Novela

Cien botellas en una pared

Ena Lucía Portela

20 febrero, 2003 01:00

Premio Jaén. Debate. 269 págs, 16 euros

Imaginativo, inesperado y audaz. Así se va reafirmando el estilo de esta joven narradora (La Habana, 1972) que ha logrado reconocimiento internacional con títulos como El pájaro: pincel y tinta, El viejo, el asesino y yo, Una extraña entre las piedras. Con tremendas "patrañas", todas ellas calzadas con un lenguaje fresco y disparatado, sarcástico, frenético, dispuesto a contar la realidad habanera. De ella y a pesar de ella se alimenta su fantasía, que apuesta por acortar distancias entre lo verdadero y lo falso, por la ambigöedad que da juego a tremendas paparruchas y, así, al final, "todo el mundo se traga la papa". Cien botellas es un nuevo reto lingöístico y argumental, una arriesgada propuesta narrativa por su estructura y por la perspectiva -amable y humorística- adoptada para sostener una ficción compuesta por doce relatos que podrían funcionar con plena autonomía pero otorgan sentido de la progresión al argumento y unidad al conjunto, la historia de Zeta, que desde sus 28 años ve como "un drama de los muy lacrimógenos", y la razón que le llevó a verse involucrada en dos muertes accidentales. Ella, habanera, católica y sentimental, es su narradora y su protagonista.

Son muchas las cosas que tiene que contar de su pasado, de sus vecinos, del barrio y sus miserias, de quienes viven esa Habana de esos años que estremecieron a la ciudad y la dejaron "sin agua ni presente ni futuro", y sí con "tremenda porquería y edificios a punto del derrumbe y otros ya derrumbados y escombros y churre y peste". "¡Vivir por ver!", piensa. Y se desahoga con Linda, su amiga la escritora. Ella va ya por su tercera novela, Cien botellas en una pared; trata de un crimen, le cuenta, pero "aún no sabe a quién matar". Y todo eso se le cuela en su relato, que sólo quería reconstruir su caso y acaba por dar entrada a muchos otros. Y es que Zeta, "buena gente hasta el empalago", no puede evitar que otros casos -de violencia, de sumisión, de miseria- acaben siendo asuntos de su historia. Como no puede evitar que su historia encuentre el móvil que necesitaba la novela de su amiga. Y al final un argumento redondo. "¡Puro embeleco!" Un estupendo delirio narrativo de su autora. "Sublime embustera".