La inflación también tiene efectos positivos
La literatura extensa sobre el monotema inflacionario se encarga de recordarnos los perniciosos efectos de que el crecimiento elevado de los precios tiene sobre consumidores y ahorradores. Sabemos que las tasas de incremento actuales no se han visto en un nivel tan elevado en los últimos cuarenta años, lo cual provoca que el impacto mediático sea más o menos relevante dependiendo de la relación histórica de cada país con los precios.
Alemania nos dejó un apasionante episodio, no por lo positivo, de hiperinflación en los años veinte de la república de Weimar que es un manual de lectura obligada para entender lo que el desorden monetario puede llegar a provocar cuando se vive una descontrolada escalada de precios.
Venezuela, Argentina, Zimbabue, son ejemplos más recientes que ilustran muy bien la relación inequívoca que existe entre pobreza e inflación.
Pero ¿es posible que un país se pueda beneficiar de una muy elevada inflación?
Al margen del impacto que tiene en el crecimiento nominal y en la deuda, EEUU es un ejemplo en el que se puede apreciar un beneficio adicional estando muy cerca de lo que sería un entorno perfecto desde un punto de vista empresarial: elevado consumo, subidas de precios y baja presión salarial.
Venimos oyendo en los últimos meses los problemas generados por los cuellos de botella y el desabastecimiento, esencialmente de componentes y ciertas materias primas para la elaboración de bienes de consumo finales. Eso ha generado una espiral de subidas de precios que, sumado a otros factores (la energía), ha provocado una presión en costes como hacia años que no se conocía.
Los empresarios, que ya venían lidiando con este efecto trimestres atrás, tomaron la decisión de que, en un contexto de elevada demanda y laxitud económica, en algún momento tendrían capacidad para poder trasladar sus mayores costes al consumidor.
Relación inequívoca que existe entre pobreza e inflación
Si fuera una mera traslación de precios, los márgenes empresariales no se habrían inmutado. Sin embargo, el empresario norteamericano se frota las manos ya que la presión salarial está siendo inexistente, incluso en un contexto de falta de mano de obra poco cualificada.
Es cierto que desde la pandemia hemos visto un movimiento extremo en las ganancias por hora, pero la media móvil está retornando a su media histórica desde el pico alcanzado en la pandemia. Las ganancias por hora en base acumulada crecen pero también hay menos trabajadores dispuestos a trabajar. De hecho, si se mide el crecimiento interanual de los salarios se aprecia la divergencia entre los ingresos personales y el crecimiento real de los salarios.
En algunos países (Suiza o Japón) el crecimiento de los salarios es negativo mientras que en la Unión Europea se ha estancado claramente. En Alemania, ejemplo de país preocupado por una inflación descontrolada, es del 0%.
Las empresas, además, han seguido recortando costes en forma de reducciones de plantilla y una mayor externalización de servicios, lo que ha posibilitado que -con elevada inflación- se esté observando de cerca la capacidad de las empresas para mantener los márgenes en niveles récord, algo que posiblemente confirmaremos en el próximo mes con los resultados empresariales.
Las empresas están haciendo un gran trabajo en la gestión de costes en un entorno difícil e incierto pero también se dirigen a un nivel de márgenes de ganancias realmente sólido.
Como señaló recientemente Bank of America, la brecha entre el índice de precios al consumidor y el índice de precios al productor se ha vuelto profundamente negativa debido a que los altos precios de las materias primas, el aumento de los costos logísticos y de distribución, están superando los precios finales de los comerciantes, un escenario que aumenta los riesgos para que las ganancias de las empresas en los próximos meses sigan moviéndose al alza, y con ello, impulsando así a las bolsas.