La tribuna
La ‘Tasa Tech’: populismo político y tecnología
El anunciado nuevo impuesto a las ‘grandes tecnológicas’ está relacionado con un marco de desigualdad a favor de algunas grandes empresas globales que usan la desarmonización fiscal europea, que resulta una competencia desleal contra las empresas locales europeas, que sufren una carga impositiva mucho mayor
Hay muchos tipos de populismo. En esta Era del Internet social, la inmensa mayoría de los políticos y sus partidos están afectados en muchas de sus decisiones por temores inconfesados y clara falta de criterio sobre lo digital y lo global. Salvo raras excepciones cunden variados populismos ideológico-culturales, cuya relación con el mundo tecnológico resulta, como mínimo, curiosa. Pero no porque la mayoría de los candidatos o aspirantes sean populistas en sí, sino porque lamentablemente, la conducta de casi todas las maquinarias de partidos tiene hoy funcionamientos ‘populistas’. Maquinarias que siguen sin asumir como esencial lo relacionado funcionalmente con la ciencia, la tecnología y su innovación, que en sociedades civilizadas se asocia directamente como causa-efecto directo al grado del nivel de vida y la prosperidad de los países.
Gobernantes ‘luditas’
La visión de nuestros gobernantes democráticos aún sigue igualando la sociología del país muy por abajo. El internet social ha fragmentado, socializado y multiplicado los mensajes de comunicación virados desde el uno-a-todos de los mass media (medios de manipulación de masas, según Wikipedia), al modo actual de todos-a-todos de las redes sociales. Participamos hoy en sociedades de infinitos matices donde todos tenemos voz y cualquiera puede emitir algo que, en ciertas circunstancias, puede pasar vertiginosamente y ‘sin fricción’ al modo viral global.
En contraste, muchos mensajes políticos en relación a temas tecnológicos han convertido las secciones políticas de muchos telediarios en espacios de sarcasmo y humor para audiencias, por ejemplo, como las de los millennials de la Generación Y que, además de ser los votantes y activistas influyentes más activos, son espectadores en masa, de forma asincrónica y a la carta, de modernos contenidos opuestos como series tipo The Walking Dead, Black Mirror, Electric Dreams o Altered Carbon, que son verdaderamente actuales y que describen aunque sea desde la ficción la complejidad humana actual mucho mejor que los esquemáticos telediarios.
Esta es la sociedad del siglo XXI, a la que parece que el mundo de la gobernanza aún no ha conseguido entrar del todo. Los estados de opinión ya no se generan hoy desde el ‘cuarto poder’. Esta sociedad no es la de los tiempos de Nixon y la de la romántica visión de Spielberg en sus Los papeles del Pentágono. Estamos en otro siglo. Y hay muchos de estos modernos ciudadanos que consideran estos trucos inaceptables en una sociedades democráticas y equitativas que consideren que las tecnológicas debe competir en igualdad de condiciones por innovación y sin trucos fiscales, porque si no la suya es una falsa innovación.
Pues bien, en este escenario, tenemos ahora mismo un ejemplo ‘estrella’ de las dificultades de esa gobernanza en su gestión de una sociedad altamente ‘tecnologizada’. Es la nueva ‘Tasa Tech’, que el gobierno quiere implantar aquí a las ‘grandes tecnológicas’ para financiar el incremento de las pensiones públicas en España. El planteamiento de quienes la han hecho pública, resulta propio de un gobierno ‘ludita’, que no cree ni asocia la ciencia y la tecnología (la cual no es sino su encarnación aplicada), para propósitos de ‘bien común’ de la sociedad.
La ‘Tasa Tech’: una cuestión de política fiscal, no de tecnología
¿Han oído alguna vez que alguien haya asociado al desarrollo científico y tecnológico y su innovación con la pobreza, o el empeoramiento de la sociedad? Casi seguro que no. Se asocia siempre con más y mejor civilización. Pero la realidad es compleja y no todo son inmensos campos de oportunidades, que los hay y muchos. Seamos serios y no simplemente apóstoles de la tecnología.
