Sin efecto contagio por la “cripto crisis”
Las últimas semanas se han llenado de titulares por la tormenta de las criptomonedas. Entenderla es complicado o muy fácil, según se mire. Si pensamos que todo el universo cripto es humo y las personas que hay detrás estafadores, la explicación es tan corta como su valor agregado. Pero muy probablemente sea una aseveración demasiado populista y, honestamente, tampoco tengo el interés de seguir este complicado universo alternativo.
En un año difícil para el espacio criptográfico, lleno de fondos que caen y monedas descentralizadas que han llegado a un valor cero, nada se ha comparado con la implosión de FTX y Sam Bankman-Fried (SBF).
Después de un aumento astronómico de las criptomonedas en los últimos tres años, FTX y su fundador y CEO -SBF- han vuelto a la tierra en gran parte desenmascarados por el mal uso de los fondos de los clientes y su relación ilícita con la empresa comercial Alameda Research, cuyo tremendo agujero en el pasivo provocó su implosión una vez que se comprobó que ni sus activos eran líquidos ni tenían valor alguno.
La necesidad de buscar inversiones rápidas y ganancias fáciles llevó a la búsqueda desenfrenada de alternativas.
Lo ocurrido vuelve a poner de manifiesto lo que han sido los últimos años. Un período marcado por una inmensa marea de liquidez y por la devaluación del dinero fiat hasta su mínima expresión. El dinero de curso legal se resume en su escaso valor por la elevada cantidad de deuda en circulación que ha generado una emisión sin fin de dinero y unos tipos de interés negativos.
Cuando las bolsas o la deuda han dejado de ser atractivas, si alguna vez lo han sido, para los inversores menos sofisticados y más disruptivos, la necesidad de buscar inversiones rápidas y ganancias fáciles llevó a la búsqueda desenfrenada de alternativas. Ahí es donde surgieron los SPAC, las inversiones 3.0 en fondos Ark y en memes, las criptodivisas o su variante más extravagante que son los tokens (NFT).
Todo ha sido un gran engaño. Pero ya sabemos que una mentira colectiva se convierte en una gran verdad. Así que hemos asistido a nuevos mesías de la inversión, desde Musk, pasando por Cathy Wood a SBF, que nos dejan como conclusión que su riqueza es de ellos y solo de ellos, y que su modelo no es replicable sino que ha llevado a la quiebra a muchos de sus acólitos.
Charlie Munger, cuya imagen para estos genios de la inversión alternativa debe ser algo así como un dinosaurio o una figura de la inquisición, ha calificado recientemente las criptos como un delirio y un fraude pasando por un engaño. Personalmente me quedo con la definición más divertida de todas, "son una enfermedad venérea".
Todo ha sido un gran engaño. Pero ya sabemos que una mentira colectiva se convierte en una gran verdad.
Mi posición de gestor de activos reales me hace siempre ser muy prudente pero es evidente que estoy más cerca de Munger que de Musk. Lo que me asombra es que mientras las crisis se suceden nadie repara en que la pirámide de la ilusión sobre la que nos asentamos es más sólida de lo que pensamos. Asombrosamente, tengo que decir.
Lo irónico de todo es que ya pueden venirse abajo todas las criptos o arruinarse la mayoría de los que pusieron el último dólar en un SPAC, una OPV, VC o un PE para plantar mandarinas en marte, que nada de lo que pase en este universo alternativo puede ni va a enfangar la marcha de los activos más tradicionales. ¿Saben por qué? Porque la avaricia y la necesidad de sostener este mundo a toda costa me hacen creer que la ficción va continuar de forma perenne porque al final de todo show must go on.