Ensayo

El rey desnudo

Luis de Sebastián

24 mayo, 2000 02:00

Trotta y Fundación Caixa de Sabadell. Madrid, 1999. 182 páginas, 1.700 pesetas. Richard Sennet: la corrosión del carácter. Anagrama. Barcelona, 2000. 189 páginas, 1.900 pesetas

El principal mérito de ambos libros es el de saber suscitar inquietud ante el dilema de las sociedades avanzadas: vencer la disyuntiva entre crecimiento económico -inviable sin mercado- y las indeseables consecuencias de inestabilidad y conflicto social

El libro de Luis de Sebastián pretende dejar desnudo a un rey -el mercado- ya que "desnudo también tiene cosas buenas, pero en proporciones razonables, y cosas malas, como toda criatura humana" (p. 20). El autor es catedrático de Economía y discípulo, entre otros, de Harry G. Johnson, uno de los maestros del nuevo análisis monetarista y miembro de la llamada Escuela de Chicago. No es frecuente que tan irreprochables credenciales de economista ortodoxo se vean acompañadas -según revela el prologuista Vázquez Montalbán- por una experiencia como activo representante de la teología de la liberación en América Latina.

El libro presenta tres líneas definidas en su exposición. La primera se dirige a desbrozar la senda de la ciencia económica de los prejuicios y aseveraciones dogmáticas de algunos economistas. Nada hay que objetar a esta actitud, aunque parecen injustificadas algunas afirmaciones. Por ejemplo: "Las teorías se convierten en dogmas cuando alguien con gran autoridad (el Concilio de Trento o el Gobernador del Banco de España) declara las proposiciones que se derivan de la teoría como verdades absolutas o el público las acepta como tales" (p. 45). Dejando a un lado la embarazosa compañía en que se deja al gobernador del Banco de España, el autor sabe que los gobernadores de los bancos centrales suelen expresarse con medidos escrúpulos y se limitan a formular recomendaciones a los agentes sociales.

Por otra parte, el autor no omite algunas interpretaciones históricas excesivamente unilaterales: "Los mercados libres nunca han funcionado bien y han acabado en catástrofes económicas de distinta naturaleza. (...) El restablecimiento del mercado libre del oro después de la Primera Guerra Mundial llevó rápidamente a la Gran Depresión de los años treinta" (p. 35). Ciertamente, después de casi un siglo de estabilidad económica, el Patrón Oro se mostró inviable en la década de 1930. Pero nada demuestra que fuese el causante -y mucho menos, el único causante- de la depresión de 1929 y años posteriores.

Atribuye el autor al tan traído y llevado pensamiento único de los economistas a la "represión intelectual (que) ha llevado a una gran falta de imaginación y creatividad a los jóvenes profesionales" (p. 106). Es cierto que, en economía como en biología o en física, los paradigmas científicos dominan las universidades a lo largo de dilatados períodos de tiempo. Durante cerca de medio siglo el paradigma en economía fue la teoría keynesiana, seguramente más fiable como corriente programática, para Luis de Sebastián y otros muchos, que la Economía neoclásica, reformulada a partir de Friedman, la cual no considera al Estado un agente de indiscutible influencia estratégica. Hoy, desde los años setenta, el paradigma económico es la economía neoclásica, pero hay excelentes economistas e influyentes maestros neokeynesianos en universidades norteamericanas como Harvard, Princeton o el Massachusetts Institute of Technology. ¿Puede hablarse de pensée unique o de represión intelectual?

La segunda línea argumental representa una exploración de las alternativas posibles a la economía de mercado. Buen conocedor del marxismo, el autor prefiere otras vías: una, la llamada posibilista, centrada en la firme observancia de todos los requisitos legales que interfieren los abusos emanados del sistema, desde las leyes antimonopolio a las reglamentaciones que preservan la salud de los consumidores o el medio ambiente. La otra alternativa al neoliberalismo no evita la utopía, a partir del socialismo autogestionario, movimientos cooperativistas como el de Mondragón, o la reconstrucción económica de Japón tras la II Guerra Mundial. En cualquier caso, el autor reclama, para la economía, "un entorno civilizador, ético y legal" (p. 67).

La tercera línea maestra del libro consiste en una visión crítica de algunas realidades del capitalismo avanzado. Sirvan de ejemplos los problemas de la Unión Económica Europea o la tendencia a la concentración tecnológica y empresarial -y los intentos por combatirla-, como son casos recientes las industrias informática y aeronáutica. Otra cuestión que preocupa a los especialistas es la progresiva desigualdad o inestabilidad social que parecen inherentes al espectacular crecimiento económico de los Estados Unidos. Esta tercera línea resulta coincidente con la argumentación central del libro La corrosión del carácter, en el que Sennet examina las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo anglosajón. Sennet acude a varias experiencias, como la falta de arraigo de los trabajadores en sus empresas, a consecuencia de la cada vez mayor movilidad de los factores de producción.

La disparidad de los ingresos por habitante de los Estados Unidos va en aumento, cuando el nivel de paro es mínimo y la tasa de aumento anual del Producto Interior llega al 4,6 por 100. Dicha realidad implica una caída real de los salarios más bajos, lo cual afecta, sobre todo, a la población laboral de raza negra o a los hispanoamericanos. Esto, unido a factores educativos y culturales, puede conducir -según De Sebastián- a una sociedad dual como la sudafricana. El principal mérito de ambos libros es el de saber suscitar inquietud ante el dilema de las sociedades avanzadas: vencer la disyuntiva entre crecimiento económico -improbable sin mercado- y las indeseables consecuencias de inestabilidad y conflicto social.