Image: Una mujer desnuda

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Novela

Una mujer desnuda

Lola Beccaria

20 mayo, 2004 02:00

Lola Beccaria. Foto: Carlos Barajas

Anagrama. Barcelona, 2004. 209 páginas, 13 euros

Creativa, independiente y original, firme defensora de un talante comprometido con un ideal de coherencia poco dispuesto a plegarse a convencionalismos. Tales postulados sustentan los relatos y el estilo con el que Lola Beccaria (Ferrol, 1963) reafirma su posición narrativa.

Primero La debutante, después La luna en Jorge. Ahora, Una mujer desnuda: un salto en su compromiso como escritora. Pero advirtamos que lo que contiene no es el relleno del enunciado poético de Benedetti, ni el despliegue de una fabulación febril y tendenciosa, ni el "vertido de una experiencia tóxica", como advierte la mujer de este desnudo. Tiene, como toda creación literaria que se precie, la suma de distintos recursos y diferentes lecturas derivadas de su inteligente composición y su valiente propósito. Pero alberga, sobre todo, el testimonio veraz -al amparo de un lenguaje poético que no escatima ni el tono real y realista ni los pertinentes detalles- de una mujer que desnuda su soledad y su desamparo, desnuda sus heridas más íntimas cuando la distancia lo permite y las circunstancias (quizá lo menos logrado) le obligan.

Ella es Marina Iranco recordando su historia de niña, hija única, educada "como un trofeo que se exhibe por sus logros", exiliada del horizonte de afectos que debe construir la infancia. Estas páginas, avisa, son "un catálogo de desnudeces unidas por el hilo de una historia invisible" que habla de barreras afectivas en la niñez, de pérdidas irreparables, de prejuicios y daños inútiles; de la sexualidad infantil y sus consecuencias en el desarrollo de las relaciones afectivas. Marina Iranco: abogada, de casi 40 años, escondida detrás de la imagen que ella inventó de sí misma, de mujer dura y competitiva, excluida del territorio del amor, y amparada en la utilización del sexo como herramienta de poder frente a los hombres. Tiene prisa por ordenar y recomponer el caso que le ocupa; tiene solo una noche por delante y una moral social dispuesta a juzgar su vida exagerada, su historia de amor, y el mapa de transgresiones con que distrajo la ausencia. Siente el deber de justificarse y tiene miedo: "ahora mismo -dice- quiero echarme atrás, pero si el resultado es el silencio yo escojo las palabras". Alguien, otro personaje, de otro autor, escribió que "una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las herida en el corazón ya son demasiado profundas". No son las palabras de Marina pero son un preámbulo perfecto para su historia. Escú-
chenla, sin prisa y con respeto. Lo merece su desnudo.