Image: Tarde o temprano (Poemas 1958-2000)

Image: Tarde o temprano (Poemas 1958-2000)

Poesía

Tarde o temprano (Poemas 1958-2000)

JOSÉ EMILIO PACHECO

24 octubre, 2001 02:00

Fondo de Cultura Económica. México, 2001. 655 páginas

En 1980 se publicaba la primera edición de Tarde o temprano, donde su autor, que acababa de cumplir 40 años, reunía dos décadas de dedicación poética. Veinte años después aparece una nueva edición a la que se añaden los seis libros publicados desde entonces: Los trabajos del mar (1983), Miro la tierra (1986), Ciudad de la memoria (1989), El silencio de la luna (1994), La arena errante (1999) y Siglo pasado (2000).

Se añade y se quita: de la edición inicial de Tarde o temprano ha desaparecido Aproximaciones, la peculiar colección de traducciones de José Emilio Pacheco que para muchos lectores tenía no menos interés que sus textos originales. Más que traducciones, a menudo indirectas, se trataba de poemas escritos a partir de otros poemas.

Tarde o temprano, en su primera edición y en ésta que le dobla en número de páginas, es algo más que una mera recopilación de libros ya publicados. Pacheco no considera cada página impresa como algo sagrado que no debe alterarse; para él la literatura es "trabajo humano, producto histórico y perecedero: por tanto susceptible de mejorarse". Los poemas, publicados o no, no pasarían así de ser "borradores en marcha hacia un paradigma inalcanzable".

El "paradigma inalcanzable" de José Emiñio Pacheco cada vez parece acercarse más a la prosa, sentir mayor alergia a la retórica. Comparemos su primer libro, Los elementos de la noche, no con la versión inicial, de 1963, sino con la de 1980, cuando ya había sido "revisado a fondo" (según se nos indica en la nota preliminar). Copio la primera estrofa de "Jardín de arena": "Cuando la lluvia eterna se detiene en el río/-minuciosa, veloz, hecha de mil pronombres-/se leventan las horas como las llamas". La nueva versión dice escuetamente: "Cuando la lluvia a solas se desploma en el río/entre la luz y el agua se disuelven las horas".

Para José Emilio Pacheco a la mayor parte de los poetas les sobran palabras, en especial las consideradas tradicionalmente poéticas. Como no puede tacharlas en los demás, las tacha con cierta saña en sí mismo. En el poema en prosa "De algún tiempo a esta parte" escribió: "En algún día del mundo dirás su nombre alto y purísimo como ese instante que la trajo a tu lado". Al igual que un jefe de redacción que necesita espacio para la publicidad, tacha todo lo que pueda ser considerado "mera literatura": "En algún día del mundo dirás su nombre". Otro ejemplo: "En la escollera herida por las olas se dilata la noche" queda reducido a "En la escollera se dilata la noche".

La nota preliminar a la edición de 1980 nos informaba de la intención del autor de prescindir de los poemas ocasionales en los que trataba "de recuperar para el verso su antigua capacidad de ser, sino pretensión de constituirse en poesía, un medio fluido y conciso para decir lo mismo que se dice en prosa". En la nueva recopilación, no sólo no prescinde de ese tipo de poemas, sino que parece ir prefiriéndolos cada vez más. Un poema de Los trabajos del mar, "El centenario de Gustave Flaubert", lleva el subtítulo aclaratorio de "un artículo en verso", y eso es lo que es: un artículo en verso, o en prosa a la que el artificio tipográfico hace aparecer como verso. En otro poema, "Carta a George B. Moore en defensa del anonimato", explicita su nueva poética (que es precisamente la de los textos que antes declaraba dejar fuera de sus recopilaciones): "Y voy a usar, así lo hacían los antiguos,/el verso como instrumento de todo aquello/ (relato, carta, drama, historia, manual agrícola)/que hoy decimos en prosa".

¿Ha dejado José Emilio Pacheco en sus últimos libros de ser el gran poeta que fue y que tanto ha influido en buena parte de la poesía española? Ha bajado la guardia, ha llevado al extremo su poética, ha versificado (es un decir) naderías: léase "Adiós a las Armas", de Ciudad de la memoria, con su penoso juego de ingenio, o "La flauta mágica", de Siglo pasado. Ha llenado sus libros de ocurrencias, anécdotas, noticias de periódico, réplicas, y parece haberse esforzado mucho para no levantar demasiado el vuelo, para no incurrir en el delito de lesa literatura.

Pero sigue siendo, quizá a pesar suyo, el gran poeta que nos deslumbró hace tantos años, irónico y hondo, variado y ejemplar, lírico y ocurrente, nunca empalagoso, un poeta que parece hablarnos de todo (de Mozart y las moscas, del terremoto de México y del fax, de Bill Gates y Amado Nervo, de la basura que se amontona en las esquinas y el vaho que empaña los cristales) y que en realidad sólo nos habla de cómo pasa el tiempo por nosotros en un mundo cada vez más ancho y ajeno (y al mismo tiempo todo lo contrario).

Astillas

ANUNCIO
Llueve el viento en las frondas.
No cae el agua:
vibra su eco en la sombra.

RETRATOS
Nada fija el instante:
en el retrato
se mueren más los muertos.
PARQUE MéXICO
Lumbre del sol
flotando en el estanque:
el universo es agua.

COLIBRí
El colibrí es el sol,
la flor del aire
entre dos tinieblas.
SILVER SPRING
En el bosque otoñal
ramas desnudas
esperando la nieve.

BERWYN HOUSE
En el silencio cae la nieve.
Arde la luz.
Vuelve a ser paraíso el mundo.