Image: Frágil

Image: Frágil

Poesía

Frágil

Javier Rodríguez Marcos

17 abril, 2002 02:00

Hiperión. Madrid, 2002. 66 págs., 7 euros

"Cada vez me interesan más las cosas reales. Y donde dice cosas reales cabe decir personas reales", escribe Javier Rodríguez Marcos en una poética reciente. Y añade: "Tal vez por eso también siento cada vez más pudor a la hora de usar sin ironía en los poemas palabras que al hablar nunca usaría inocentemente. Decir manzana en un poema ya es decir mucho. Decir la soledad o el vacío es, me temo, decir casi nada".

Con "Otra poética"concluye Frágil. Casi todo en ella son prohibiciones: evitar la palabra yo, las imágenes consideradas poéticas, "las palabras grandes"... Frágil es un libro minimalista y austero, deliberadamente limitado. Extrañeza y cansancio son los sentimientos de los que parte su protagonista, un hombre que mira el mundo y a sí mismo con idéntica sensación de extrañeza. A la manera de Caeiro, Rodríguez Marcos propugna un "mirar sin ideas", ese imposible. A partir de un puñado de ideas, de teorizaciones, se ha escrito este libro, escueto y programático, receloso frente al lenguaje convencionalmente poético y frente al lenguaje en general. Buena parte de los poemas nos presentan lo que el poe-ta llama "personas reales", pobres gentes de su entorno codiano. Historias mínimas escritas en una lengua sin relieve, casi naïf, que no desdeña las torpezas. "Visceral" termina con los siguientes versos: "...lo venderé a un trasplante,/como una casa vieja/tendré que hipotecarlo". ¿A un trasplante o para un trasplante? ¿Sólo las casas viejas se hipotecan?

De vez en cuando, Rodríguez Marcos parece olvidarse de su poética, le pierde el miedo a las imágenes, y sus planas estampas de humillados y ofendidos elevan un poco el tono, como cuando, al final de "Viaducto", deja caer, "entre latas de óxido/y botellas y ruidos", "una flor de silencio". El resto de los poemas está protagonizado por el "hombre que mira", contrafigura del poeta, que sabe que la verdadera "Odisea" no está en lo extraordinario, sino en sobrevivir "al tedio duro y seco".

Junto a las estampas realistas, junto al intimismo desprovisto de anécdota, hay en Frágil una preocupación metapoética, una escéptica consideración de las palabras. En"Extinción" se borran las fronteras entre lenguaje y mundo, que intercambian sus cualidades. El más extenso y ambicioso de los poemas es "El himno y el secreto", variación sobre la unamuniana oración del ateo escrita con menos contención y más soterrada ternura.

Frágil no es un libro brillante, llamativo, fácil de apreciar en una primera lectura. Lo encorseta la excesiva sujección a una preceptiva, no por personal menos tiránica, y a ratos esterilizante, que las normativas poé-ticas neoclásicas. Pero esa deliberada pobreza, ese atarse las manos, posibilita un mínimo puñado de poemas doloridos, secos, puro nervio, vigilia y sueño, expresionismo y magia, a los que no se habría podido llegar de otra manera.