Los transportistas frente a Leviatán
En el Leviatán, la obra más conocida del filósofo Thomas Hobbes, se analiza la naturaleza del ser humano, que como ser social, necesita de un Estado para guiarse. El individuo, en estado de naturaleza, es malo, dice Hobbes en su cita más famosa, que "el hombre es un lobo para el hombre".
Así está dispuesto a limitar su libertad a cambio de seguridad, cuando son muchos los que desean la misma cosa, pues entonces es cuando empieza la "guerra de todos contra todos".
Sustituir con un sencillo paralelismo la figura del ser humano en el Leviatán, por el amotinado transportista en su entorno socioeconómico, nos puede ayudar mucho a entender las claves del paro de transportistas que está aconteciendo, como trasunto cíclico de este sector de actividad, dados sus problemas estructurales no resueltos y enquistados durante décadas.
Los empresarios del transporte no son buenos ni malos per se, como ningunos otros profesionales de una actividad cualquiera, pero entablan una "guerra de todos contra todos" cuando los márgenes empresariales se reducen tanto que amenazan con desaparecer. La monumental subida del precio del gasóleo que supone en torno a un tercio de los costes de explotación de un camión desencadena un estallido que impide cualquier componenda entre los que intervienen en la tensionada cadena logística.
La monumental subida del precio del gasóleo que supone en torno a un tercio de los costes de explotación de un camión
Buscando la seguridad de la supervivencia de sus negocios, (en el caso de los autónomos, más aún, pues es su modo de vida) "el transportista se convierte en un lobo para el transportista".
Es cierto que ese es el detonante, pero no sería tan conflictivo si la cadena logística formada desde el productor hasta el transportista efectivo, pasando por varios eslabones de subcontratación (operador logístico, agencia de transportes, gran flota, pequeña pyme del transporte, autónomo) no estuviera tan deteriorada.
En cada paso de esa cadena se produce una merma del precio a percibir por el transporte y en ocasiones el porcentaje que se queda en comisiones de subcontratación supera la oferta del cargador inicial de la mercancía en cuestión, hasta que el transportista final o efectivo apenas cubre los costes de explotación de su negocio una vez finalizada la expedición.
Este problema es endémico desde hace décadas y ha sido el eje central de todos los paros de transportes de, al menos, las últimas cuatro décadas. El sector del transporte español además tiene una estructura empresarial de pequeñas empresas que no superan de media los 3 o 4 camiones, frente a otros países de nuestro entorno donde priman las grandes flotas de más de 25 vehículos, y cuya capacidad negociadora es -en contraste- muy superior a la de nuestros transportistas, respecto a sus cargadores.
Como la "guerra de todos contra todos" no es viable, al final, se establecen bandos. Grandes contra pequeños. Diferenciados por quienes tienen la capacidad de subcontratar portes y quienes solo los ejecutan con sus camiones. Esto explica también la actual división entre las asociaciones del órgano de representatividad heterogénea que constituye el Comité Nacional del Transporte por Carretera.
Las asociaciones que tienen más transportistas efectivos acuerdan parar sus servicios como muestra de su estado de necesidad y las que se componen de grandes flotas o integran también operadores o intermediarios son más reticentes a medidas de fuerza, pues su posición intermedia les permite negociar por arriba y por debajo de la cadena y mantener un margen que, aunque sea reducido, posibilita su viabilidad.
Cuando ese equilibrio colapsa, y los abusos en la cadena logística se multiplican, los transportistas requieren de un poder superior que les guie, y acuden al Estado Leviatán, en busca de la seguridad.
Leviatán, que últimamente se dedica más que a otra cosa a exprimir a sus súbditos con todo tipo de impuestos, tasas y cotizaciones, no empatiza con los problemas de los pequeños trasportistas hasta que estos no rompen la cadena logística y provocan desabastecimiento y crisis como modo de llamar la atención para la solución de un problema, que viene de largo, pero sobre el que tampoco le interesa poner orden, pues esa división e inestabilidad del sector le conviene para manejarlo a su conveniencia.
Estos autónomos y pequeños empresarios que ahora estallan lo hacen con todo motivo y cargados de razones, pues asumir un negocio con el riesgo que entraña el transporte, mientras se ven sometido a unos costes de explotación que no pueden soportar es de todo punto inviable.
Estos autónomos y pequeños empresarios que ahora estallan lo hacen con todo motivo y cargados de razones
El anuncio del Gobierno de ofrecer, sin detallar pormenores, una ayuda de 500 millones de euros para compensar el incremento del precio del carburante parece una limosna a repartir entre los casi 400.000 transportistas españoles, pues no llega a cubrir ni los sobre gastos de una mensualidad, cuando los Gobiernos de los países de nuestro entorno han ofertado ayudas y reducciones de impuestos que se pueden extender más allá de un trimestre.
Todos aceptarán una ayuda puntual, pero cualquier medida que no ataje los problemas estructurales del sector, en la línea de reforzar las medidas y nuevos derechos otorgados a los transportistas por el Real Decreto ley 3/2022, recientemente aprobado para posibilitar la repercusión de los incrementos de los precios de los combustibles en los eslabones superiores de la cadena logística, está condenada a ser insuficiente y suponer un despilfarro de dinero público.
Reducción de impuestos, de cotizaciones y una regulación equilibrada que impida la morosidad, los impagos, y, otorgue transparencia a los pagos de la cadena logística, imposibilitando los abusos en los contratos de transporte entre las partes intervinientes en la misma, son las únicas medidas que no sólo calmarán a quienes ahora se encuentran exaltados, sino que además sembrarán un mejor futuro para que nuestros autónomos y empresas de transporte ofrezcan la competitividad que nuestra economía necesita para funcionar y exportar nuestros productos.
Solo en contadas ocasiones y siempre cargados de razones los transportistas efectivos se levantan contra Leviatán y muestran su relevante papel social, pues no olvidemos que son herederos de los buhoneros y comerciantes que sacaron a Europa de los años oscuros del medievo y restablecieron el comercio entre aquellos aislados burgos donde arrancaban la actividad económica empresarial a través de los gremios. Y Hobbes también lo sabía.
*** Emilio Domínguez del Valle es abogado, experto en movilidad y transportes.