Inflación: ¿cuello de botella o pasta saliendo del tubo?
Esta es la pregunta que se hacen los banqueros centrales, los inversores y los gobernantes. Los primeros, porque de ello depende su política monetaria en los próximos meses. Los segundos, para orientar adecuadamente sus inversiones. Y los terceros, porque de ello va a depender que puedan seguir endeudándose sin límite a coste cero o que, por el contrario, se les haya acabado el chollo.
Si el repunte de la inflación es consecuencia del cuello de botella creado por el incremento de la demanda global de bienes y servicios ante una oferta que sale tímidamente del cierre decretado por los confinamientos, entonces estaríamos ante una falsa alarma.
La inflación tiene que repuntar y lo increíble es que hasta hace solo hace unos meses fuéramos muy pocos los que lo decíamos y advirtiéramos del daño que produciría sobre el valor de los bonos de medio largo plazo. Y de las ventajas para los sectores bursátiles beneficiarios de dicho repunte, que era y es uno de los elementos de lo que llamamos por aquel entonces “La Gran Rotación”.
Tal y como les decía en el mes de mayo del año pasado, lo más parecido en términos económicos a la salida de una pandemia es la salida de una guerra y de las últimas dos se ha salido con más inflación. Es la consecuencia lógica de la catarsis que se produce tras unos acontecimientos tan traumáticos y que en una sociedad de consumo se traducen en un fuerte incremento del mismo.
Afortunadamente, los cuellos de botella se solucionan cuando se equilibra la oferta y la demanda. Si la globalización económica está a la altura de lo que se espera de ella, habrá muchos países dispuestos a atender la demanda de productos. Y los productores de petróleo y materias primas estarán deseando producir a tope para pagar la factura del confinamiento.
Lo más parecido en términos económicos a la salida de una pandemia es la salida de una guerra
En cuanto a los servicios, si la revolución digital sigue estando al quite y dispuesta a ofrecer servicios de forma eficiente y barata como hasta la fecha, será ella quien solucione el cuello de botella en ese sector de la economía.
Ahora bien, podría ser que estemos ante aquello que dijo Paul Volcker de la inflación de que es como la pasta de dientes: muy fácil de sacar del tubo pero muy difícil de volverla a meter. Si el tsunami de liquidez generado por los bancos centrales y los planes de estímulo de los gobiernos son los dedos que aprietan el tubo, entonces estaremos ante un entorno muy diferente.
Desde el punto de vista de los inversores, ambos escenarios son buenos. Si estamos ante un simple repunte de la inflación, solo tenemos que rotar nuestras carteras hacia sectores que se benefician del mismo. Y, por supuesto, abandonar cualquier inversión en renta fija de medio y largo plazo.
Si, por el contrario, estamos ante la salida de la pasta de dientes del tubo, entonces tenemos que concentrarnos en los pocos -pero muy rentables- activos que se benefician de dicho escenario.
La otra buena noticia es que la mejor estrategia es la de la adaptación al medio. En nuestro caso, el primer paso fue adaptar la cartera a un entorno que en lugar de ser desinflacionista, como lo era antes de la pandemia, sea simplemente de una normalización del nivel de inflación.
Y si luego la situación se les va de las manos a los bancos centrales, incrementar posiciones en los activos y sectores beneficiarios de esa situación, lo cual incluye una fuerte apuesta por la caída del precio de los bonos, que actualmente se puede realizar con la misma facilidad que invertir en cualquier otro tipo de activo.
Lo importante es saber detectar a qué tipo de inflación nos enfrentamos y cuáles son las inversiones que se benefician
Permítannos insistir por enésima vez en la importancia de tener claro el tipo de fondos de renta fija que se puede tener en cartera. Para hacernos una idea de lo importante que es esa revisión, piensen en lo malo que es para los fondos de renta fija de medio y largo plazo el mejor escenario posible, el de un simple repunte de la inflación.
Lo que hará en ese caso el Banco Central Europeo (BCE) es ir reduciendo sus compras de bonos, para luego cerrar definitivamente el grifo. Si tenemos en cuenta que el mayor comprador de bonos europeos es ahora mismo el BCE -¿quién compra un bono con tipo de interés 'cero coma' o negativo cuando la inflación es del 2%? -, piensen en el efecto sobre los precios de la desaparición de dicho comprador.
Y no les quiero decir en el peor escenario. Es decir, si el BCE llegar a la conclusión de que la inflación empieza a salir descontroladamente del tubo. Tendría que dar marcha atrás de forma acelerada, es decir, vender bonos en el mercado. En ese escenario, el desplome en el precio de los bonos sería histórico.
Así que, más que fijarnos en lo que pueda decidir el BCE en su próxima reunión, tenemos que analizar la evolución de los datos adelantados, que nos darán la respuesta a si lo de la inflación es un cuello de botella o pasta de dientes empezando a salir del tubo. Y recuerden, tanto un escenario simplemente inflacionista como uno de alta inflación tiene beneficiarios por activos sectores y países.
Lo importante es saber detectar a qué tipo de inflación nos enfrentamos y cuáles son las inversiones que se benefician en cada escenario.
***Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance