El problema de la educación digital
La pasada semana, los alumnos de toda España han vuelto a las aulas. Y lo han hecho en un curso marcado por la pandemia de la COVID-19, la amenaza de volver a los formatos virtuales si la cosa se agrava o, directamente, aprendiendo a estudiar en un contexto híbrido, con clases presenciales y online de manera consistente. Hablando con profesores y padres, te das cuenta de que esta misión está resultando extraordinariamente complicada y, muchos de ellos, achacan a la falta de medios tecnológicos adecuados esas dificultades para una enseñanza de calidad en el contexto actual.
Presto, me puse a indagar sobre qué tecnologías usarían en los grandes focos de educación mundial, como los países nórdicos o las universidades de prestigio norteamericanas. Y lo que me encontré echó por tierra la premisa inicial: no había futuristas desarrollos técnicos en favor de la enseñanza, sino simples y rudimentarios campus virtuales y videoclases por Zoom. Una popular escuela de negocios madrileña me lo confirmó: no hay ninguna tecnología fuera que no se esté usando en España de forma masiva en estos momentos. Entonces, ¿dónde está el problema a la hora de conseguir que funcione la educación eminentemente digital?
Ahí la luz la arrojó mi amigo Lasse Rouhiainen, uno de los principales divulgadores en materia de inteligencia artificial y buen conocedor de la materia: "En España se sigue dando clase como hace 20 años, sentados en aulas o auditorios. Puedes poner toda la tecnología que quieras, pero es imposible que el cerebro humano absorba conocimientos si estás simplemente sentado escuchando". Y si ese modelo es ineficaz en modalidad presencial, imaginen trasladar esa aproximación fallida al mundo virtual...
"En Finlandia, por ejemplo, se apuesta por menos exámenes, pero mucha más personalización y flexibilidad en la educación. También se hace que los alumnos, por ejemplo, creen sus propias agencias digitales para desarrollar sus conocimientos y la creatividad. Es cierto que hay más recursos económicos [3% del PIB va destinado a educación, frente al 1% de España] pero no va sólo a tecnología, sino también a más profesores, que hacen un rol de ‘coaches’ para ayudar a los alumnos a encontrar su camino".