En La saga de los intelectuales franceses (Akal), François Dosse demuestra tener un fino sentido del detalle y de la anécdota. Eso contribuye a que la lectura de los dos imponentes tomos de que consta esta obra monumental, documentadísima, constituya una aventura apasionante. Pongo por ejemplo la reconstrucción bastante minuciosa que hace de la que fue una de las grandes polémicas de la mitad del siglo XX (alguien la llamó “el caso Dreyfus del mundo de las letras”): la que en 1965-1966 sostuvieron Raymond Picard y Roland Barthes a propósito de lo que se dio en llamar “la nueva crítica”.
La iniciativa de la confrontación la tuvo Picard, apenas dos años mayor que Barthes, pese al desairado papel de “vejestorio polvoriento” que finalmente le correspondió desempeñar. El pretexto lo sirvieron las atrevidas premisas empleadas por Barthes en un par de artículos sobre Racine reunidos en sus Ensayos críticos (1964), donde atacaba los tradicionales enfoques universitarios. Animado por Jean-François Revel, Picard, gran conocedor de Racine, salió al paso de esos ataques en un breve y contundente escrito titulado Nueva crítica o nueva impostura, de 1964. La ofensiva contra el estructuralismo insurgente obtuvo el aplauso entusiasta de la prensa conservadora. El panfleto de Picard “fue recibido en casi todas partes como el triunfo del sentido común y ganó la apuesta con más de 50.000 ejemplares vendidos”.
Lo sorprendente es que a Barthes, quien al parecer detestaba la polémica, le dolieron mucho los reproches y acusaciones que le hacía Picard. A Philippe Rebeyrol le habría dicho: “Tú lo entiendes, lo que escribo es lúdico, y si me atacan ya no queda nada”.
Qué palabras tan conmovedoras, en su cándida perplejidad.
Barthes ya era un mandarín cuando José-Miguel Ullán lo entrevistó en París en 1979 para el programa 'Imágenes'
A tal punto se sintió Barthes anonadado, que no se sentía capaz de responder. Tanto es así que pidió a su amigo Gérard Genette que le escribiese algunos bocetos de réplica. Genette le envió unos pocos que Barthes –según declaraciones del mismo Genette– “consideró nulos e inadecuados”; pero cuya lectura lo impulsó finalmente a tomar él mismo la pluma y contestar a Picard. El resultado fue Crítica y verdad, pequeño, luminoso y fulminante volumen publicado en 1965 con una faja en la que se preguntaba dramáticamente: “¿Habría que quemar a Barthes?”. Lo que sigue es bien sabido: el pacífico y juguetón Barthes no tardó en convertirse en “estandarte de la juventud contestataria, de la lucha contra el mandarinato, de la apertura a las ciencias humanas y al deseo de encarnar una nueva crítica vanguardista”.
Barthes ya era él mismo un mandarín (el 68 quedaba muy atrás) cuando José-Miguel Ullán lo entrevistó en París a comienzos de 1979 para el programa de RTVE Imágenes, que dirigía Paloma Chamorro. La entrevista es la primera de las más de treinta, entre las realizadas por Ullán, reunidas por Manuel Ferro en un notable volumen que acaba de publicar Libros de la Resistencia: Qué me dices. Casi todas las entrevistas están hechas entre 1977 y 1987, y juntas constituyen un valioso documento de época.
La sola enumeración de las personalidades escogidas por Ullán tiene el valor de un manifiesto poético y de contracanon cultural de la Transición. Junto a las de Barthes, están reunidas aquí las voces y las palabras de Borges, Miguel Bosé, Marguerite Duras, Juan Goytisolo, María Jiménez, Lina Morgan, Octavio Paz (60 impecables páginas), Raphael, Severo Sarduy, Jaume Sisa, Umbral, Valente, María Zambrano…
En su ceñida presentación, recuerda Ferro estas palabras de Ullán: “Remover las palabras, jugar con ellas o sacarlas de sus casillas es darles y, por consiguiente, darnos otra oportunidad, otro enfoque. En consecuencia, escuchar debería ser la tarea cimental de todo escritor”.
Qué me dices cumple admirablemente este programa, y es además un homenaje y una juerga.