Alberto Núñez Feijóo, rodeado de Santiago Abascal, Aitor Esteban y Carles Puigdemont.

Alberto Núñez Feijóo, rodeado de Santiago Abascal, Aitor Esteban y Carles Puigdemont.

Política PP

'Operación 155': la estrategia de Feijóo para llegar a la Moncloa gracias a Vox pero sin Vox, tras el 'agur' del PP al PNV

El candidato del PP ya ha asumido que no tiene otro camino de acceso a la Presidencia que el de Vox. Al no querer gobernar con Abascal, está fiando todos sus esfuerzos a encontrar la manera de sumar él solo más escaños que la mayoría gubernamental en su conjunto. Así, Vox sólo tendría que abstenerse. Con 155 diputados, lo conseguiría seguro.

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–Joder, ¿y eso cómo lo lleva el padre Feijóo?

–Con resignación cristiana.

–Pobre hombre.

–Le ha cambiado mucho la vida en Madrid, pero ya se ha acostumbrado y sabe cuál es el camino.

Mantenemos esta conversación con un alto cargo del PP, que responde así tras admitir que el líder de su partido ya ha descartado cualquier tipo de acuerdo de gobierno con el nacionalismo. "Vox es el único camino posible", repite en otro momento un asesor de Génova. Con las mismas palabras, casi como si hubiera estado espiando la conversación.

Esto no significa que Feijóo quiera una coalición con Abascal. Es más: trabaja todos los días para evitarla. Pero en este jeroglífico que vamos a tratar de desenmarañar en charla fuera de micro con varias personalidades del PP todo es contraintuitivo, todo significa justo lo contrario de lo que parece.

El padre Feijóo –nos cuentan las distintas fuentes consultadas– aloja en su cabeza un sueño húmedo que lleva un número: 155. Con esos escaños, sumaría él solo lo mismo que la actual mayoría de gobierno –PSOE, Sumar e independentistas– y conseguiría acceder a la Presidencia mediante la abstención de Abascal. Es un número aproximado, que podría ser 150, 151, 152...

Traducción aritmética: en una segunda votación, así, Feijóo no necesitaría mayoría absoluta favorable, sino más síes que noes. Es ahí cuando, sumando más que el PSOE y la cuadrilla, Vox se enfrentaría al dilema endiablado: abstenerse y permitir la presidencia en solitario del PP o votar en contra y dar otra oportunidad a Sánchez.

"Es la jugada 155. Sería simbólico por su paralelismo con el artículo 155 que desactivó el golpe del independentismo. Pero es tan sólo una metáfora. Quizá valga con 150... Hemos aprendido la lección, ¿eh? Vamos a trabajar hasta el último día de la legislatura", sostienen en Génova presos del síndrome del estrés postraumático que les dejó el 23-J: ganar y no gobernar. Ganar por mucho... y no gobernar.

Porque esa es otra de las coordenadas más reseñables aprendidas por Feijóo: hoy no basta con ganar, no basta siquiera con ganar por mucho. Sánchez obtuvo el 23-J la mayor derrota que ha cosechado nunca un presidente candidato en las elecciones. Feijóo le endosó a Sánchez una victoria mucho mayor que la que le endosó Aznar a Felipe en el 96. Pero los tiempos han cambiado.

"Con esos números, con un 155, a Vox no le quedaría más remedio que abstenerse. Y si no, que vayan adelante con los faroles, como culpables de una repetición electoral o incluso de una nueva legislatura de Sánchez. ¡Con dos cojones!". Esto lo dice otro miembro de la dirección popular, que utiliza las partes sagradas para ironizar sobre la virilidad de la extrema derecha.

Entonces, ¿qué es lo que el padre Feijóo lleva con "resignación cristiana"? La asunción de que, al otro lado del río, ya no hay alternativa. Ya no es posible la contemporización con esos nacionalismos conservadores que hace no tantos años funcionaban como bisagras fiables para el PP y el PSOE. Génova ha aprendido que Junts no volverá a ser CiU próximamente; Génova ha aprendido que el PNV es una "amalgama de cosas" cercana al sanchismo, y no el jersey sobre los hombros de Anasagasti en el Batzoki.

