Image: Antología poética

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Poesía

Antología poética

Luis Cernuda

17 abril, 2002 02:00

Cernuda en la calle del Aire de Sevilla, en 1928

Edición de ángel Rupérez. Espasa, 2002. 386 páginas, 7’75 euros

A Cernuda se le reconoció muy tarde, pero desde hace años lo tenemos por uno de los poetas mayores del siglo XX español: por altura, complejidad, maestría y por el ejemplo que dejó para la lírica de nuestro país.

Puede añadirse que es hoy el poe-ta más vivo de su generación, el que todavía no precisa una lectura histórica.Dicho esto está claro que la antología que el poeta ángel Rupérez ha preparado de Cernuda es buena y suficiente, porque es amplia, y porque incluye muestras de los dos libros versiprosísticos de Cernuda -Ocnos y Variaciones sobre un tema mexicano- perfectamente dentro del clima lírico del autor, aunque este no los incluyera en La Realidad y el Deseo. La antología es amplia, pero nunca podrá ser -lógicamente- al gusto de todos. Quizá ello tenga que ver con el buen estudio prologal de Rupérez, que trata todos los temas de la cuestión cernudiana, su vigencia y plurales asedios (poesía meditativa, coloquialismo, memoria, arte, dualidad del tema de España) pero que -sobre todo al inicio- tiene un tono polémico, a veces muy parcial, en el que casi diríamos que los dolores de Rupérez se escudan o amalgaman en los -otros- de Cernuda. Es obvio que todo gran poeta es una individualidad, pero no menos obvio que todo poeta es hijo de su tiempo y amista o enemista con sus contemporáneos. Así cuando Rupérez arremete contra el 27 ("España vanguardista y veintisietera") pretende ignorar que una generación es un fenómeno natural -lo comercial viene después- y que tampoco Cernuda (como queda más evidente en su primera etapa) es nunca comprensible sin su entorno. Otro rasgo polémico de esta buena introducción es su afán de restar protagonismo a la homosexualidad cernudiana y al mucho papel que tiene en su obra desde Los placeres prohibidos y aún antes. Pero es que Rupérez (que tiene casi tintes homófobos) no sólo no incluye en su selección poe-mas como "A un muchacho andaluz" o "El joven marino" (entre otros tan evidentes en esa línea) sino que ignora lo que Gide significó -y no sólo para Cernuda- en la militancia social y sexual de la Europa de entreguerras... Por eso mismo, aunque Rupérez ve bien el tono ético o moral de Cernuda, no advierte que habla siempre de otra moral -igualmente comprensible desde la heterosexua- lidad- de la que viene su ataque a Dámaso Alonso o incluso a Salinas, más allá del enfado o el dicterio personales.

Estamos ante un trabajo importante, pero muy particular en algunos aspectos. Por supuesto está la indudable grandeza -y modernidad- del propio Cernuda, pero la introducción (más allá de que resuma bien la temática cernudiana hoy) está llena de sesgos y carencias polémicos). Si alguien no ha leído al poeta sevillano en absoluto, quizá precise un texto, igualmente maduro, pero menos parcial como prólogo. Cernuda, magnífico. Su dolor y vuelo humanos son los de todos. La justificación de su fracaso (en su tiempo) no vale, sin embargo, para cualquiera.