Image: Poesía completa

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Poesía

Poesía completa

Charles Baudelaire

19 julio, 2000 02:00

Charles Baudelaire, por Gusi Bejer

Edición bilingöe. Traducción de Javier del Prado y José A. Millán Alba. Espasa, Madrid, 2000. 1.527 páginas, 8.500 pesetas

Aquí está -casi íntegra- la obra completa del genial Baudelaire. Faltan sólo poemas de atribución dudosa y borradores excesivamente inconclusos. Todo lo demás -el gran Baudelaire- está aquí

Como bien dicen los colectores y traductores de este tomo, aquí está -casi íntegra- la obra completa del genial Baudelaire. Faltan sólo poemas de atribución dudosa, algunas páginas de crítica literaria o artística y borradores excesivamente inconclusos (como el de un último libro que jamás terminó, ¡Pobre Bélgica!) todo lo demás -es decir, el gran Baudelaire- está aquí, y los poemas en verso en edición bilingöe. O sea, están Pequeños poemas en prosa, Los paraísos artificiales y los interesantísimos trabajos de crítica (literatura/arte) que van desde Los salones diversos o El pintor de la vida moderna, hasta los textos emblemáticos sobre Théophile Gautier -su maestro, a quien dedicó Las Flores del Mal- o sobre su otro maestro americano, Edgar Allan Poe, al que tradujo pero nunca conoció en persona.

Sí, Charles Baudelaire (1821-1867) casi completo. Prácticamente completo, y muy cuidado. Baudelaire -apenas insistir en ello- es más que necesario, pues es uno de los faros (término que le gustaba) de toda la modernidad europea: la del Simbolismo -tan fértil- y la que sin abandonarlo surgió (o rebrotó) en los años 20. Baudelaire es necesario e insustituible. Y en España ha sido (desde finales del siglo XIX) múltiplemente traducido. A pesar de que la poesía de Baudelaire -las archifamosas Fleurs du Mal- es casi intraducible, más allá del problema (real y retórico) de la traducibilidad poética. Lo he dicho otras veces pero es pertinente repetirlo: Si toda traducción de poesía es ardua, la simbolista, que se basa en la rima y en todos los artificios de la sonoridad (rimas internas, aliteraciones, eufonías de todo tipo) y que apoya, en buena medida, el significado del poema en su imbricación más fuerte con ese significante tan sonoro -aunque con todos los matices del sonido- se vuelve una tarea peliaguda y casi siempre regularmente retribuida. (¿Cómo quedará Rubén Darío en francés?). Así es que se ha traducido mucho a Baudelaire y probablemente (y también por todo ello lo atinado de la edición bilingöe) habrá que seguir haciéndolo.

Pero teniendo en cuenta lo antedicho la versión de Javier del Prado -traductor de la poesía- es muy fiel y notable, considerándose deudora (así lo declara en el aviso el editor, aparte de la rica introducción) "de la traducción ya antigua (y querida) de Las Flores del Mal, hecha por el gran poeta Antonio Martínez Sarrión". Dice que parte de ella, pero evidentemente hace su propia opción. Javier del Prado -que ha publicado poesía- fue también el coordinador (y uno de los veintisiete especialistas) que publicaron en 1994 -Cátedra- la más completa Historia de la Literatura Francesa hecha desde España y por españoles. Entre los colaboradores de esa empresa figuraba también José Antonio Millán Alba, responsable en este volumen baudeleriano, de la mayor parte de la prosa.

Poesía y prosa -decía- están traducidas con gusto y esmero, aunque siempre sea más visiblemente problemática la poesía. No tengo más reproche que hacer -y no es tal reproche- a la cuidada versión de Javier del Prado, que esa dificilísima musicalidad.

No, claro, a Baudelaire no se le puede traducir hoy con criterios modernistas, pero a la pureza del contenido y a la elegancia de esta nueva dicción española (a veces) habría que haberle metido algo más de ritmo (más asonancias, por ejemplo) no para reproducir el ritmo de Baudelaire, sino para que el lector no olvide la música, que por lo demás existe, aunque algo asordinada en ocasiones. Pero no seamos rácanos, porque estamos ante un muy cuidado trabajo total. En las prosas también hallará el lector alguna sorpresa: Los fragmentos autobiográficos de Mon coeur mis à nu (en español, literalmente y casi siempre, Mi corazón al desnudo) se llama ahora Con el corazón en la mano. Prado justifica este nuevo título por más español. Quizá tenga razón, pero la nueva traducción suena a sinceridad (Mi corazón en cueros sería horrendo) mientras que el más literal, Mi corazón al desnudo (que confieso preferir) suena a esa introspección intimista que es la que, desde Rousseau, ha buscado el confesionalista francés.

No se debe olvidar, por lo demás, que el tomo lleva una fértil introducción general (debida a los dos editores) que se completa con otra introducción que cada traductor hace a las partes -libros o conjuntos textuales- por él traducidas. Jugosa es la introducción de Del Prado a Las Flores del Mal (especialmente en el apartado último) que cuenta con observaciones como ésta, polémica y aparentemente a contrapelo: "Es necesario comprobar, una vez más, en qué medida el nacimiento de la poesía de la modernidad [...] está ligado a la recuperación de la forma, y en especial del soneto: a la necesidad de poner límites y trabas al lirismo".

Con todo aquí está otra vez Baudelaire, casi entero, magnífico, principalísimo. Una tarea de mucho mérito (unida, no dispersa) que, sin embargo, no será la última. Aunque acaso sea la de ahora mismo.