Este aprendizaje –cuentan quienes mejor lo conocen– lo ha ido haciendo Feijóo a golpe de realidad. Guarda en su interior una migaja de esperanza, que justifica con lo que le pasó a Rajoy: "En diez días, el PNV pasó de aprobarnos los Presupuestos a apuñalarnos con la moción de censura. La política de hoy es más líquida que nunca. Sabemos que es casi imposible, pero... Ahí queda eso".

Sirva como muestra este botón: Feijóo ya no habla en sus intervenciones de "catalanismo constitucionalista" ni de "constitucionalismo catalanista". Aquel lío que ni él mismo acertaba a veces a desenredar.

Uno de los puntos de inflexión –relata otro miembro de la dirección genovesa– llegó con la investidura fallida de Feijóo: el PNV no quiso negociar, no quiso ni oír hablar de un posible voto favorable. Y eso descuadró al líder gallego, que tanto había sintonizado con el lehendakari Íñigo Urkullu. No comprendía el trato que le brindaba ese partido que tanto se parecía a lo que había hecho él en Galicia con sus mayorías absolutas. A Feijóo, como antes a Fraga, lo votaban muchos nacionalistas.

A Feijóo lo llamamos "padre" por sus ademanes jesuíticos, más que por sus convicciones. La verdadera Transición de la derecha ha llegado con él. Tiene un hijo fuera del matrimonio y no se ha casado con su pareja estable. Hoy es el PP el que demuestra, con hechos, lo de los "distintos tipos de familia". Sánchez, en contraposición, sigue los preceptos de la tradición.

Pero Feijóo, que ha leído los libros del verdadero padre Feijóo y que nos recomendó sus cartas en una ocasión, ha llegado a Madrid cuando su perfil tecnocrático, de votante felipista encuadrado en la derecha, es algo fuera de órbita. Sin embargo –nos dicen quienes lo tratan en la estrategia diaria– esa resignación, cristiana o no, le ha hecho comprender que su camino a la Presidencia sólo está a su derecha, y no con los nacionalistas.

"Alberto es un conservador clásico, un hombre tranquilo, tecnocrático, de ley y orden. No le gustan los histrionismos, no le gustan los sobresaltos. Alberto es... algunos principios fundamentales inamovibles y luego sosiego y gobernar. Estaría mucho más cómodo negociando con un PSOE clásico que con Vox, pero también se ha dado cuenta de que eso es imposible", relata uno de sus colaboradores.

Hagamos un estado de la cuestión, que dirían los opositores como el padre Feijóo. Intentemos responder a estas preguntas: ¿es una posibilidad real que el PP sume más que toda la mayoría de gobierno? ¿Qué ha pasado realmente para que los puentes con PNV y Junts vuelen –aparentemente– para siempre? ¿Se podrá arreglar la maltrecha relación de Feijóo con Vox? ¿Quieren arreglarla unos y otros?

155 escaños: ¿sueño húmedo o realidad?

El sueño húmedo de los 155 escaños, ¿es una entelequia o existe alguna probabilidad? El PP sacó en las últimas generales 137 escaños, 16 más que Sánchez. Sumando los 33 de Vox y uno de UPN, se quedó con 171, a 5 de ser investido. Con ese escenario, estuvo al borde de una coalición. Es probable que no le hubiera quedado más remedio que repetir con Abascal el abrazo de Sánchez e Iglesias.

Hoy, si nos atenemos a la última encuesta publicada por este diario, el PP obtendría 146. Vox crecería hasta los 42. Con esos números, Feijóo gobernaría de la manera que no quiere. Abascal estaría legitimado para exigir la coalición, ya que los populares en solitario estarían muy lejos de sumar más que toda la mayoría del actual Gobierno. Feijóo, en definitiva, no podría valerse de una mera abstención de ese histrionismo que se le aparece en sus pesadillas.

El panorama, por tanto, no parece demasiado optimista, pero hay una esperanza, que anida en una de esas conclusiones contraintuitivas. De puertas afuera, el PP procura transmitir a la sociedad española la sensación de final inminente. Pero de puertas adentro –reconocen con carraspera nuestras gargantas profundas–, hace tiempo que se asumió que "la legislatura será larga".

"Eso nos da tranquilidad. El tiempo corre a nuestro favor. No parece que la situación de Sánchez vaya a mejorar. Ni con sus socios ni procesalmente", sintetiza uno de los estrategas de Feijóo.

