La tribuna
Los peligros de la satisfacción instantánea de la tecnología
Hace tiempo que los sociólogos advierten de una ‘infantilización’ de los comportamientos de las hipertecnologizadas sociedades actuales. Pero las formas de uso de la tecnología a que nos han conducido y conducen los gigantes globales de la industria no son únicas ni inevitables. El uso de la tecnología no es determinista como nos quieren hacer creer.
La Web que queremos es un lema del fundador de internet, Tim Berners-Lee, para referirse a una arquitectura que tuviera en cuenta, en primer lugar, los beneficios sociales para la gente. Una arquitectura abierta de internet construida según los estándares del W3C Consortium que define unos principios construidos según un consenso científico, en los que priman la ética y el bien común para la comunidad global conectada.
Esos eran los fines de la web que queríamos y que algunos aún queremos. Los principios siguen vigentes y no son incompatibles con que las empresas hagan negocio y creen riqueza, puestos de trabajo, y también ayuden a mejorar la vida de la gente. Pero hay compañías que claramente, aduciendo lentitud en los métodos del W3C, se han salido de sus estándares abiertos.
Un ejemplo, la coartada para ‘mejorar la vida de la gente en África’ pasa, según Mark Zurckeberg, el fundador de Facebook, por incorporar a los africanos a la comunidad global conectada mediante su plan de internet gratuito en el continente (en realidad lo que quiere hacer es intentar sustituir el internet abierto por un Facebook gratuito). Pero este ‘internet’ que quiere desplegar Zurckeberg en África no es el de la Web que queremos de Berners-Lee y del W3C, sino el de Facebook. Ni su propósito, ni sus usos son los mismos.
La periodista Maeve Shearlaw ya se preguntaba si el proyecto de Zuckerberg, planteado de cara a la opinión pública como un gesto filantrópico, ocultaba en realidad una estratagema ‘cínica’ de marketing y lo que pretendía la gran red social era conectar a los africanos a un internet en realidad cerrado, en oposición al del W3C, es decir, a un internet basado en la ‘adición digital’ a su (sus) redes sociales.
El internet social de la recompensa instantánea
Se impone más el internet ubicuo de la ‘adicción digital sin sustancia’, que extendido por la combinación de dispositivos como los smartphones de última generación y su software en forma de apps, pensados para usos adictivos y recolección masivas de datos de los usuarios para modificar sus intenciones de compra.
El lector quizá podría pensar al leer lo que describo que estoy exagerando. Nada más lejos de la realidad. Sigo pensando que la tecnología también tiene usos magníficos que pueden y deben ayudar a mejorar la vida de la gente. La tecnología no es en sí buena ni mala, pero tampoco es neutra. Y debe usarse, obviamente, con los mejores propósitos en un proceso abierto, en el que no todo vale.
Para que el lector pueda comprobar que no exagero, voy a citar algunas fuentes muy cualificadas en relación al internet social que se está, desgraciadamente, imponiendo. Citaré las palabras que Sean Parker, nada menos que cofundador de Facebook, pronunció en su Conferencia del Axios Event celebrada en el National Constitution Center en Filadelfia, en noviembre de 2017. Dijo allí que los fundadores de Facebook ya sabían entonces que estaban creando algo adictivo que explotaba “una vulnerabilidad en la psicología humana”, y esto, desde el principio. Parker, que ahora ya no está en la dirección de la red social, es el fundador y actual presidente del Instituto Parker de Inmunoterapia contra el Cáncer. Quizá influido por su actual condición de padre, en un ataque inesperado de sinceridad, comenzó a describir lo que estaban haciendo en la empresa al inicio y qué tipos de propósitos perseguían, en relación a los usos que querían que la gente, o sea sus usuarios, hiciera en sus redes sociales. “Cuando se estaban desarrollando y ampliando las interfaces iniciales de Facebook, el objetivo era: ¿cómo conseguimos que (la gente) consuma en la red social su tiempo y atención consciente tanto como sea posible?”.
Según Parker, esa fue la mentalidad empresarial que condujo a la creación de, por ejemplo, a algo como el botón like, que daría a los usuarios “un poco de dopamina” para animarles a subir más contenido y estar más tiempo cada día (y cada noche) enganchados a la red social”. Eufemísticamente a esto se le llama en marketing engagement. Es decir, el quid estaba en conseguir que los usuarios se ‘comprometieran’ el mayor tiempo y con la mayor intensidad de su atención posible.
De hecho, Parker lo describe así: “Es un bucle de retroalimentación de validación social... exactamente el tipo de cosas que un hacker como yo haría, porque estás explotando una vulnerabilidad en la psicología humana”. Esto concuerda con lo que conviene al actual internet y a la tecnología de los smartphones para provocar adicción y un uso sin fin. En ese esfuerzo de estar ‘enganchados’, por supuesto, entra la aplicación de los últimos avances de la neurociencia del ‘capitalismo límbico’ el o de la inteligencia emocional para potenciar las tecnologías dirigidas a las emociones y para que, además de interactuar y subir contenidos, buscar que el usuario absorba emocionalmente la invasiva y personalizada publicidad, que ya no vende productos sino ‘experiencias’.
