El dislate demográfico 1980-2050
Iba a cebarme en este artículo (sólo) en el muy deficiente y derrotista enfoque que se hace de los asuntos demográficos en el pomposo informe 'España 2050'. Pero tras pensarlo mejor, reparé en que no sería justo, ni explicaría bien las cosas, criticar sólo ese documento en relación a nuestras pésimas perspectivas demográficas.
En el informe de marras, se da por hecho que la escuálida tasa de fecundidad española no experimentará una recuperación significativa en las próximas décadas, y se renuncia a tratar de que la haya, lo cual equivale a proclamar que el pueblo español classic debe resignarse a menguar y envejecer más y más por falta de niños. Y eso se dice desde el Gobierno de España. ¡Pues si hay alguien sin derecho a tirar prematuramente la toalla en nada vital para un país, salvo que sea absolutamente imposible ganar el correspondiente combate, es su gobierno! Y menos aún si nunca ha empezado a librarlo, como es el caso en relación a la natalidad, por cuyo repunte nada ha hecho este equipo ministerial, ni ninguno de los anteriores desde la Transición.
Como los autores del informe creen que la fecundidad española apenas crecerá, la Estrategia 2050 del Gobierno fía la curación de nuestros males demográficos a la inmigración, la cual cuantifica mediante un cálculo de brocha gorda. Como de aquí a 2050 perderemos muchos millones de personas en edad laboral, sobre todo por el descenso de los nacimientos que empezó en España en 1977, en el informe se contempla que vengan, al menos, 5,7 millones de extranjeros a cubrir nuestra futura falta de mano de obra, carencia que generará la jubilación de mucha más gente en los próximos 29 años de la que, por edad, ingresará en el mercado laboral.
La realidad es que, si sólo pensamos en más inmigrantes como solución al declive demográfico nativo, tendrían que ser muchos más que esos. El INE y la ONU proyectan que, en ausencia de inmigración extranjera, perderíamos nueve millones de personas de 20 a 64 años entre 2021 y 2050. Entre tanto, según nuestras estimaciones, el pueblo español “de toda la vida” -los españoles que son descendientes de españoles- menguaría hasta unos 32 a 33 millones de personas (los nacidos en España con padres españoles son ahora unos 38,5 millones, y disminuyeron en 2019 en 137.000 personas, por registrar más muertes que nacimientos, un desfase que crece cada año), de los que un 40% tendría 65 años o más.
Como casi todos los inmigrantes futuros serían extracomunitarios -los únicos que vienen en números netos apreciables en los últimos años-, y por cada uno de ellos con empleo había en promedio en España casi 1,3 personas más de fuera de la UE en 2020, según la EPA, entre familiares de los ocupados y parados, en realidad esos eventuales inmigrantes tendrían que ser muchos más. Y como los extranjeros que pagan IRPF -que son menos, proporcionalmente, que los españoles, porque un mayor porcentaje de ellos no llega al mínimo exento/está en paro/trabaja “en negro”- declaran cotizaciones a la Seguridad Social inferiores en un 30% a la media de los españoles (según datos de la Agencia Tributaria de 2018, último año del que hay disponible esta información), eso significa que su número sería/debería ser todavía mayor, en el entorno de los 15 a 20 millones.
Por otra parte, aunque es algo que el informe no menciona, con una tasa de paro actual del 26% entre los extranjeros (29% para los extracomunitarios) y del 14% entre los españoles, según la última EPA, casi toda esa inmigración debería venir a partir de 2028-2030, ya que antes difícilmente nos acercaríamos al pleno empleo.
En resumen, para cubrir el déficit de mano de obra que habría de otro modo en 30 años, tendrían que emigrar a España de 15 a 20 millones de extranjeros a partir de 2028–2030. ¿Alguien cree en serio que a una España cada vez más envejecida vendrán en un lapso de 20 años o poco más tantísimos extranjeros adicionales de fuera de la UE (de los que la mitad o algo más serían hispanoamericanos, un 25% a 30% africanos, mayoritariamente marroquíes, y casi todo el resto asiáticos)? ¿Y alguien cree en serio que, si realmente vinieran tantísimos extranjeros, no habría un alto riesgo de graves fracturas sociales? Quien crea esto último, que se dé una vuelta por Francia o por Bélgica.
Por otra parte, la inmigración no frena el envejecimiento social por falta de niños y jóvenes, solo lo ralentiza algo temporalmente, y además los inmigrantes también envejecen y acaban engrosando las filas de los pensionistas. Y, sobre todo, no resuelve problemas tan graves derivados de la baja natalidad y la desestructuración familiar como la soledad, que se está disparando en España -el porcentaje de españoles que viven solos ahora es seis veces el de hace 50 años- y todo Occidente. La soledad es especialmente dolorosa y dañina en la infancia y la madurez/vejez, además de afectar potencialmente a la salud psíquica y física. Del extranjero pueden venir a España mercancías y mano de obra, pero uno no puede 'importar' un hermanito para su único hijo (más allá de las escasas adopciones internacionales que hay), ni los hijos que no tuvimos para que nos den cariño y nos cuiden de viejos.
Ahora bien, no sería justo ni correcto cargar todas las tintas en cuestiones demográficas futuras sobre los bisoños autores del 'Informe 2050', con 35 años de edad media, según se dijo en su presentación. No es precisamente la típica de un “sanedrín” o consejo de sabios experimentados, y eso que la tarea encomendada era de las más difíciles a las que se ha enfrentado el ser humano desde siempre: prever lo que puede pasar.
Según las últimas proyecciones demográficas del INE, como ya se ha comentado, sin inmigración perderíamos unas nueve millones de personas de 20 a 64 años entre 2021 y 2050, principalmente por la caída de nacimientos que empezó en España en 1977. Aunque repuntase con fuerza el número de bebés en la presente década -algo de lo que no hay visos, sino todo lo contrario-, y se lograse posponer varios años más allá de los 67 la edad media a la jubilación, seguiría habiendo una tremenda pérdida de población en edad laboral en los próximos 30 años, si bien nuestras perspectivas demográficas a futuro empezarían a mejorar drásticamente.
Cuatro décadas largas de invierno/suicidio demográfico, desde finales de los 70, ante la pasividad de la gran mayoría de nuestra clase política y académica, y de los generadores de cultura de masas, cuando no su impulso o apoyo a leyes y valores sociales antinatalidad, nos colocan ante el dilema que subyace en el 'Informe 2050': o una tremenda pérdida de población en edad laboral, o nueva inmigración masiva -a añadir a los casi nueve millones de inmigrantes empadronados en España, de los que 7,2 millones son nacidos en el extranjero y el resto son hijos suyos nacidos aquí, la llamada segunda generación de inmigrantes-, con los riesgos que conllevaría esto último, que además no detendría el proceso de envejecimiento social, ni solucionaría otro gravísimo problema sociodemográfico, por encima del cual también pasa de puntillas el informe de marras: la soledad.
No existen las comidas gratis, como dicen los anglosajones. Y tener un número tan insuficiente de niños como en España desde hace 40 años solo puede salir carísimo a la larga. O nos ponemos en serio a recuperar la natalidad y la estabilidad familiar perdidas -cosas que van en general de la mano: los matrimonios estables tienen más hijos que los demás tipos de familias, pero son cada vez más minoritarios-, o la decadencia demográfica y la soledad en la España de 2050 serán tremendas, con o sin inmigración masiva.
***Alejandro Macarrón Larumbe es ingeniero y consultor empresarial, director de la Fundación Renacimiento Demográfico.