(I-D) El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán; la presidenta del PSOE, Cristina Narbona; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la vicepresidenta primera, María Jesús Montero; y la ministra de Igualdad, Ana Redondo, durante la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, este lunes en la sede de Ferraz.

(I-D) El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán; la presidenta del PSOE, Cristina Narbona; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la vicepresidenta primera, María Jesús Montero; y la ministra de Igualdad, Ana Redondo, durante la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, este lunes en la sede de Ferraz. Jesús Hellín Europa Press

Política PSOE

La ausencia de relevo en el PSOE y lo arduo de otra investidura bloquean la senda europea de Sánchez

Si el Gobierno aguanta los cuatro años de legislatura, como parece ser la intención, será a coste de un gran desgaste para el presidente.

23 enero, 2024 02:52

En abril de 2022, un mes antes de las elecciones autonómicas que pintaron España de azul, en Bruselas empezó a circular el rumor de que Pedro Sánchez preparaba su salto a la política internacional como primer español presidente del Consejo Europeo. El desembarco, eso sí, tenía dos condiciones: perder el 28-M y no revalidar el Gobierno, como anticipaban todas las encuestas.

El problema es que el segundo de esos supuestos nunca se cumplió: Sánchez consiguió armar una endeble mayoría de investidura, asegurar la presidencia del Congreso de los Diputados y reeditar el Gobierno de coalición. Lo de la senda europea se quedó entonces en opción de futuro, aparcada, a la espera del contexto propicio. Nunca ha dejado de ser su aspiración.

Sin embargo, Sánchez se enfrenta a tres bloqueos que le alejan del futuro europeo: uno impuesto por él, otro por el partido y otro por sus socios. 

El primero, el impuesto por él, ha sido su total implicación tanto en la defensa de la Ley de Amnistía como en la consecución de acuerdos a diestra y siniestra del PSOE. Desde el minuto en que anunció el adelanto electoral el 29 de mayo, el presidente realizó una campaña electrizante por toda España, incluidas más entrevistas en medios de comunicación que ningún candidato antes que él.

"Tengo que estar en todos los programas para pinchar la burbuja", comentó entonces en una entrevista de laSexta. Después de las elecciones la interacción desapareció, pero el presidente siguió poniendo el cuerpo para defender sus pactos de investidura. Si él cae, cae todo el castillo de compromisos. 

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El segundo bloqueo lo impuso el partido. Esta última época de Sánchez al frente del PSOE dura ya casi siete años, seis de ellos como presidente del Gobierno, y los supervivientes del primer Manual de Resistencia se cuentan con los dedos de una mano. Dicho de otro modo, su hiperliderazgo al encontrar un partido fragmentado le ha privado de encontrar un heredero claro.

Hace unos días, distintos dirigentes del socialismo críticos con la línea actual advertían a este diario signos claros de que Sánchez se había percatado de esto y ya estaba preparando su propia sucesión. "Quiere dejar al frente de todo a Pilar Alegría", indicaban, después de que la ministra superara las expectativas previstas para ella, que pasaban por heredar el PSOE aragonés.

Otras voces señalan a más miembros del Gobierno, pero la línea de sucesión nunca termina de estar clara. María Jesús Montero tiene la imagen pública, pero le falta el respaldo del partido, y Félix Bolaños todavía no tiene el peso político ni el perfil adecuado para ser candidato a la Presidencia.

Nada que decir de Nadia Calviño, a quien ya colocó al frente del Banco Europeo de Inversiones (BEI), ni de Teresa Ribera, que lleva meses preparando su salida como cabeza de lista a las elecciones europeas. En cualquier caso, el relevo es muy complicado.

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Pero hay una tercera razón por la que Sánchez debe aparcar su futuro europeo. La Presidencia del Gobierno no se hereda, sino que tiene que pasar por una investidura. Y ya se sabe cómo terminó la primera.

Para empezar, y habida cuenta de las razones anteriores, la serie de pactos adquiridos por Sánchez con sus socios hacen muy difícil un relevo al mando del PSOE, principalmente porque su compromiso ha sido plenamente personal. Aceptar una mudanza a la política internacional en esta tesitura, además, implicaría nuevas concesiones (más todavía) a cambio de apoyar la investidura de ese supuesto heredero.

La asfixia, en este sentido, supondría demasiado para un Gobierno de coalición que ya se encuentra suficientemente amarrado a sus socios, más aún cuando se reestructure el equilibrio de poder tras las elecciones catalanas. La nota discordante, no obstante, la siembra un exministro con peso en Bruselas: "Se irá él antes de que lo echen, las urnas o las circunstancias".

Y tanto la inestabilidad de los apoyos, demostrada con creces la semana pasada, como la oportunidad que se abre en el reparto de sillones europeos del próximo verano alimentan esta sensación. Si Sánchez fracasa en las elecciones (que el PP quiere convertir en plebiscito del sanchismo), el salto sería para una salida digna, pero poco coherente con un presidente que ha hecho de la "resistencia" su firma. 

Por contra, si efectivamente el Gobierno aguanta los cuatro años de legislatura, como parece ser la intención, será a coste de un gran desgaste para el presidente, que precisamente ha rehecho la Ejecutiva del PSOE a su medida este domingo. La pelota está en su tejado.

"Si él lo quiere, sale", señalan en su entorno. Otra cosa es que Sánchez esté dispuesto a cambiar de montura recién comenzada la carrera.