Image: Informes diplomáticos y Diarios de la guerra civil

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Ensayo

Informes diplomáticos y Diarios de la guerra civil

Carlos Morla Lynch

15 octubre, 2010 02:00

Carlos Morla Lynch y Federico García Lorca

Prólogo de Andrés Trapiello. Espuela de Plata. Sevilla, 2010. 616 págs. 24 euros


Carlos Morla Lynch (1885, París-1969, Madrid) fue un diplomático y escritor chileno que, con el paso de los años, se ha convertido en uno de los testigos más cualificados de la vida española del primer tercio del siglo XX. Sus diarios de la España de los años finales de la Dictadura de Primo de Rivera y los de la II República (En España con Federico García Lorca. Páginas de un diario íntimo), publicados en 1957, resultaron una fuente decisiva para conocer la vida literaria madrileña de aquellos años así como los pasos del poeta granadino. Una edición más completa se publicaría hace dos años en la misma editorial que ahora ofrece estos apasionantes informes diplomáticos.

También entonces publicaría esa editorial los diarios correspondientes a la guerra (Madrid sufre), con un prólogo de Andrés Trapiello que, a través de sus artículos periodísticos y de la reciente edición de Las armas y las letras, se ha convertido en el principal valedor de la obra de Morla. Ahora, y de nuevo con un excelente, por breve e incisivo, prólogo de Trapiello, aparecen estos informes diplomáticos que recuperan las tres Memorias que el diplomático chileno presentó a su Gobierno entre 1937 y 1939 y que editaría, a su costa, en el Berlín de 1939, cuando ya había comenzado el conflicto mundial.

El material que ahora se ofrece es variopinto y consiste en una primera elaboración del material ofrecido en sus diarios de guerra. A ellos acompaña un corto diario sobre los días inmediatos a la caída de Madrid en manos de Franco, más un extenso diario de los años de la guerra redactado por Carlos Morla Vicuña, el hijo del diplomático, que había colaborado con su padre en los trabajos de la embajada y de la atención a los refugiados. La probable impresión de abigarramiento que sugiere esta misma acumulación de material no afecta, sin embargo, al contenido del volumen, que es de una notable coherencia y que capta permanentemente la atención del lector.

Las circunstancias de la edición primera de esos informes tienen mucho que ver con la decepción que el autor sufriría en la primavera de 1939, al observar el comportamiento de los vencedores, entre los que no faltaron quienes se habían refugiado en su embajada y casi le debían la vida, así como la actitud cicatera del mismo Gobierno chileno y de algunos de sus representantes diplomáticos. Era el caso del embajador Núñez Morgado, que pretendió atribuirse los méritos que correspondían a la heroica gestión de Morla, o el de Neruda que, tras haber desertado de sus deberes consulares, pretendió descalificar a Morla, acusándole de haberse negado a proteger a Miguel Hernández tras el final de la guerra civil. En todo caso, por encima de todas esas miserias personales, sobresale la atracción de un testimonio -espeluznante a veces- que nos transporta a ese mundo de la vida angustiosa de los refugiados en las embajadas madrileñas durante la guerra civil. La tensión en la que vivieron esos centenares de personas se traduce en escenas de gran intensidad en las que aflora lo mejor y lo peor de muchas de ellas. Todas ellas viven en un mundo en el que no tienen otro valedor que Morla. Éste tendrá que dar la cara por todos ellos y, cuando la ocasión lo exija, presentar sus reclamaciones ante las autoridades republicanas. Esa necesidad le llevaría a los sótanos del ministerio de Hacienda, desde donde se dirigía la vida madrileña y en donde encontrará a personajes como Miaja o Casado. Morla nos describirá el carácter fantasmal de aquellos sótanos, sin dejar de anotar la presencia de las personas decentes, pero también de los criminales, que allí se encontraba.

Contrastes que se acumularon en los años fascinantes del Madrid en guerra. Un escenario de horror y de heroismo que adquiere nueva vida en estas páginas, felizmente recobradas por Espuela de Plata y su excelente labor de edición.