Patria y sexo
Luis Antonio de Villena
20 enero, 2005 01:00Luis Antonio de Villena. Foto: Javier Cebollada
En contra de lo que pudiera parecer, no existe demasiada literatura sobre el servicio militar y sobre el militarismo más o menos disimulado que impregnó otros muchos aspectos de la vida española en los años del franquismo.Ausencia que no parece del todo inocente, desde un punto de vista puramente literario: aunque la "mili" ha proporcionado infinidad de anécdotas y lugares comunes al imaginario masculino español durante décadas, esa misma condición arquetípica y popular la ha convertido en un difícil tema literario, en el que resulta poco menos que imposible adentrarse sin caer en el costumbrismo más chato o en la repetición de los tópicos al uso.
Por ello, quizá el mayor mérito de este libro de Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) sea intentar abordar esta experiencia desde una perspectiva que, sin excluir del todo lo anecdótico, intenta trascenderlo mediante la contraposición sistemática del mundo gregario, machista y zafio del cuartel o el campamento juvenil y la otra realidad que éste negaba u ocultaba: las pulsiones de la juventud, el poder de la sexualidad, el miedo que en algunos provocaba la sola posibilidad de que la propia intimidad quedase expuesta a la incomprensión o a la abierta hostilidad de los otros.
De los dos relatos que articulan este libro, es el primero (referido a las experiencias del autor en un campamento de la oje, a los diez años) el que mejor trasciende el nivel meramente testimonial para ofrecer un nítido panorama de lo mucho que entrevé -y lo poco que sabe- un niño del complicado universo de los mayores, de los enigmas del sexo, las ambigöedades de la camaradería entre iguales y las exigencias implícitas en ciertos ritos de paso. La corta edad, la timidez y las circuns- tancias del protagonista actúan como poderosos inhibidores que mantienen estas cuestiones en la esfera del misterio, las convierten en prematuros trasuntos de futuros deseos no satisfechos. Años después, el recluta de diecinueve años que hace la instrucción militar en un cuartel vallisoletano (tema del segundo relato) tiene una idea mucho más clara de la naturaleza de sus deseos, pero sus inhibiciones son igualmente fuertes, como lo es la noción de lo que arriesgaría si su sexualidad y su sensibilidad quedasen en evidencia ante los otros.
Ni que decir tiene que el hombre maduro que aborda estos recuerdos tiene bien definida su posición ideológica respecto a los condicionantes de la época que le tocó vivir. Pero llama la atención, de nuevo, que el absoluto rechazo del autor hacia la brutalidad cuartelera, el militarismo, la religiosidad tópica y banal, la represión en todos los órdenes y la miseria y la incultura que parecían connaturales a aquel estado de cosas, se presente aparejado a una notable ecuanimidad a la hora de juzgar a las personas concretas. Ninguno de los muchos personajes característicos de la vida cuartelera o del universo falangista que comparecen en estas páginas es tratado con acritud: antes se prefiere ver en ellos otras tantas formas de soledad, de fracaso, de ilusiones incumplidas.
Quizá, en buena ley, el protagonista de estas memorias fragmentarias no pueda culparles de todo. El desamparo del narrador, a la postre, es también el de ellos. Aunque tenga derecho, después de lo dicho, a negarles a sus mayores esa innecesaria satisfacción.