También hay algunos aspectos tecnológicos a tener en cuenta que pueden afectar negativamente a las partes más vulnerables y excluidas de la sociedad, y a nuestras empresas, que al fin son las que crean los puestos de trabajo. El primero es que uno de los efectos de la digitalización es un aumento exponencial de la productividad y del crecimiento acelerado de las empresas cuyo núcleo central son las tecnologías globales. Esa aceleración genera una radical desigualdad no solo entre ciudadanos, -con un verdadero empobrecimiento de lo que llamábamos clase media que en la era industrial funcionaba como estabilizador social-, sino también entre empresas a nivel global.
El segundo se traduce en el ascenso en cada nicho de mercado en ciertos nuevos sectores globales de empresa, de algo parecido a un monopolio de facto. Ejemplos hay muchos: Facebook, en redes sociales de propósito general; Oracle en bases de datos relacionales propietarias; Amazon y la china Alibaba Group en comercio electrónico por internet; Adobe en edición, diseño y producción de artes gráficas digitales; Google en el sector de las tecnologías globales de búsqueda, (aún no en las de búsquedas semánticas); y sucede lo mismo en otros mercados emergentes. Estas empresas se caracterizan porque actúan desde lo global, pero afectando a lo local, jugando con ventajas que las empresas locales no consiguen obtener.
A varias de ellas se refiere difusamente como las ‘grandes tecnológicas’, el reciente anuncio de nuestro ministro de Hacienda, como objeto de aplicación en España de un nuevo impuesto sobre sus ventas, que llama nueva “imposición digital”, y que yo califico de ‘Tasa Tech’. Aunque después han intentado desmentirlo este erróneo planteamiento retrata a los ministros y al Ejecutivo del que forman parte como un gobierno ‘ludita’. Por sus decisiones e inacciones en relación a las inversiones en ciencia e innovación, ya sabíamos que estos gobernantes piensan en ellas no como una inversión sino un dispendio, solo un ‘gasto’.
Y con la ‘Tasa Tech’ nos confirman su populismo en relación a la tecnología, sino que, al pensar que ‘lo global es el extranjero’, -como buenos populistas-, este que la tecnología global es para ellos un ‘asunto de fuera’, con él que solucionar un grave problema de ‘dentro’: el mantenimiento y mejora de las pensiones públicas que, en cualquier, caso habrá que solucionar en serio, de forma sostenible y no electoralista. Ni tampoco demonizando per se a las grandes empresas de base tecnológica.
Mi forma de pensar sobre ese impuesto es muy distinta a la mentalidad que se deduce del anuncio de los ministros. Estoy convencido de que la ‘Tasa Tech’ no debería ser un ‘parche’ político populista, local y unilateral. Su justificación, si se decide, debería ser un asunto europeo. Pero, no porque las empresas basadas fuertemente en tecnología triunfadoras del mercado global estén obteniendo grandes beneficios económicos por sus ventas de bienes o servicios y ganen ‘demasiado’. Sino porque este no es un asunto de tecnología, sino política y desigualdad fiscal europea.
Fundamentalmente porque hay empresas globales que obtienen unos sobre-ingresos en Europa, aprovechándose trucos legales contables de ingeniería fiscal. Son algo que podría considerarse claramente como una especie de ‘dumping en impuestos’ contra las empresas europeas en su propio mercado natural. Mediante esos trucos, que incentivan determinados países europeos y los paraísos fiscales inexplicablemente aún permitidos por la gobernanza de la UE, como consecuencia, las empresas globales pagan una tasa de impuestos en Europa muchísimo menor que las empresas radicadas en los propios países europeos, entre ellos el nuestro. Esa diferente carga impositiva se convierte de hecho en una grave forma de competencia desleal en el mercado europeo.
Las empresas globales están ayudadas además por una enorme cibernética de automatización que les permite obtener enormes ingresos en nuestros países desde una geografía lejana y acumular sus beneficios líquidos lejos del fisco. En el caso de España, además, lo hacen casi nada en nuestra economía en un mercado donde obtienen pingües ingresos. Apenas unos pocos puestos de trabajo residuales, pero ni pagan apenas impuestos, ni hacen intercambios en innovación, cosa que sí hacen las empresas españolas entre sí. Esto no es nuevo, ya hace cinco años lo denuncié, en compañía del catedrático Gregorio Martín, en un artículo titulado Digitalización y Desaparición de Empleos.
