La tribuna
Leonardo da Vinci en 1478
Cuando Isaac Peral inventó el primer submarino militar, botado en 1888, lo hizo unos cuantos años después de que Julio Verne plasmara esa idea en su libro 'Veinte mil leguas de viaje submarino' (1869) y casi nueve décadas después del primer prototipo de esta clase, el presentado por el norteamericano Robert Fulton. Cuando Chris Messina, exdirectivo de Google y Uber, usó en 2007 por primera vez el hashtag en una conversación en Twitter, también se aprovechó del conocimiento acumulado desde la primer almohadilla de la historia (en la Antigua Roma, para señalar el peso en libras) y su posterior reinvención con las comunicaciones telefónicas.
La innovación no deja de ser en muchos casos la acumulación de pequeños pasos en una cadena sin freno ni horizonte que tocar con los dedos. Un libro sin desenlace en el que algunos capítulos comprenden teorías locas, otros detalles técnicos imprescindibles y, muchos otros, simples anécdotas al margen. Todos ellos, sin embargo, merecen su momento de atención y su referencia al visualizar la historia completa de una tecnología concreta.
En el caso del coche autónomo quizás estamos obviando una de esas curiosidades que, no obstante, marca el actual momento de 'hype' que vive el sector. Y es que, si bien es conocido por todos que Google fue la primera compañía en poner un vehículo sin conductor en las calles de Nevada en 2012, el verdadero origen de estos automóviles nos lleva algo más lejos en el tiempo. Concretamente a 1478, cuando un tal Leonardo da Vinci diseñó el primer vehículo autopropulsado de la historia, mucho antes de que cualquier automóvil de la era moderna pudiera pisar el asfalto.
Un dispositivo rudimentario (1,68x1,49 metros) que no podía siquiera transportar a una persona y que, en cambio, ya contaba con un mecanismo de conducción autónoma en su concepción. Rudimentario, por supuesto, en la línea de los recursos técnicos de la época: se trataba de un sistema de dirección programable compuesto de una serie de tablones de madera colocados estratégicamente para girar en un momento determinado. Curiosamente, el vehículo sólo podía moverse hacia la derecha cuando estaba 'calzado' con las maderas. Cosas de genios renacentistas...