Digitalización, ciencia e industria: en femenino
El día 11 de febrero se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Una iniciativa de las Naciones Unidas con el fin de lograr el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas.
Tengo que reconocer que me cuesta sumarme a este tipo de “celebraciones”. La agenda está cada vez más saturada de “Días Internacionales” y mi impresión es que su eficacia, cuanto menos, es dudosa.
Pero aquí estoy abrazando mis incoherencias y haciéndome eco de este día porque tiene su origen en una situación que afecta también a nuestro país y que, en mi opinión, todavía no recibe suficiente atención: el número de jóvenes que eligen carreras científico-técnicas en España sigue descendiendo y, aunque en nuestras universidades las estudiantes superan en número a los estudiantes, las mujeres continúan siendo minoría cuando se trata de ciencia e ingeniería.
Esta realidad podría no ser importante si no fuera por la influencia de la tecnología y la ciencia en la redefinición del presente y del futuro del trabajo. La intensidad tecnológica y científica tiene un peso creciente en los países que lideran el crecimiento económico y el bienestar de sus ciudadanos y está en el centro de la rivalidad entre China y Estados Unidos.
La trayectoria profesional se escoge muy temprano en la vida. En secundaria, con catorce o quince años, ya se elige entre ciencias o letras. Cuando se llega al bachillerato, menos de un veinte por ciento de los alumnos se inclinan por el bachillerato científico-técnico. De estos, solo un veinte por ciento son mujeres. Con estos números de partida, no nos puede extrañar que sólo un veinticinco por ciento de los estudiantes de ciencia e ingeniería sean mujeres y que en las empresas del sector no estén suficientemente representadas.
Las razones que explican esta realidad son diversas y complejas: los estereotipos y las creencias, una educación digital insuficiente, la reducida visibilidad de las mujeres científicas, el desconocimiento de la contribución al bienestar y al desarrollo económico de la ciencia y la tecnología, las familias y la sociedad que no terminamos de aceptar que la ambición es un valor que también puede ser femenino, y un largo etc ... que revisa en profundidad el informe El papel de la educación y las habilidades para reducir la brecha digital de genero publicado por la OCDE.
Los estereotipos continúan presentando a las mujeres esencialmente como cuidadoras y la presión sobre la imagen de nuestras niñas se ha visto intensificada por el poder de los like en las redes sociales. En general, los like no se dan ni a las científicas ni tampoco a las gamers. Hay muchos informes que identifican el ciber-acoso a las mujeres como otro factor que las invita al abandono de lo digital.
Las creencias consideran que la ciencia o la tecnología son aptas solamente para las altas capacidades y que no están al alcance del ciudadano medio. Probablemente esta creencia es cierta si pensamos en conseguir un Premio Nobel, pero hasta llegar a ese nivel hay un amplio número de profesiones que tienen unos requisitos menos exigentes y con muchas oportunidades de trabajo en España y en Europa. Otra creencia bastante extendida es que a los hombres se les dan mejor las matemáticas. Los datos no son en absoluto concluyentes.
A todo lo anterior se suma el hecho de que las mujeres elegimos trabajo por vocación y no porque haya mayores oportunidades de carrera profesional. ¿Y cuáles son las vocaciones que se despiertan en las niñas desde pequeñas? No tenemos más que ver los anuncios de juguetes, las series de televisión o las películas de cine.
Mucho se ha escrito también sobre la falta de referentes femeninos. En este sentido, tenemos que felicitarnos por el número creciente de iniciativas que se están preocupando de que nuestras niñas conozcan que hay mujeres detrás de los grandes descubrimientos científicos, pero sobre todo que tengan acceso a científicas y a tecnólogas de carne y hueso que trabajan en las empresas de nuestro país antes de elegir su trayectoria académica.
Por ejemplo, el programa STEM Talent Girl ha impactado ya en más de cinco mil niñas y cuenta con quinientas mentoras que se preocupan de que las alumnas conozcan las posibilidades profesionales en ámbitos como la bioingeniería, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la robótica o la fabricación aditiva. Lo que no se conoce, no se elige y, si tus amigos o tu familia no hablan de ello o no te lo recomiendan, las probabilidades de considerarlo como alternativa vital se reducen considerablemente.
Los impactos negativos de la Covid-19 están siendo innumerables y hemos tenido que hacer muchos esfuerzos para adaptarnos a una realidad todavía difícil de predecir y aceptar. Sin embargo, hay quien dice que esta pandemia ha contribuido a acelerar la digitalización de nuestra sociedad anticipando algunas tendencias en más de siete años. El desarrollo de las vacunas en tiempo récord ha puesto a la ciencia en el telediario y nos ha recordado que es clave para el bienestar. Las dificultades de la campaña de vacunación ponen de manifiesto la importancia de disponer de un tejido industrial con base científica y tecnológica que pueda producir las vacunas en número suficiente.
Digitalización, ciencia e industria están en el centro de la conversación pública. Las mujeres no podemos quedarnos fuera de esta oportunidad. Tenemos que aprovecharla. Es el momento de unir fuerzas e intensificar la colaboración entre todos los agentes que pueden contribuir a la transformación económica y social de nuestro país. Empecemos por la formación. Si mejoramos los conocimientos digitales de nuestros profesionales, trasladarán estas experiencias al entorno familiar. Si las escuelas tienen mejor educación digital, nuestros jóvenes nos empujarán a cambiar. El Plan Nacional de Competencias Digitales es una iniciativa esencial de los Fondos de Recuperación. No olvidemos que son las personas las que cambian el mundo, las que se adaptan, las que emprenden, las que innovan y que el cincuenta por ciento son mujeres.
*** Emma Fernández Alonso es vicepresidenta de la Fundación ASTI