Image: Más ligero que el aire. Poesías morales

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Poesía

Más ligero que el aire. Poesías morales

H. M. Enzensberger

5 septiembre, 2002 02:00

H. M. Enzensberger, por Grau Santos

Trad. J. L. Reina Palazón. La poesía, señor Hidalgo. Barcelona. 209 páginas

En Hans Magnus Enzensberger -como en casi todos los miembros de su generación- lo poético es un hecho político, y lo político es un hecho poético. De ahí la imbricación que para él existe entre el compromiso histórico y el componente ético y estético que debe presidir y regir todo quehacer intelectual.

Lo que podemos llamar "el último Enzenberger" -el que se inicia con Música celestial y Quiosco- supone un giro en una bien definida trayectoria, en la que lo lírico no renuncia a lo lúdico ni lo docto se contrapone a lo moral. El rasgo distintivo de Enzensberger había sido aunar elementos y posiciones diferentes, y armonizarlas en una tan difícil como interesante síntesis, que hacía del poema un campo de tensiones dialécticas cuyo resultado eran la lucidez irónica, una agridulce angustia metafísica y una profunda visión de lo real. Más ligero que el aire pertenece a este ciclo, y su escritura resulta inseparable de ensayos suyos como El diablo de los números y de la preocupación que ahora más le cerca: los riesgos de la ingeniería genética y la conciencia de la precariedad. Enzensberger ha dicho que "a veces la política es el campo de lo repetitivo" y que lo que a él le interesa no es "cantar en un coro" sino en una monodia que le ayude a clarificar su posición. Este canto en voz baja no es, sin embargo, el mismo que Auden reclamaba y que, entre nosotros buscaron -a su modo, y por caminos no siepre coincidentes- Gil de Biedma y Gabriel Ferrater. El tipo de canto que Enzensberger aquí ensaya es el propio de un poeta postmoderno en la era del capitalismo tardío, en el que el deslumbramiento por los bienes de equipo que despertó la sorpresa de los primeros vanguardistas deja paso a los puntos de fuga, la crisis del sujeto y los diversos claroscuros que conforman el rostro más trágico y más invisible de lo que empieza a ser en Occidente el vacío ético y la ausencia de una deontología válida que regule tanto los riesgos a que puede conducir una mal dirigida ciencia como los excesos a que puede llevar una globalización sin marco jurídico ni límite legal.

En este sentido, Más ligero que el aire es un libro crítico, pero también histórico, que tematiza problemas propios de nuestro tiempo y que realiza un inventario de las deficiencias formales y mentales de nuestro cada vez más extendido y generalizado sistema referencial. En esto Enzensberger va mucho más allá que Brecht, porque no es un poeta social como éste sino algo más nuevo y difícil: un poeta sociológico que pasa revista y pone a prueba los débiles recursos de nuestra sociedad. El último Enzensberger inicia su libro con una "Cancioncilla optimista" que recuerda las críticas de Ovidio al triunfalismo político de Augusto y a esa paz profunda que genera un falso panorama fantástico que los más ingenuos llegan a confundir con lo real. "Declaración de guerra" sí es un poema político en el mejor sentido del término, como "Lo que hubo antes" y "Todo bajo control" ponen al descubierto la ficción de nustro horizonte científico y la pobreza de nuestro sistema cultural. Lo mismo puede decirse del culturalismo ético que hay en "John von Neumann (1903-1957)" y en "Descubridores", y de la ironía que articula "Genial". "Distribución del trabajo" es un ejemplo de excelente poema sociológico, como lo son también, de modo distinto, "Mercado mundial", "Léxico de países" y "Hong Kong 1997", uno de los textos mejor traducidos por Reina, cuyo final puede servir de clave de nuestra actualidad: "una fantasmagoría,/una alucinación, una falsificación,/una ópera de ciencia ficción, una maravilla movediza". Enzensberger recuerda aquí a Casandra, a la que invoca, y alcanza uno de sus máximos momentos en "Faltas" y "Desarmonía preestablecida".

La primera parte del libro rotula el territorio del que luego hará un mapa, un croquis y un perfil. La segunda parte incorpora elementos como la rima y el tratamiento literario, lingöístico y estético de la cotidianeidad. Se produce así un cambio de código, visible en "Madrigal verde" y "Proverbios del calendario", y se propone una serie de opciones que añaden al libro uno de sus rasgos: la variación y la diversidad. En la tercera predominan lo lírico, con influjos de los versos de Adriano, el consejo ético, la descripción de la rutina urbana y la denuncia de los códigos de conducta que determinan nuestra actitud social. "Hotel Caesar Palace", "Orden del día", "A favor de las ocasiones perdidas" y "Dulce pequeña" constituyen el mejor muestrario de esta serie, que tiende al epigrama como la siguiente lo hace hacia la confesión. Así se llama uno de los poemas de la última parte, que es la más abierta también y que oscila entre una "Teología científica" y un cierto grado de difusa esperanza. Más ligero que el aire es un libro con absoluta consciencia de final. Su lectura supone una experiencia de los límites de nuestro mundo y una lúcida crítica de los pilares de nuestra sociedad. Reina Palazón ha sabido acercarlo en unas versiones más que aproximativas y en un prólogo en el que los aciertos son tantos como su valiente y expresa radicalidad.