentos de desasosiego visionario que estaban a punto de desbordarse. Por eso su espiritualidad fue siempre sincera, porque partía de una vida disconforme que se trataba de reparar. En este sentido el trabajo de De la Rica es meritorio: traza muy justamente las distintas etapas de su evolución psicológica y las proyecta hacia sus vaivenes en el mundo religioso como la búsqueda de firmes asideros. Pero las encrucijadas en las que se debate Julien Green en estos años no se terminan aquí.

Educado por su madre en el recelo ante el sexo, influido por su narcisismo adolescente, por una sensibilidad replegada sobre sí misma, Green sufrió de manera especial y violenta su homosexualidad. Espíritu antitético de Gide, del que fue amigo, vio en el sexo no una forma de proclamación de placer, sino el inicio de una ecuación que lo llevaba al pecado, a la locura y a la muerte. Asombrado ante el horror y la atracción de la lujuria, lo que Green intentará es una imposible idealización, por eso no es extraño que añorase la infancia, porque en ella la sexualidad no era consciente. Y es que a la postre lo que le liberará de esa carga es la negación a cualquier compromiso sexual.

¿Fue entonces Julien Green un extranjero en la tierra? Su vida y su obra estuvieron marcadas por el esfuerzo de demostrar que la verdadera realidad está más allá de las cosas reales, por comprender la imagen del hombre como extranjero de sí mismo. Y en estas páginas de álvaro de la Rica, en las que encontramos diversos testimonios de Green, incluso no conocidos hasta hoy, palpamos muy rigurosamente que la crisis de su personalidad, su conciencia de soledad y de pérdida abonan desde su juventud ese mundo donde "es una rareza de mi espíritu el no creer en ninguna cosa que antes yo no haya soñado". Por eso En lo más profundo del bosque quiere contarnos la aventura de esos primeros años de Green: solo, obsesionado, asfixiado por ese conflicto de la voluntad humana con sus propios límites y con los límites de la divinidad, desde el cual enseñarnos además que toda experiencia espiritual es una experiencia de la imaginación.