La mayor dificultad estriba en el tipo de crecimiento que puede experimentar el PP: los votos que gana se los quita a Vox, y viceversa. El muro de Sánchez ha comenzado a funcionar en la práctica. El votante socialista desencantado o sigue votando al PSOE o no vota. Basta con leer las entrevistas publicadas en este y otros diarios con Alfonso Guerra y los ministros de entonces.

Escribió el verdadero padre Feijóo: "Porque alguno halle alguna vena de oro cavando en la tierra, ¿no será en mí locura ocuparme en abrir pozos por los cerros?". No hay cerros donde encontrar petróleo en esta España polarizada. El potencial voto del PP va del centro-derecha a la extrema derecha.

Si Vox está por encima de los 40 diputados –asumen en Génova–, será muy difícil que el PP supere los 150. Y las encuestas, pese a su crisis interna, están augurando un buen suelo electoral a Abascal. "Han recuperado lo que les mordió a Alvise, que se ha ido desintegrando por sus escándalos judiciales", apunta un alto cargo del PP.

La guerra con Vox

Del mismo modo que el PP sabe de su competición electoral con Vox, Vox es consciente de que necesita atacar muy duro a Feijóo para arrebatarle votantes. Su estrategia está clara: ridiculizar su liderazgo; dibujarlo como un blando incapaz de desbancar a Sánchez de La Moncloa.

Esta última semana, ese discurso alcanzó su máxima expresión después de que Feijóo decidiera votar a favor del decreto de Moncloa. Y Feijóo contestó. Estaba claro que la frase no era suya –no le pertenecía ni por carácter ni por generación–, pero la leyó convencido ante la plana mayor de su partido: llamó a Vox "oposición de tumbona, sarao y dedito levantado".

En Génova, dan por descontada una guerra permanente con Abascal debido a esa pelea por los potenciales votantes, pero atribuyen a su crisis interna el recrudecimiento de los ataques por parte de Vox: "Están en una deriva extraña. Ya no es una derecha radical nacional-católica, a la española, para entendernos. Con sus pactos internacionales, su trumpismo, lepenismo, orbanismo... Es algo marciano para nosotros y creemos que para muchos españoles. Han purgado a los hipotéticos liberales que había dentro, se han ido cargando a los más dialogantes".

"Lo que Vox hace ahora lo inventó Podemos. Eso de 'PSOE-PP, la misma mierda es'. Están atrapados igual que nosotros. La única posibilidad que tienen de crecer es atacarnos y luego sólo podrán pactar con nosotros, no tendrán a nadie más", refleja otro dirigente popular.

En Génova quitan importancia al conflicto con Vox: "Cuando llegue el momento, nos tendremos que sentar". Sea para una abstención o para una coalición. Y ahí la necesidad de poder disuelve las discrepancias por agresivas que sean. Esa es la tesis genovesa.

Pero, ojo: el deterioro de las relaciones personales puede acabar negando para siempre la posibilidad de una negociación. Ahí queda el precedente de Albert Rivera y Pedro Sánchez. Su falta de química hizo imposible que se explorara un gobierno socio-liberal con mayoría absoluta de escaños.

"Bueno, bueno... Pero tendrán que quitarse la careta. ¿Podrán sostener ante su electorado que impiden un cambio de gobierno? Me parece imposible. Además, son un partido de reciente auge. Saben que, en esas situaciones, cuando se conduce a doscientos, si te sales de una curva, te matas", expresa un miembro de la dirección.

"Han dado más o menos guerra, pero cuando llegó el momento de la verdad en autonómicas y municipales, nunca frustraron el cambio de gobierno. Nunca", apostilla otro.

Tener que pactar con ellos, pero no querer gobernar con ellos. Tener que atacarles para arañar votos, pero diluir las diferencias cuando llegue el momento. Esa es la contradicción que apresa a Feijóo y Abascal, que quedó patente en la reunión que mantuvieron antes de las últimas generales.

A tenor de las fuentes consultadas por este diario, el padre Feijóo, consciente de que la fragmentación del voto perjudicaría a la oposición, pidió a Abascal que Vox no se presentara en determinadas circunscripciones. Y Abascal, con cierta lógica, dio la negativa que encarnaba la contradicción de la que hablamos: "¡Pero si tú dices que vas a hacer todo lo posible para evitar gobernar conmigo! ¿Cómo no nos vamos a presentar?".