En el caso de España, esta competencia desleal es especialmente sangrante para las pymes autóctonas que, además de ser las primeras creadoras de empleo en nuestro país, pagan altas tasas de impuestos con diferencias casi obscenas en relación a los impuestos mínimos que pagan las citadas grandes tecnológicas cuando comercian sus productos y servicios a clientes españoles desde el ámbito global. En el caso de los productos y servicios inmateriales, la diferencia de ingresos, además, es abismal en relación al coste de su infraestructura desplegada sobre el terreno.
La corrección de esta realidad tan injusta no la creo posible si no es desde el ámbito europeo, porque los tolerados paraísos fiscales, sobre todos los europeos, son colaboradores necesarios para que este ‘dumping impositivo’ y desleal con nuestras empresas en Europa sea posible. Las cuentas de resultados y los éxitos en ingresos de las empresas tecnológicas globales en realidad están dopadas porque usan trucos que les permiten evadir impuestos en múltiples mercados.
Los trucos de ingeniería fiscal no son coherentes con la cultura de la innovación
Pero ¿cómo puede ser que en un ámbito como la Unión Europea esto pueda estar sucediendo? Pues creo que por dos razones. La primera, por la lentitud de los legisladores europeos que, además de ser, en parte populistas también, -más allá de las facciones ideológicas-, llevan décadas de retraso en actualizaciones de una legislación europea sobrepasada por la evolución de la realidad tecnológica y los mercados. La segunda, por una cuestión de ese ‘populismo ligth de criterio’ ya que aunque hay una Ley de Competencia Europea, en vigor dentro de la UE, que está especialmente focalizada en “promover el mantenimiento de la competencia en el mercado único europeo regulando la conducta anticompetitiva de las empresas para garantizar que no creen cárteles ni monopolios que perjudiquen los intereses de la sociedad”.
¿Consideran la Unión Europea a las más grandes tecnológicas, que actúan como los citados monopolios globales de facto en su sector, como denuncié no hace mucho en estas mismas páginas? Yo creo que no, porque si fuera así, el gobierno y la justicia europeos les aplicaría de inmediato la citada European Union Competition Law. Probablemente en ese caso, el gigante Apple no hubiera anunciado en enero, como señala el Nobel de Economía, Pau Krugman, que la empresa va a ‘repatriar’ (suponiendo que Apple tenga ‘patria’), a EEUU casi 252.000 millones de dólares que tiene en efectivo en el exterior, -de ellos una gran parte obtenidos en el mercado europeo, que incluye el español-.
¿Perjudica a la sociedades del bienestar europeo que depende de la sostenibilidad sistemas públicos, el que las empresas globales hagan trampas pagando muchos menos impuestos, mediante los ‘paraísos fiscales’ de todo grado, europeos y no europeos, y su combinatoria basada en la ausencia de ‘armonización fiscal’? Yo creo que rotundamente sí.
Por eso digo que el anuncio de lo que yo llamo la ‘Tasa Tech’ suena a populismo puro y duro. Como también suena a eso mismo el silencio sepulcral sobre los paraísos fiscales de la UE que guardan nuestros legisladores europeos. Tal vez en parte porque bastantes de ellos los usan con las SICAV que comparten numerosos parlamentarios, sin importar su adscripción política. Sin resolver esto en la UE, creo que la ‘Tasa Tech’ española, se quedará en una boutade electoral, que me suena cada vez más como algo de dirigentes ‘luditas’ que no comprenden, en realidad, el mundo de las tecnologías digitales, que más del 100% sus despreciados votantes usan masivamente.
Esta magnitud no me la he inventado yo. En España en 2017 ya había 111,6 líneas de telefonía móvil por cada cien habitantes de los cuales el 94,6 % la usan para conectarse internet. Está claro que los votantes españoles son mucho menos ‘luditas’ que nuestros políticos y sus asesores. Porque el anuncio y ‘des-anuncio’ de esa ‘Tasa Tech’ de nuestro ministro de Hacienda, desvela una vergonzosa mentalidad populista, ‘ludita’ y anti-ciencia e innovación que echa para atrás.