Ciencia y tecnología en femenino
Solo desde 1997 la Unión Europea dispone de datos de investigadores desagregados por género. Es entonces cuando se pone de manifiesto el sesgo que existe entre hombres y mujeres en el sistema de ciencia y tecnología. En 1999 se constituye en Europa el denominado “Grupo Helsinki de Mujeres y Ciencia”, que reunía a mujeres del ámbito científico de quince estados miembros de la Unión Europea con el objetivo de desarrollar y promover a la mujer en el terreno científico, y el año siguiente la Comisión Europea presenta un primer estado de la cuestión en el Informe European Technology Assessment Network (ETAN) on Women and Science (2000).
En ese año 2000, en España las mujeres solo ocupaban el 10% de las cátedras en las Universidades, y apenas un 8% del nivel equivalente como investigadoras del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), aunque las alumnas eran ya mayoría en aulas universitarias y laboratorios desde hacía varios lustros. Solo había una rectora de Universidad.
Más de veinte años después, las mujeres siguen por debajo del 25% en la cima de la investigación y la academia en nuestro país, y no contribuyen en plano de igualdad a la toma de decisiones. Por primera vez hay un 23% de Rectoras en las Universidades españolas y un 50% de Directoras de Organismos Públicos de Investigación (OPIS), según Científicas en Cifras 2021. Se han producido ciertos avances, pero aún no se ha logrado la plena integración de las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología español.
En el ámbito tecnológico, tanto en alta como en media-alta tecnología, en 2001 el porcentaje de mujeres empleadas era del 32,2% y del 30% respectivamente (como se muestra en el gráfico). Algo por encima de la media europea que están en 31% y 26,3%. Cuestión que debe preocuparnos por varias razones.
"Por primera vez hay un 23% de Rectoras en las Universidades españolas y un 50% de Directoras de Organismos Públicos de Investigación (OPIS)"
Primero, porque en la nueva economía y en el proceso de transición digital actual que afecta a todos los sectores de actividad económica, los empleos mejor retribuidos y de mayor valor añadido serán los vinculados con la sociedad del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Las mujeres y los hombres deben estar presenten en esta revolución digital, con igualdad de oportunidades. En caso contrario la brecha de género laboral y salarial se irá ampliando. De ahí la importancia de fomentar vocaciones científicas y tecnológicas en las niñas, transformando estereotipos, para que puedan convertirse en científicas y tecnólogas en igualdad.
Segundo, porque si no hay suficientes mujeres en la ciencia, estaremos diseñando un presente y un futuro de la sociedad del conocimiento sesgado, falseado, incompleto y poco científico. Por lo que no sólo es una cuestión de justicia social, también de eficacia y eficiencia. La sociedad no puede permitirse el lujo de prescindir de talento o tenerlo relegado o subempleado, para resolver los grandes retos si queremos tener un futuro.
Y tercero, porque la ausencia de la perspectiva de las mujeres en los desarrollos tecnológicos y de la Inteligencia Artificial puede abundar en estereotipos y sesgos de género que conduzcan hacia una sociedad cada vez menos igualitaria. El personal investigador y diseñador en el sector TIC es mayoritariamente masculino, lo que dificulta la representación de la diversidad. En la práctica, los productos TIC están diseñados por hombres profesionales que proyectan sus expectativas e intereses en los productos planteados. Este hecho favorece las situaciones de exclusión tecnológica de algunos grupos de población potencialmente usuaria.
En el campo de la Inteligencia Artificial no hay apenas investigadoras, por lo que se están desarrollando algoritmos y suministrando ejemplos que no incluyen a la mitad de la población, y alimentando las aplicaciones con información sexista. Así se está contribuyendo a un mundo sesgado, inadecuado, e ineficaz.
Las máquinas aprenden a partir de ejemplos con los que los programadores las entrenan. Y los traductores y predictores automáticos de textos incorporan a sus ejemplos para entrenamiento de los programas ingentes cantidades de información de textos e imágenes del pasado (y del presente) plagadas de estereotipos sexistas y sesgos de género.
En definitiva, la presencia de investigadoras y tecnólogas en todos los campos de investigación e ingeniería es fundamental si no queremos construir una realidad falsa sobre la que sustentar las soluciones que van a dar lugar a nuestro futuro. Erradicando estereotipos de género, fomentando vocaciones científicas y tecnológicas y apostando por medidas de acción positiva que eliminen los sesgos de género en las carreras investigadoras. Para así lograr mejor ciencia, mejor tecnología y mejores inventos que aumenten nuestra competitividad; y al propio tiempo contribuir a lograr una sociedad más justa e igualitaria.
*** Mónica Melle Hernández es consejera de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid y Profesora de Economía de la UCM.