Adiós al internet altruista

Adiós al internet altruista

La tribuna

Adiós al internet altruista

15 noviembre, 2018 11:00

Hay una pieza clave para mí, en la formulación de la Web 2.0 que planteó Tim O’Reilly en 2004 (casi al mismo tiempo que Mark Zuckerberg arrancaba Facebook y cinco años antes de que Jan Koum y Brian Acton fundaran WhatsApp). Ya anticipaba con ese "2.0" una segunda generación de internet, llamado hoy internet social o, genéricamente, internet de las redes sociales. Incluía una serie de conceptos que describían, con una filosofía ciertamente visionaria y utópica, cómo debería ser idealmente un internet caracterizado por una interacción virtual y abierta de todos a todos.

Con la experiencia ya acumulada del internet social, hoy tenemos conciencia de lo utópica que era la visión de sus pioneros (desde el inventor de la web, Tim Berners-Lee y su La Web que queremos hasta la política Declaración de Independencia del Ciberespacio, que el recientemente desaparecido John Perry Barlow redactó como reacción personal contra la "obscena procesión de limusinas" que conducían los principales miembros de poderes fácticos financieros y neocón del mundo).

Este ciberespacio ha ido mucho más allá de lo imaginable. La web se ha transformado en la principal herramienta global de manipulación social, fraude de ideas y vector gigantesco de odios y mentiras digitales. Algo por completo fuera de aquella idea de un "internet de base altruista". Hoy podemos decir basados en evidencias que, finalmente, el lado más oscuro del internet social tiene mayor impacto por su uso de ámbito mundial (incluso diría que por encima del de la llamada web profunda donde 'crackers' y delincuentes digitales campan a su antojo).

Cuando pierdes la bondad, confías en las leyes  

Tim O’Reilly, que siempre ha estado más pegado al terreno, me citaba una famosa sentencia del filósofo chino Lao Tse: “Cuando pierdes tu modo de vida, confías en la bondad. Cuando pierdes la bondad, confías en las leyes.”  El problema del mundo global actual es que se ha convertido en un mundo de recomendaciones, pero sin ley para ciertas prácticas de comercio y propaganda online. No hay leyes ni autoridades globales que gobiernen el ciberespacio ni leyes de obligado cumplimiento global (pensar en la ONU a estas alturas es casi un chiste).

Así que O’Reilly recomienda seguir confiando en la bondad de los usuarios de internet, a pesar de todo, ya que en algunos casos de la Web 1.0 la "bondad y generosidad" sí funcionó. (El ejemplo de la Wikipedia que impulso Jimmy Wales aún perdura, seguramente porque consiguió, no sin enormes presiones, dejar a la publicidad comercial fuera de la Enciclopedia global).

El Wold Wide Web Consortium (W3C), entidad reguladora de los estándares de Internet, ha dejado de ser la 'authoritas' de la red. Los gigantes digitales, cuyos intereses de negocio no podían esperar al ritmo científico de los estándares, están marcando ahora la deriva del Internet 2.0 hasta llevarlo al punto más alejado que se podía imaginar de aquel (también utópico) ‘"uso legítimo" que se formuló en relación al copyright en el mundo digital.

La evolución de la Web 2.0 hasta el actual internet social ha sido vertiginosa y constante. Se ha polarizado entre los usos altruistas y socialmente ‘legítimos’ o respetuosos con la condición humana de los usuarios y otros usos oscuros que la han convertido en un repositorio de los peores ejemplos de engaño, fraude e incluso delitos, que ya ni siquiera están respetando los pilares básicos de las democracias del mundo más civilizado. Pilares cuyos fundamentos se están cuestionando, precisamente, por los usos más malignos de manipulación y engaño de la segunda digitalización, tal como estamos viendo. Usos que no hacen sino crecer en la escala global confirmando la afirmación de José Hernández-Orallo, que dice que “una herramienta digital, cuanto más inteligente, más eficaz es para manipular").

El internet social se aleja del ‘uso legítimo' de Internet

Una de las piezas que siempre me sedujo como visión respetuosa de la web afirmaba que usuario debía tener una “rica y emocionante experiencia". Compare el lector esa idea con el trato que las empresas infringen actualmente a sus usuarios masivos y enganchados. Desde los gigantes globales de Internet (que rastrean, registran, comercializan y mercantilizan no solo los datos de las personas, sino toda su conducta online) a los operadores de telefonía móvil; de los bancos a las empresas de energía o de servicios -a veces incluso públicos-; y de todo tipo, incluidas las redes sociales globales, tanto verticales como horizontales.

Cualquier usuario del internet actual, bombardeado a todas horas con publicidad y contenidos sesgados o ventanas emergentes e invasivas, ha experimentado que aquella “rica y emocionante experiencia de usuario” de O’Reilly se ha materializado en un maltrato intelectual y engañoso de facto, que no imaginaron los padres de internet ni en sus peores pesadillas.

Los peligros de las ‘fake news’ y los 'astroturfers'

La despiadada disputa por el beneficio económico y la hegemonía pública y privada de las grandes empresas globales y otros poderes se traslada en una presión constante al usuario, alejada por completo de cualquier deontología en relación al respeto que merecen las personas que como usuarios de internet se comportan en su inmensa mayoría, salvo pocas excepciones, de forma bienintencionada e ingenua. Y tiene una actitud muy inocente sobre todo, en el uso del mundo virtual del internet de las redes sociales y del comercio online, inocencia que no muestra en el mundo físico.

Los peores peligros del uso oscuro de la red se están materializando incluso en la realidad política, pero virtual, de nuestras sociedades democráticas. Por ejemplo, las ‘fake news’ o las acciones de 'astroturfers' (intoxicadores) para modificar conductas en el mundo físico ya son de presencia masiva en el mundo virtual global, sin límites, actual. Pero, quizá estos ejemplos y otros similares, merezcan aquí en INNOVADORES una reflexión específica. Prometo volver pronto a ello. Mientras tanto, pido al lector como usuario de internet, que siga creyendo -aun sabiendo todo lo dicho- en el ‘uso legítimo’ de internet; que lo promueva y lo practique, a pesar de la que está cayendo. Y que, sin dejar de ser un ‘realista ingenuo’, tome sus precauciones personales y no pierda la esperanza. Aún sigue habiendo gente bienintencionada, altruista y generosa en internet. Recuerde, Wikipedia.

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