Ensayo

El filantrópico Doctor Guillotin

Harold J. Morowitz

10 noviembre, 2005 01:00

Trad. A. García Leal. Tusquets, 2005. 191 páginas, 16 e.

El camino de la ciencia acaba cruzándose con todas las rutas de la experiencia humana y en los puntos de intersección se fraguan los vínculos específicos del cien- tífico con el mundo que le rodea. En este libro, el biofísico, ensayista y poeta Harold Morowitz nos cuenta sus impresiones y reflexiones desde distintas encrucijadas de su andadura.

El autor agrupa los 40 microensayos que componen el libro bajo seis encabezamientos: personalidades y lugares, lenguaje, ciencia, ecosistema, crítica y comentario. El primer grupo incluye respuestas personales (sentimentales) a individuos y lugares concretos y se inicia con el texto que da título al libro, que es una reflexión sobre la desfigurada fama del Doctor Guillotin, insigne médico y humanista que compartió aventuras con Lavoisier, Benjamin Franklin o Jean-Sylvain Bailly. Guillotin no creó el ya inventado artilugio al que dio nombre sino que, como miembro de la Asamblea Nacional, propuso una ley por la que, guillotina mediante, se igualaba a nobles y plebeyos ante el trance de ser ejecutados, acabando así con el hacha incierta, para unos, y la vil soga, para otros. El juez Thurgood Marshall, único opuesto a la pena de muerte en el Tribunal Supremo de Estados Unidos, acaba de fallecer y Morowitz, inspirándose en la historia de Guillotin, sugiere que podríamos recordar la postura del juez Marshall acuñando para ella el término "thurgoodear", pero elude practicar con vigor el verbo que acaba de inventar. El pasado también se contrasta con el presente en la reflexión titulada "Diario de Rapa Nui": los moais de la isla de Pascua, las catedrales medievales o el supercolisionador que se estaba empezando a construir en Texas, representan costosas aventuras no utilitarias de la especie humana que han de enfrentarse a la reacción de los iconoclastas.

El problema del lenguaje, forma y voz, sirve de nexo al siguiente grupo de ensayos, del que cabe resaltar la descripción del curso que sobre "Temas biológicos en la literatura" ha impartido el autor, cuyo plan oculto es enseñar biología a estudiantes de filología inglesa que de otro modo rechazarían la ciencia y enseñar literatura a estudiantes de biología con tendencia a rehuir las humanidades.

Las secciones sobre "Ciencia" y "El ecosistema" constituyen las más robustas del conjunto, aunque muchos de los temas tratados estén bastante alejados de la especialidad del autor, mientras que las tituladas "Crítica" y "Comentario" agrupan componentes más desiguales de factura. Morowitz escribe con claridad y soltura. Es siempre ameno, incluso cuando roza la banalidad, como por ejemplo en el ensayo "San Nicolás", y puede alcanzar altas cotas de humor, como en el ensayo titulado "La verdad proctológica", donde un oscuro texto médico da pie para una parodia sobre lo que puede llegar a ser el desmesurado entusiasmo de un científico por su especialidad.

Elegir cuarenta temas dispares y escribir tres o cuatro páginas sobre cada uno de ellos conduce al más eficaz de los autorretratos posibles. Morowitz realiza así una autorradiografía que dice más sobre su mente inquisitiva y sobre el análisis lógico de su mundo que lo haría un elaborado escrito autobiográfico. Sólo bajo este punto de vista puede considerarse como coherente un conjunto de temas tan diversos.