Adviértase otro factor: varias de las interfaces de redes sociales y de la mensajería instantánea más conocidas son en realidad son la misma empresa (tanto WhatsApp como Instagram, pertenecen a Facebook) y por tanto las orienta la misma filosofía. Instagram es un ejemplo claro. Posee una filosofía de la que se deduce que en esa red social “es un impulso humano natural de querer cosas buenas y de quererlas AHORA”. Esa es la mejor expresión de la funcionalidad Instagram Shopping que se lanzó inicialmente en Estados Unidos durante 2017. A las que luego le han seguido, con el mismo criterio, otras como el Instagram auto-personal shopper de la misma red social.
Parker dijo en su conferencia que el internet social, “cambia literalmente la relación con la sociedad, entre la gente. Y añadió: “Probablemente interfiere con la productividad de maneras extrañas. Y sólo Dios sabe lo que le está haciendo al cerebro de nuestros hijos". Tremendo, dicho por alguien tan informado. Pero, claro, Sean Parker es millonario, gracias sobre todo a su corto paso por Facebook, (su patrimonio neto supera los 2.600 millones de dólares). Y ahora su mentalidad y opiniones sobre la ética de usos de la tecnología que está promoviendo la industria a la que él pertenece, parece que ha cambiado. En 2015 creó la Fundación Parker para utilizar parte de su riqueza en apoyo de un gran "cambio sistémico y a gran escala" en las ciencias de la vida, la salud pública mundial y el compromiso cívico. Y Parker no es la único que figura entre los ‘arrepentidos’ de Silicon Valley.
Hay otros famosos de la tecnología que lamentan los usos que se están imponiendo en las tecnologías que ellos han ayudado a desarrollar. Así, un caso paradigmático de ‘arrepentido’ tecnológico es Tristan Harris que, tras pasar por Stanford, en 2007 lanzó una empresa llamada Apture, que se centraba en la búsqueda instantánea de contenido en la web. En 2011, Google adquirió la empresa y Tristan acabó trabajando en Google Inbox. Poco a poco fue tomando conciencia en su día a día en Google. Mientras estaba trabajando en el gigante tecnológico, en febrero de 2013, Harris envió una presentación a un grupo de colegas de trabajo en la empresa titulada A Call to Minimize Distraction & Respect Users' Attention (Una llamada para minimizar la distracción y respetar la atención de los usuarios).
En dicha presentación, Harris sugería que Google, Apple y Facebook debían “tomar conciencia de su enorme responsabilidad” para asegurarse de que “la humanidad no pasara sus días enterrada en un smartphone”. Se armó la gorda en la compañía, ya que fue vista por decenas de miles de empleados y desencadenó conversaciones y debates sobre las responsabilidades de la empresa, incluso mucho tiempo después de que él dejara la empresa. Y Harris no es un cualquiera. Es titular de varias patentes de sus anteriores trabajos tanto en Apple, Wikia, Apture y Google. Más recientemente declaró: “Todos nosotros estamos conectados a este sistema y todas nuestras mentes pueden ser secuestradas. Nuestras elecciones y tomas de decisión no son tan libres como creemos que son”.
Esto que describo son, en mi opinión, abominables usos de la tecnología, que creo están guiados por la ambición económica sin límites de algunas empresas globales, cuyas tecnologías salieron, en su origen, de los estándares científicos de internet, y cuyas elementales reglas éticas empresariales parecen hoy fallecidas, (el eufemismo que utilizan es que se autorregulan). Esto está teniendo nefastas consecuencias sociales.
Una muestra es una noticia reciente sobre las distracciones provocadas por el uso del móvil al volante que causan 390 muertos al año en España, el 20% del total de fallecidos en accidentes de tráfico. Esos usos tecnológicos están llevando a muchísima gente por caminos hacia una pasiva ‘adicción sin sustancia’ sin precedentes. Y lo que es peor, sobre todo, a los más vulnerables, niños y adolescentes, a los que los actuales sistemas de educación no enseñan a protegerse de estas ‘adicciones digitales’ y mucho menos a combatirlas.
Vamos a ver qué pasa, además en el mundo empresarial, ya que rotas las fronteras y división entre ocio y trabajo, (en tiempo y en lugares, o espacio); están empezando a aparecer consecuencias negativas en la productividad de las empresas y sus empleados debidas a la socialización de las adicciones digitales.
Citaba aquí hace poco aquí la frase de Tim Cook, el CEO de Apple: “Últimamente parece que esta industria tecnológica se está haciendo más conocida en el mundo por la innovación menos noble”. Y Cook no es precisamente un arrepentido en Silicon Valley. Pero al parecer ha tomado conciencia y también es de los que piensan que estos usos de la tecnología que se están promoviendo en el internet social son también nefastos a largo plazo para el mundo empresarial. Hay ya voces cualificadas en el mundo empresarial internacional que opina que estas derivas en los usos sociales de la tecnología que se están promoviendo, acabarán teniendo consecuencias muy negativas a medio y largo plazo en el mundo empresarial.
La preocupación por la responsabilidad social empresarial es creciente y, más allá del ‘criptomaquillaje’ del marketing, empiezan a exigir mirar mucho más a largo plazo en la estrategia empresarial global. Piensan que el comportamiento de algunos gigantes tecnológicos es miope y cortoplacista a ultranza, y eso debería cambiarse radicalmente. Yo estoy de acuerdo.