Image: Jesús Munárriz

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Poesía

Jesús Munárriz

Peaje para el alba

31 enero, 2001 01:00

Selección y prólogo de ángela Vallvey. Hiperión, Madrid, 2000. 193 páginas, 1.500 pesetas

Más de cuatro versos que dan razón de él y del mundo ha escrito Munárriz, un poeta que, como quería Aleixandre, canta por todos y para todos

Poesía clara, directa, nada hermética, irónica y cordial, la de Jesús Munárriz; poesía que está pidiendo, en muchos casos, la lectura en voz alta, a ser posible ante un amplio auditorio, al final de un mitin, o la música que la convierta en canción. De viva voz se titula precisamente uno de los libros inéditos que se antologan en esta selección de casi treinta años de dedicación poética; reúne en él Munárriz las letras que en la época de la transición política escribió para diversos cantantes. Y no cabe duda de que como letrista poco tiene que envidiar al afamado Rafael de León, aunque su mundo sea algo distinto: "Hemos viajado juntos/ a toda vela,/ hemos andado siempre/ las mismas sendas" (Parece que oímos corear el estribillo: "Mano a mano tú y yo/como con codo..:")

Superviviente de la poesía social y de la moda de los cantautores, Munárriz es consciente de que su apuesta por la claridad, la cordialidad y la rotundidad, si le facilita el acceso a los lectores, no contribuye a su prestigio entre los críticos más sesudos. A ello se refiere en el poema "Lógica", que comienza con una cita de Eugenio Montejo: "Un poeta comprensible tiene pocas posibilidades de sobrevivir". ángela Vallvey no ha querido seguir el habitual orden cronológico, libro por libro, en esta antología. Los poemas, entremezclándose los publicados con los inéditos, se distribuyen en tres partes: la primera, "Cuanto amé", es la que más bordea el sentimentalismo, la que más necesita quizá de la muleta de la música; la segunda, "Las flores de esta tierra", supone una puesta al día de la poesía social, es una crónica amarga de los años de la dictadura y del tiempo presente. ¿Poesía panfletaria? ¿Trazo grueso? Tal vez, pero también una mirada lúcida, un constante ingenio expresivo, la obra de quien sabe que en poesía decir es hacer y que lo que no está bien dicho no está dicho.

La tercera parte, "Uno de ellos o el viento en otros labios", reúne los poemas que pudiéramos denominar culturalistas, aunque el culturalismo de Jesús Munárriz nada tenga que ver con el que pusieron de moda los novísimos: no es un fortín erudito que deja fuera a muchos lectores, que hace necesaria la presencia de un avezado guía para poder llegar fatigosamente al núcleo -a menudo vacío- del poema. Munárriz, poeta omnívoro, aspira a convertirlo todo en poesía: lo vulgar y lo sublime, la noticia del periódico y el recuerdo fulgurante de unos versos japoneses.

Muchos de los poemas de esta tercera parte son monólogos dramáticos: el poema se pone en boca de un personaje, es algo dicho por alguien en una determinada situación. Peaje para el alba concluye precisamente, y no me parece que ello resulte casual, con "Monólogo de Zimmer", retrato indirecto del Hülderlin de los últimos años, uno de los mejores textos de su autor, una de las más acertadas muestras del uso del monólogo dramático.

No todos los monólogos de esta parte final son culturalistas. "Habla una ayudante de cocina jubilada" podía figurar en cualquier antología de poesía social: "Pasé toda mi vida/ pelándoles las gambas a los ricos..."), mientras que "Bajo la llama (Tumba del soldado desconocido)" es un contundente y conmovedor ejemplo de literatura antimilitarista: "Soldado nunca fui. Me uniformaron/ para la degollina./ ¿Desconocido? Siempre para ellos,/ nunca para los míos".

Abundan los homenajes a poetas en "Uno de ellos o el viento en otros labios"; algunos resultan excelentes, como el minucioso "Silva en dos tiempos", mientras que otros, como el dedicado a la muerte de Machado, parecen algo tópicos y repetitivos. Pero incluso entre los textos más de circunstancias o más deliberadamente pastichistas, Jesús Munárriz consigue poemas inolvidables, como "Una copa de Oporto", homenaje al poeta portugués Fernando Assis Pacheco, o "A la manera persa", colección de rubaiyatas: "En sólo cuatro versos Jayyam lo dijo todo,/ cuatro como Berceo, cuatro como Juan Ruiz,/ sabes que en cuatro versos el mundo entero cabe,/ escribe cuatro versos que den razón de ti". Más de cuatro versos que dan razón de él y del mundo ha escrito Jesús Munárriz, un poeta que, como quería el Aleixandre de Historia del corazón, canta por todos y para todos, un poeta que a veces incurre en la banalidad o naufraga en el mar de las buenas intenciones. Pero un poeta también que es un prodigioso lector, un exhaustivo conocedor de la poesía del mundo, un bien experimentado artesano: incluso cuando no acierta, es un placer leer a un poeta que conoce todos los secretos de su oficio, pero que nunca olvida que la poesía es algo más que oficio.