Image: Obra poética y cuentos

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Poesía

Obra poética y cuentos

Luis Feria

26 julio, 2000 02:00

Pre-Textos. Valencia, 2000. 722 páginas, 1.990 pesetas

Poeta colorista, erótico y feliz que a veces condesciende con la queja. Poeta desigual, como todos. Poeta de verdad, como pocos

Como en el caso de Gamoneda o de María Victoria Atencia, en la poesía de Luis Feria -otro de los poetas excéntricos al núcleo duro de la generación del 50- hay dos etapas, separadas por más de una década de silencio. La primera la integran tres títulos, Conciencia, Fábulas de octubre y El Funeral, publicados entre 1962 y 1965, aunque comenzados a escribir desde mediados de la década anterior. En ellos Feria se nos muestra como un poeta temporalista, muy de su tiempo, que ha aprendido la lección de Cernuda y de Vallejo y que escribe -en la línea de Brines, pero sin mimetismo- una poesía meditativa e intimista. Una hermosa poesía que hoy nos suena demasiado a una retórica de época, como de un aplicado segundón.

Aunque la apreciación resulte injusta, algo de eso debió de entrever el poeta. A mediados de los 60 comienza a dirigir una de las representativas colecciones generacionales, "Poesía para todos" -en la que aparecieron títulos de ángel González, Brines, Barral, Gil de Biedma-, y simultáneamente deja de ser poeta en activo. En 1972, abandona Madrid por su Tenerife natal y también parece abandonar la poesía para siempre.

Afortunadamente no fue así, y desde comienzos de los 80 reanuda sus publicaciones cada vez con mayor asiduidad. El poeta que vuelve es otro y es el mismo. Le preocupan idénticas obsesiones, pero el lenguaje ha cambiado por completo. Se ha hecho más libre, más sentencioso, se ha desprendido -a fuerza de humor y desenfado- de todas las costras trascendentalistas de la vieja retórica.

Dos de los nuevos libros, Dinde (1983) y Más que el mar (1986), están escritos en prosa, en esa prosa escueta y esencial que sólo saben escribir algunos poetas, los mejores: inevitable resulta citar a JRJ, al Cernuda de Ocnos, al Muñoz Rojas de Las cosas del campo y al Rafael Montesinos de Los años irreparables. J.-C. Mainer, en su extenso e ejemplar prólogo a esta edición, cita otros títulos que podrían considerarse de la misma familia que estos libros excepcionales, entre ellos uno que podría parecer insólito, la Crónica del alba, de Sénder, pero que algo también tiene en común con las prosas de Feria: el rescate de la mirada auroral de la infancia, la emoción virginal del descubrimiento del mundo.

El Feria de los últimos años mira al mundo con ojos nuevos, con asombrados ojos de niño que hace inventario de las maravillas cotidianas. Los poemas de Salutaciones -y los de otros libros- han sido puestos en relación con las Odas Elementales, de Neruda, y ciertamente sorprenden sus coincidencias temáticas: "Hogaza", "Musgo", "Gallina" se titulan los primeros poemas, y también se cantará al tenedor y a la cebolla, a todos los seres humildes que la costumbre nos lleva a desdeñar. Concentradas, llenas de sorpresa y de irracionalismo, de cotidianidad y magia, las salutaciones de Feria resultan, sin embargo, muy distintas de las odas de Neruda, con su voluntarioso optimismo marxista. Al último Feria -un poeta transparente y hondo- le gusta jugar con el lector y como una rebuscada tomadura de pelo puede considerarse el culturalismo de Subrogación de Sor Emérita... (1987), bien humoradas eutrapelias eróticas que a ratos nos recuerdan a la Rossetti de Devocionario y en ocasiones a otro raro generacional, Pérez Estrada.

También el humor predomina en los Tres cuentos que el autor publicó en 1994 y que acertadamente se incorporan a esta edición; los otros tres relatos, nunca hasta ahora recogidos en libro, narran episodios de apariencia autobiográfica que preludian las prosas de Dinde.

Luis Feria, poeta voluntariamente al margen, poeta que después de haber estado en la primera línea de la actividad literaria, optó primero por el silencio y luego por el apacible retiro de las publicaciones provincianas, ha tenido suerte en esta póstuma recopilación de su obra completa. Con muy buen criterio, Carlos Eduardo Pinto no ha querido abrumarnos con borradores y variantes, con ese atentado al lector que son las presuntas ediciones críticas: en orden cronológico, sin una nota que manche la página , se nos ofrecen, en su última versión, los poemas que el poeta consideró válidos, los que fue incluyendo en sus sucesivos libros; los primeros poemas publicados -en revista, no en libro- se ofrecen al final, en un apéndice, claramente separados del resto. Pocas veces un autor contemporáneo ha sido editado con tanto respeto, elegancia tipográfica e inteligencia.

Termina Luis Feria su poesía con la concisión ejemplar de Arras (1996), poemas que tienen mucho de epitafio. Sólo en el mejor Ungaretti o en algún fragmento de la lírica griega arcaica encontramos una concisión semejante. Niño que juega para ocultar su herida, Luis Feria; poeta colorista, erótico y feliz que a veces condesciende con la queja. Poeta desigual, como todos. Poeta de verdad, como pocos.