Cielo en rehenes
Emilio Ballagas
24 mayo, 2000 02:00La poesía de Ballagas tiene, siempre, una muy alta calidad literaria y una palabra enormemente bella, pero al lector español (quizá más que a otros lectores hispánicos) se le hará patente que Ballagas no es escasamente deudor, en su mejor época, de algunos poetas de nuestra Generación del 27. Desde luego del Luis Cernuda de Invocaciones en "Elegía sin nombre", el Aleixandre de La destrucción o el amor en cierto surrealismo, más atenuado en Ballagas, y aún -más lejanamente- del Lorca de Poeta en Nueva York. A Lorca debe estar sin duda dedicado un soneto de Ballagas, "En la muerte de un poeta", que se abre así de lorquiano: "¡Qué penumbra de dalia desterrada!" Aunque, en este caso antes y sin conocerlos, la poesía de Emilio Ballagas (por la comodidad de estética y referentes) puede identificarse también con altos momentos de nuestro grupo Cántico de Córdoba. Todo esto no debe, por lo demás, hacer suponer en Ballagas algo así como un brillante epígono. No. Su poesía posee fuerza, dicción y calidad muy propias, pero su arranque o su parentesco no se disimulan. Los sonetos finales, menos metafísicos que suntuosos y emotivos, pueden recordar la poesía del religioso Manley Hopkins (que nombra Lezama en su epílogo) pero también el caudal sonetismo -en su vertiente mayor- que en esos años pululó también en la poesía española.
No sería erróneo decir entonces que la buena, la vivísima poesía de Emilio Ballagas -incluso su evolución literaria- nos sonará familiar a los españoles. E insisto, familiar no vale por voz pequeña y ya oída. Supone uno que Ballagas (maestro de profesión, muchos años) debió ser un hombre honrado y profundo que aspiró a una verdad, que le hizo sufrir. Se lo dijo a Piñera: "Ahora estoy bien metido en el sufrimiento". Pero el quiebro de su voz lírica, su dualidad poética, la expresó bien Lezama Lima: "La lucha de su Eros con la ‘Ananké’ marca uno de los momentos esenciales de su poesía". Marca el antes y el después de un muy notable poeta.