Juan Gil figura de forma destacada en la más alta intelectualidad española. Sus estudios históricos, su producción científica, sus análisis filológicos, tan profundos y certeros, le han granjeado un prestigio indiscutido y la admiración de sus discípulos y lectores. Juan Gil es un sabio.

En colaboración con Consuelo Varela ha editado un libro de más de 600 páginas en el que se recogen nuevas cartas de Cristóbal Colón y textos y documentos completos. Se trata de una obra de consulta obligada para cualquier estudioso que quiera adentrarse en la vida y la obra de uno de los hombres más relevantes de la Historia Universal.

Aunque Consuelo Varela, historiadora de reconocida exigencia, ha hecho un trabajo en líneas generales excelente, los especialistas señalarán algunas lagunas subsanables. Ciertamente, el espíritu y la letra de los textos recopilados permiten extraer conclusiones sobre muchos aspectos de la vida de Cristóbal Colón, aunque su origen permanezca en cierta nebulosa.

Está claro que el Cristóbal Colón enmascaró su origen y de ahí las muy diversas teorías sobre su nacimiento en distintos países europeos

Mi inolvidada amiga Cayetana, duquesa de Alba, me nombró, siendo yo muy joven, patrono de la Fundación de la Casa de Alba. Dediqué muchas horas al estudio de la primera familia española, tras la Real, y tuve en mis manos y leí con especial atención la serie de cartas de Cristóbal Colón que se atesoran en su archivo. No voy a entrar en la cuestión y sólo apuntaré que aquellas cartas –cuarto viaje de Colón, cuaderno de bitácora– no me parecieron escritas por un italiano.

En todo caso, está claro que el Almirante enmascaró su origen y de ahí las muy diversas teorías sobre su nacimiento en distintos países europeos. Mantuve en Oxford largas conversaciones con Salvador de Madariaga. Después, el gran historiador, superado el exilio, fue Premio Mariano de Cavia. Recuerdo también con emoción su discurso de ingreso en la Real Academia Española, tras cuarenta años viviendo en países extranjeros.

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En 1936, el autor de Anarquía o Jerarquía decidió irse al exilio porque se dio cuenta de que España estaba abocada a una dictadura de cualquiera de los dos Franciscos: Largo Caballero o Franco. Es decir, a una dictadura de la clase media, el fascismo, que encarnó Franco o a la dictadura del proletariado, es decir, el comunismo que habría encabezado Largo Caballero, si no hubiese sido derrotado en la guerra incivil.

Salvador de Madariaga en su sagaz biografía de Colón establece que era un judío sefardí y por eso ocultó su origen para no tarifar con los Reyes Católicos. Participé durante varios años de esa idea hasta que un día Fernando del Valle Lersundi vino a verme al ABC verdadero con un extenso estudio sobre el origen de Colón basado en una investigación exhaustiva.

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El historiador vasco había llegado a la conclusión de que Cristóbal Colón era pariente y durante muchos años colaborador del corsario francés Guillaume de Casenove, al que llamaban “Coullon”, es decir, gaviota, no palomita. El pirata llegó a ser almirante de la Marina de Luis XI, pero sus tropelías sobre las costas española y su persecución por la Justicia de los Reyes Católicos, aconsejaron a su sobrino Cristóbal disimular su origen.

A Valle Lersundi la Marina francesa le había abierto los archivos en París, pero la muerte impidió al historiador completar su investigación. Publiqué en ABC el extenso trabajo de Valle Lersundi y se lo proporcioné a Salvador de Madariaga, que me dijo: “En la próxima edición de mi Colón añadiré unas páginas diciendo que no se deben descartar las razones de Valle Lersundi”.

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No pudo hacerlo y tal vez ahora los expertos encuentren en el extenso libro de Juan Gil y Consuelo Varela datos que permitan acercarse al verdadero origen de Cristóbal Colón, si fue italiano de Génova o francés de las tierras de Gascuña.