Image: Las lecciones del tiempo

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Poesía

Las lecciones del tiempo

Juan Lamillar

20 febrero, 2003 01:00

Juan Lamillar. Foto: Archivo

Maillot Amarillo. Granada, 2003. 173 páginas

Con el mismo título que su último libro, Las lecciones del tiempo (1998), reúne Juan Lamillar, sevillano de 1957, una selección de su obra publicada e inédita.

La disposición temática de los poemas permite una nueva lectura de este poeta a la vez variado e insistente, culturalista e íntimo, manierista y despojado. Jugando con el título, el autor utiliza una terminología escolar para nombrar las tres secciones del volumen: "Trivium", "Cuadrivium" y "Materia de septiembre". La primera de ellas se subdivide a su vez en tres partes dedicadas a los grandes temas de la poesía: el tiempo, el amor, la muerte. ¿Cómo se enfrenta Lamillar a esos tópicos? La primera impresión del lector es la de un educado distanciamiento. Comenzamos a leerle y nada disuena, los versos fluyen con naturalidad y musicalidad. No hay ninguna disonancia, ciertamente, pero tampoco nada que parezca llamarnos especialmente la atención. Incluso puede darnos la impresión de que se trata de una poesía demasiado poética, filigrana y oropel. Una impresión que se va desvaneciendo conforme abarca la lectura de cada una de las partes, en las que los poemas se disponen en orden cronológico. Juan Lamillar, un poeta en voz baja, tarda en hacerse oír.

Las resonancias culturalistas de esta poesía se acentúan en las tres primeras partes de "Cuadrivium", dedicadas a la música, la literatura y la pintura. Varios de estos poe-mas son textos circunstanciales, escritos para un homenaje a un poeta (como "Pues solo quiero amarte", a García Baena) o para el catálogo de un pintor ("Memoria de la luz", "Cuatro acuarelas para Carmen Laffón"). Poesía correcta y grata, que al lector apresurado puede parecerle menor. Poesía que va ganando en hondura y densidad conforme avanza el tiempo, como si el autor aprendiera bien sus lecciones. El poeta algo evanescente de los comienzos se va convirtiendo en uno de los poetas más personales y hondos de las últimas décadas, siempre sin estridencias, sin desmesuras personalistas, sin alzar la voz.

La cuarta parte de "Cuadrivium" ya no responde a una temática tan unitaria como las anteriores: la cotidianidad y el misterio son ahora los protagonistas. "Sólo existen objetos cotidianos:/son los que nos liberan de la muerte", comenzará uno de los poemas. De objetos cotidianos, de un puente que se llama "infancia, fidelidad o sueño", de un irónico fantasma nos hablan estos poemas, claros y misteriosos, Morandi y Chirico, geometría y metafísica.

"Materia de septiembre", la sección última del libro, también se divide en tres partes, como la inicial. Al milagro de la luz, así se titula uno de los poemas, se dedica la primera de ellas: "Tras el tiempo, la luz luce más alta,/conjunción de estar muertos y estar vivos". Luego es el mar el protagonista, para finalmente concluir la antología con una colección de paisajes que se inician en Lisboa y concluyen en París.

Juan Lamillar, como acabamos de ver, no le teme al tópico. Todo lo contrario: aprovecha esta antología para subrayar su interés por lo aparentemente consabido. No siempre sale bien librado. "Tu nombre entre postales de Marcel Proust, y el sueño/de haber acariciado París en primavera", comienza el poema "Dibujo aquellos días", y algo de convencional postal tiene ese poema, lo mismo que "Lisboa: un recuerdo". Pero de esos textos menores, que nunca molestan, nos compensan otros escritos con sabiduría y secreta sorpresa.

"Llega descalza, sin hacer ruido,/ a las tranquilas playas de la tarde", nos dirá Lamillar en el poema "La música". Y más adelante: "Llega, consuela, insiste/en sus extrañas variaciones./Su enigma anima espejos/ y despeja la niebla del dolor". También, como la música, tan presente en ella, la poesía de Juan Lamillar "entra despacio, sin hacer ruido,/y despliega una magia tranquila/y con ritmo insistente/hasta alcanzar los límites/de lo que llamamos realidad".