Agur, PNV

El PNV era a ojos de Feijóo una especie de partido bisagra. Una organización con la que estar cómodo. Urkullu era prácticamente lo mismo que él, pero en vasco. Le pasaba algo similar a Revilla. Los del norte se entendían.

Le contaron a Feijóo que el PNV ya no es lo que era. Lo entendió en abstracto, pero les dio una oportunidad con esa reunión para su investidura. ¿Cómo va a ser el PNV un partido a favor de lo trans, el feminismo de Irene Montero y un largo listado de etcéteras?

"Se han convertido en un apéndice de Sánchez. No amagan siquiera con salirse de esa mayoría. Y nosotros, al fin, hemos optado por la confrontación. Hemos asumido que no tenemos nada que perder", explica un estratega de Feijóo.

"Empezó a entenderlo cuando no quisieron ni negociar para su investidura. Eso dejó en él una herida. Sintió que lo trataban con enorme condescendencia. No lo ha olvidado", cuenta un dirigente popular.

"No están acostumbrados a que otros partidos sean duros con ellos. Lo llevan fatal. Lo que hemos dicho del palacete, nuestro oposición a eso, les ha llegado al alma", dicen en el PP. Finalmente, votaron a favor del palacete de París del que se incautó el franquismo y que ahora ha sido devuelto a los jeltzales. "Estamos viendo si lo podemos llevar a los tribunales", concluye esta fuente.

¿Qué ha pasado según el PP para que el PNV sólo quiera negociar con Sánchez? "Es una alianza estratégica que tiene preso al PNV. Mantienen el gobierno vasco, las diputaciones y las alcaldías más importantes gracias a Sánchez. Al mismo tiempo, Sánchez va blanqueando a Bildu para poder pactar en Euskadi si lo necesita, como ya lo hace en Navarra. Entonces, el PSOE tiene la llave pase lo que pase. El PNV se alquila en Madrid a cambio de mantenerse en Euskadi", desgrana un veterano dirigente vasco del PP.

Otro alto cargo popular lo expresa de manera más prosaica: "El PNV necesita al PSOE para gobernar. El PSOE elige quién gobierna, Bildu o el PNV. Así que Aitor Esteban, en el Congreso, responde con el 'dame pan y dime tonto' de toda la vida".

Esa dinámica perversa, que acompasa Sánchez con los terceros grados a presos de ETA y un paulatino blanqueamiento, ha ido reduciendo cada vez más el margen de maniobra del PNV... ¡hasta convertirlo en un socio más improbable que Puigdemont!

¿Qué pasa con Puigdemont?

La semana pasada, Juanma Moreno se salía del discurso oficial diciendo que existe un Junts bueno y otro malo, que se puede trazar una buena relación con una suerte de Junts ajeno a Puigdemont. Pero no existe la disidencia en el grupo parlamentario de Junts ni prima esa voluntad en el PP.

Poco a poco, las circunstancias han convertido esa opinión de Moreno Bonilla en una isla. El PP sólo contempla a los de Puigdemont como un camino para aprobar ciertas medidas económicas y resaltar la debilidad aritmética del Gobierno.

Pero, ¿existe una pinza como la que hubo entre Aznar y Anguita? "No se puede hablar de tanto. Hay conversaciones parlamentarias para consultar el sentido del voto, pero no negociaciones como tal. El precio de pactar con Puigdemont es muy alto. No lo podemos pagar".

Sin embargo, esas votaciones consensuadas dibujan a Puigdemont, contraintuitivamente, como un aliado puntual parlamentario más probable que el PNV: "Junts tiene las manos más libres que el PNV. Además, les guía su obsesión por marcar posición respecto a Esquerra. En Cataluña está volviendo a funcionar el eje izquierda-derecha y eso nos da esta oportunidad".

¿Cuál es ese precio tan alto que impide una verdadera alianza como las de antaño? "Junts acaba pidiendo siempre las mismas contraprestaciones, las que tienen que ver con la progresiva independencia de Cataluña. Y eso nosotros no lo podemos pagar".